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Luz amarilla: precaución y alerta


Las distintas movilizaciones y protestas que hemos apreciado en el último tiempo encienden una luz de alerta respecto de la agitación social en nuestro país, que evidencia algunos síntomas de desborde que son incipientes aún, pero preocupantes.



Recordemos al respecto las violentas manifestaciones de un pequeño sector de mapuches que ha sembrado el terror en la Araucanía, sin que se les haya aplicado hasta ahora el peso de la ley en toda su extensión; las movilizaciones estudiantiles de estas últimas semanas; la huelga de los funcionarios del Registro Civil; las periódicas protestas de sectores de trabajadores portuarios en Valparaíso; los paros de algunos sectores gremiales de la salud, y las violentas manifestaciones callejeras en San Antonio que terminaron con el saqueo total de una céntrica tienda de esa ciudad, registrado en impactantes imágenes televisivas.



Este clima de agitación social es bastante pernicioso para el país, porque al debilitamiento del principio de autoridad y de la obligación primordial del gobierno de mantener el orden se suma la incertidumbre que provoca en los inversionistas una situación de esta especie, que los lleva a abstenerse de realizar inversiones y, por ende, se alejan las posibilidades de generar puestos de trabajo y mejorar las condiciones de la microeconomía.



Con razón muchos expertos económicos han señalado que las bajas en las tasas de interés decretadas por el Banco Central no bastan por sí solas para reactivar la economía. Se requieren, además, señales claras y oportunas de un gobierno que sea capaz de mantener el orden público dentro del respeto a la diversidad, así como reglas permanentes y sustentables de la actividad económica, incluido el campo tributario, lo cual hoy peligrosamente vemos alejarse.



La debilidad de los gobiernos de la Concertación para enfrentar la violencia y el clima de inseguridad ciudadana, al que contribuyen los desbordes en el orden público, pasa por el éxito que ha tenido el conglomerado oficialista al lograr eliminar la pena de muerte, terminar con la detención por sospecha y ahora, incluso, anunciando la despenalización de la ebriedad y la ingesta de alcohol en la vía pública.



Recordemos, al respecto, que una gran cantidad de delitos se cometen bajo la influencia del alcohol, por lo que es dable esperar que una medida de este tipo solo favorezca la ejecución de más delitos.



Todavía estamos a tiempo para que los errores cometidos se corrijan, para que los problemas ya crónicos que nos vienen afectando como país en las áreas de educación, salud, seguridad ciudadana y otros se resuelvan y, de esta manera, evitemos un pernicioso clima de agitación social que sólo va a acarrearnos más problemas y nos precipitará a crisis más profundas que las vividas hasta ahora.



Estamos con luz amarilla, de precaución y alerta y el futuro próximo de los chilenos depende ahora más que nunca de la actitud del gobierno y de una mejoría sustancial en sus niveles de eficiencia.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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