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Tasas de interés y el Banco del Estado

No se requieren sofisticados estudios económicos para comprender que en la medida que la banca aumenta su concentración, tiende a haber menos competencia y, en consecuencia, los precios tienden a mantenerse altos.


En estos días se ha suscitado una polémica pública entre las autoridades económicas y la banca sobre si efectivamente se han traspasado a los consumidores las rebajas en la tasa de instancia monetaria del Banco Central, la que rige al mercado. El hecho que en el año 2001 la banca obtuviera utilidades récord que superaron la cifra de 550 mil millones de pesos, así como el aumento en el spread bancario -la diferencia entre la tasa media de captación y colocación- confirmaría esta tesis.



La inefectividad de la política monetaria no sólo se traduciría en altas tasas de interés para los consumidores, sino en la baja demanda interna en la economía, lo que estaría retrasando la reactivación.



La reciente rebaja a 3,75 por ciento en la tasa rectora del instituto emisor y la consecuente inacción de los bancos fue la gota que rebalsó el vaso del ministro de Hacienda, quien reaccionó airadamente y anunció una investigación para determinar si existe colusión en el mercado. Además, comprometió una revisión del marco regulatorio vigente.



Similar actitud asumió el Superintendente de Bancos, Enrique Marshall, quien declaró que «no hay ninguna razón para que la rebaja de tasas decretada por el Banco Central no sea traspasada a la gente».



La evidencia indica que los bancos sí habrían reducido el costo del crédito a las grandes empresas, pero manteniendo la tasa de interés para créditos personales. Para la pequeña y mediana empresa, en tanto, habrían mantenido niveles exorbitantes.



El sector financiero arguye que las tasas de interés para estos sectores efectivamente son altas, pero se debe al alto riesgo de los préstamos. Niegan, por lo tanto, cualquier acción indebida de su parte, especialmente la insinuación de constituir un mercado oligopólico.



En este contexto, la reacción del ministro de Hacienda y del superintendente resulta algo paradójica, ya que ellos son en gran medida los responsables de la situación actual. Con la fusión del Banco de Chile y el Banco Edwards y la pertenencia de un grupo controlador de los bancos de Santiago y el Santander -ambos aprobados por el Superintendente de Bancos- la banca chilena es uno de los sectores financieros más concentrados del mundo.



No se requieren sofisticados estudios económicos para comprender que en la medida que la banca aumenta su concentración, tiende a haber menos competencia y, en consecuencia, los precios tienden a mantenerse altos.



No obstante, en el caso de Chile la alta concentración tiene como contraparte a un Banco del Estado eficiente y con una alta penetración en el mercado. Normalmente los bancos de este tipo cumplen una función social: proveen de crédito a los sectores que no tienen acceso a la banca formal, y cuando son del tamaño del Banco del Estado chileno cumplen un rol regulador en el sistema, presionando las tasas del mercado a la baja y promoviendo así la competencia.



Lamentablemente, esta institución no ha cumplido durante la década de los ’90 ninguna de las funciones sugeridas. Más aún, la gestión de Jaime Estévez, actual presidente del directorio, ha sido particularmente negativa en este sentido.



El Banco Estado no sólo ha mantenido sus tasas de interés en línea con el mercado: durante los últimos dos años no reaccionó a las rebajas consecutivas de las tasas del Banco Central. Incluso fue necesaria una presión política mayor para que actuara, tal como se ha visto en los últimos días, pero aún así mantuvo las tasas altas para las PYME. La razón de lo anterior es que su política institucional es de competencia con el sector privado. Es decir, no sólo no rebaja sus tasas de interés (pese a que tiene un menor costo de fondo) sino que mantiene una cartera de colocaciones idéntica a la de la banca privada, concentrada en la gran empresa.



Es evidente que la nueva imagen del BancoEstado apunta, al igual que su política institucional, hacia la gran empresa, en contraposición a su declarada función social. A los créditos otorgados a Falabella y Corpbanca, entre otros, habría que agregar el más desafortunado de todos: un préstamo de más de 130 millones de dólares al grupo Luksic para comprar el Banco de Chile, que permitió lograr la fusión con el Banco Edwards. Lo anterior no sólo es la antítesis de lo que debería ser el crédito de un banco estatal, también permitió una mayor concentración bancaria.



El Banco del Estado se vincula con el gobierno a través del ministro de Hacienda. Por lo tanto, quien ocupe este cargo es el responsable político de las acciones de esa institución. En consecuencia, y para este caso, el ministro Eyzaguirre es el responsable de la mayor concentración bancaria en Chile: no sólo otorgó el préstamo al grupo Luksic, sino que autorizó la fusión de los dos bancos a través de la Superintendencia de Bancos, que también depende de él.



Cualquier política seria de un banco estatal debería apuntar a presionar las tasas de interés del mercado hacia la baja, entregar efectivamente crédito a los que no tienen acceso, especialmente la pequeña y mediana empresa. Pero en Chile esto no ocurre.



Más aún, como consecuencia de las declaraciones del Ministro, queda en evidencia la equivocada política que ha seguido el BancoEstado, lo que debería traer cambios. Lamentablemente, como hemos visto en los últimos días, la renuncia de funcionarios de confianza no es una costumbre muy arraigada en la clase política chilena.



* Economista, director de estudios de la Fundación Terram.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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