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Política exterior: «Ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario»

Sostendré aquí que ese principio -¿alquimia, osmosis, quién lo sabe?- terminó por contagiar los últimos años de la política exterior de una Concertación cuyo mayor logro en esa materia ha consistido, justamente, en el regreso a casa del general desde su laberinto londinense.


En la época de auge de su poderío, el Capitán General ponía en cuestión con esa célebre frase siglos de tradición lógica y, desde luego, provocaba risas indisimuladas entre sus detractores.



Sostendré aquí que ese principio -¿alquimia, osmosis, quién lo sabe?- terminó por contagiar los últimos años de la política exterior de una Concertación cuyo mayor logro en esa materia ha consistido, justamente, en el regreso a casa del general desde su laberinto londinense.



En efecto, basta analizar el bochornoso desempeño de nuestra Cancillería y del inefable ex embajador en Caracas para comprobar que el principio opera a las mil maravillas. ¿Condenó Chile el golpe de estado en Venezuela? Respuesta: ni lo uno ni lo otro, sino todo lo contrario.



Veamos. El embajador ni lo condenó ni lo aprobó: lo negó. Para él todo estaba «normal». Claro, no quedaba otra alternativa, y fue destituido. No obstante, cuando la situación aún estaba caliente la Cancillería declaró algo muy grave: «El gobierno de Chile lamenta que la conducción del gobierno venezolano haya llevado a la alteración de la institucionalidad democrática con un alto costo de vidas humanas y de heridos, violentando la Carta Democrática Interamericana a través de esta crisis de gobernabilidad».



Es decir, culpó del golpe no a los golpistas, sino a la ingobernabilidad atribuida unilateralmente a Chávez. ¿Alguna consecuencia? No se oye, pater. Entre otras cosas, porque el pater también patinó, aunque después se enojara con los periodistas que trataron de enrostrárselo.



Lo aclaro de partida: Chávez no es santo de mi devoción y menos aún los grupos fascistoides que disparaban a la multitud que manifestaba en las calles el día previo al golpe. Pero eso es muy distinto a alegrarme viendo a mi gobierno legitimando un golpe de estado en un país hermano. Eso es lo grave. Aunque después traten de arreglarlo.



La saga de nuestra política exterior no comienza ahí. Debe recordarse la intencionada no recepción del Presidente Lagos en el Vaticano, en circunstancias que la audiencia había sido solicitada con tres meses de antelación; la suspensión de la visita del Presidente Toledo a Chile a raíz de la inoportuna compra de los F-16, y también el imbroglio con Cuba a raíz de la situación de los frentistas fugados de la Cárcel de Alta Seguridad, que se destapó con la detención de Hernández Norambuena en Brasil.



La lista podría ampliarse si extendemos el horizonte hacia atrás, pero no parece necesario. Todos estos eventos muestran rasgos comunes: improvisación, impericia, compadritos en cargos estratégicos, falta de coherencia global de la política exterior.



Tal vez si el único factor de coherencia que uno vislumbre es el servilismo ante las administraciones norteamericanas. Llevamos años tratando de ser aceptados a la comunión con el cuerpo místico, es decir, de integrar el tratado de libre comercio con EEUU, México y Canadá. Y, claro, viene el lobo, viene el loboÂ… pero no llega. Esperamos a Godot. Es cierto que un día puede que llegue; en ese momento no podrán acusarnos de no haber hecho méritos.



Por ejemplo, en todo el bochornoso incidente del golpe de Estado en Venezuela, ¿se pronunció algún prócer local sobre el rol de los americanos tras la ingobernabilidad venezolana? Absolutamente nadie. El debate lo han planteado, con antecedentes concretos al respecto, los propios estadounidenses progresistas que se oponen a mantener la tradición golpista de sus gobiernos en América Latina.



Pero en fin, no le pidamos peras al olmo en la era de la globalización unipolar. Para ver que no estamos solos en lo del servilismo, basta analizar el reciente incidente Fox que desató las iras de Fidel.



Finale: ¿Podría ser utilizado el principio «ni lo uno ni lo otro sino todo lo contrario» para evaluar la gestión de nuestra Cancillería en lo que va corrido hasta ahora? Por cierto. Formulemos la pregunta: ¿Hemos contado durante la administración Lagos con una buena o mala canciller? Hemos contado con una excelente, memorable y por cierto muy distinguida… ministra de Justicia.



Post Scriptum:



La realidad es dinámica. Tan dinámica, que termino de escribir mi artículo y al día siguiente me entero que Chile ha logrado el acuerdo político que, entre otras cosas, permitirá la creación de un área de Libre Comercio con la Unión Europea. Es de honestidad intelectual reconocer que este hecho matiza el análisis anterior, pero en ningún caso le resta validez.



Desde el punto de vista de la política de desarrollo es evidente que ese tratado, una vez superadas las barreras de los poderes legislativos de ambas contrapartes, pasará a ser uno de los logros estratégicos de la administración Lagos en materia de política exterior. En el largo plazo indudablemente dará un impulso al crecimiento del producto nacional y tendrá un efecto reactivador.



La lección de ese éxito es clara: se trata de uno de los objetivos de política en los cuales se ha trabajado con más sistematicidad y seriedad desde hace años, ha involucrado a las administraciones Lagos y Frei, y ha sido enfrentado como un verdadero desafío de política de Estado, es decir, estratégicamente en el largo plazo, independientemente del gobierno de turno.



Es justamente esa vía la que deseamos ver consolidada en nuestra política exterior, contra la improvisación y, cuestión muy importante: poniendo al centro el libre comercio, claro, pero también lo que han sido nuestras más preciadas tradiciones republicanas.



* Doctor en Sociología. Coordinador del Seminario Interdisciplinar y titular de la cátedra Políticas del Desarrollo en América Latina en el Magíster en Estudios Sociales y Políticos Latinoamericanos, Universidad Alberto Hurtado.



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