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Ser progresista hoy

Al preguntarle a Alfonso Guerra qué es ser progresista hoy, me dijo que significa mantener y aplicar un compromiso de transformación de la sociedad. De acuerdo a ese criterio y a los enormes cambios que ha traído a su patria, poca duda cabe que Fernando Henrique Cardoso ha sido el líder progresista por excelencia de Sudamérica en los ’90.


Santiago no es precisamente una de las ciudades latinoamericanas mas cosmopolitas: Ciudad de México, Río de Janeiro y el mismo Buenos Aires, con todas sus dificultades de hoy, lo son en mucho mayor grado. Con todo, y por distintas razones, el flujo de destacadas personalidades internacionales en nuestra capital durante la última década ha ido in crescendo, y hay semanas en que uno puede tener la oportunidad de escuchar a varias de ellas.



Su presencia constituye una verdadera brisa de aire fresco en un país que vive ensimismado mirándose el ombligo, en una especie de neurosis colectiva permanente. La semana pasada, cuando coincidieron en Santiago Fernando Henrique Cardoso, Presidente de Brasil, y Alfonso Guerra, ex Vicepresidente del Gobierno español, fue una de esas semanas notables.



Cardoso copó la banca. Además de inaugurar junto al Presidente Lagos la nueva sede de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso), situada al lado de la Comisión Económica para América Latina (Cepal) -por lo que hay que felicitar de todo corazón a su director, Francisco Rojas, quien logró lo que muchos ilustres predecesores no pudieron, poner un estupendo edificio en el terreno que le donó el gobierno de Chile en 1991-, el Mandatario brasileño dio el vamos en Arica a los corredores bioceánicos. También dio entrevistas a canales de televisión y diarios.



Me correspondió escucharlo en la Sofofa, donde habló durante una hora, sin notas y con la brillantez que acostumbra: se trata de uno de los grandes estadistas de la política latinoamericana y mundial.



Lo conocí originalmente en Washington hace 20 años, cuando trabajaba en el Programa Latinoamericano del Wilson Center y él integraba el Comité Académico Asesor junto a nuestro Ricardo Ffrench-Davis, a Leslie Manigat -quien después sería Presidente de Haití-, Guillermo O’Donnell y otras luminarias de las ciencias sociales latinoamericanas.



Cardoso dirigía entonces Cebrap, un centro de investigaciones situado en Sao Paulo, pero estaba comenzando a tantear el ambiente para ser candidato a senador. En todo caso, era aún plena época de los gobiernos militares en Brasil, y a ninguno de nosotros se nos habría pasado por la mente que Cardoso alguna vez llegaría a ser presidente.



Dado que termina su segundo período presidencial a fines de este año, esta visita a Chile fue una de despedida; por eso es un buen momento para reflexionar acerca de su gestión en Planalto, el palacio presidencial en Brasilia. La verdad es que el Brasil que Fernando Henrique Cardoso le dejará a su sucesor, quien esperamos sea José Serra, su ex ministro de Salud y actual precandidato a la Presidencia – otro gran amigo de Chile que también paso parte de su exilio en nuestro país en los años ’60, y es casado con chilena- es uno muy distinto al que recibió en 1994.



Antes que Cardoso fuera ministro de Hacienda e implementara el Plan Real que lo catapultó a la presidencia, Brasil llegó a tener una inflación de un 40 por ciento mensual. Hoy está entre 4 a 5 por ciento anual. En esos años, la inversión extranjera llegaba a mil millones de dólares al año; el año 2001 llegó a 24 mil millones de dólares, y en 2000 a 33 mil millones de dólares.



Un país con 27 provincias y 5 mil 600 municipios, cada de los cuales se endeudaba más o menos a voluntad, ha sido puesto finalmente en cintura con una ley que pone límites en la materia. Poner orden en un país que es un continente, con 170 millones de habitantes y un PIB de 650 mil millones de dólares (diez veces el de Chile), con una enorme variedad de regiones, etnias y religiones, no es algo menor, y Cardoso lo hizo.



Uno de los logros más significativos lo obtuvo en la lucha contra el sida, en que el ministerio de Salud se atrevió a desafiar nada menos que a las compañías farmacéuticas transnacionales para obtener medicinas a bajo precio. Como resultado, el número de muertes causadas por VIH-sida bajó de 12 en 1995 a seis por cada mil habitantes en 1999.



Por otra parte, un plan de salud orientado primordialmente a la prevención a través de agentes de salud comunitaria y salud familiar logró reducir la mortalidad infantil de 47 a 33 cada mil nacimientos en los últimos diez años.



Cardoso, un gran amigo del Presidente Lagos y con quien tiene mucho en común, ha sido el Mandatario mas efectivo que ha tenido Brasil en el último medio siglo. Mas allá de las etiquetas, ha sido un gobernante que ha combinado la sensibilidad y los valores provenientes de la izquierda con la sofisticación de un científico social de primera línea y una capacidad de conducción política poco común. El resultado es que Brasil es hoy el único país de Sudamérica que, junto a Chile, escapa a la crisis generalizada que afecta a la región.



Al preguntarle a Alfonso Guerra qué es ser progresista hoy, me dijo que significa mantener y aplicar un compromiso de transformación de la sociedad. De acuerdo a ese criterio y a los enormes cambios que ha traído a su patria, poca duda cabe que Fernando Henrique Cardoso ha sido el líder progresista por excelencia de Sudamérica en los ’90.



* Director del Programa Internacional de la Fundación Chile 21.



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