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El panelista

Luego de haber estado encarcelado un día, que según recuerdo ha sido el mas largo y amargo de mi vida, y durante el cual me pregunté una y mil veces ¿porqué estoy aquí? mis dichos tomaban aún mas fuerza, se hacían carne. Pensé en mi mujer y en mi hija. ¿No eran acaso ellas unas posibles Evas Sánchez?


No resulta fácil escribir sobre uno mismo, menos cuando de lo que se escribe trae tantos recuerdos ingratos, tanto malestar, tanta ansiedad e impotencia. Qué difícil es develar nuestros propios sentimientos, anhelos y frustraciones.



Un día 27 de noviembre del año pasado estaba trabajando en mi oficina cuando sonó el teléfono. «Don Eduardo, lo llaman de Chilevisión… le paso el llamado en la línea uno» dijo mi secretaria Rosita con tono alegre: a ella le gusta verme en las pantallas de televisión.



El motivo del llamado era para invitarme a participar en El Termómetro, premiado programa de discusión y debate ciudadano del cual soy panelista habitual. El tema a tratar eran los errores judiciales en Chile.



La discusión del día abordaba el tema que en torno a esos errores -los cuales son en todo caso reconocidos por los Tribunales de Justicia- las víctimas, por lo general de muy bajos recursos económicos, no reciben la menor reparación del daño causado por el encarcelamiento errado o el fallo inexacto, ni siquiera una disculpa pública.



Así las cosas fui al canal, convencido que como ciudadano me correspondía el deber social de exigir del sistema una mayor humanidad y capacidad de autocrítica, única manera para que las cosas mejoren y para que las equivocaciones sean reparadas.



A las 20 horas comenzó el programa, que se transmite en vivo y en directo, y comenzó el debate. Terriblemente espantoso resultó el desgarrador testimonio entregado en el primer caso analizado, el de los tres jóvenes que pasaron seis largos años privados de libertad tras ser condenados por un delito que nunca cometieron -el caso La Calchona-.



Posteriormente el conductor del programa, Iván Nuñez, entrevistó en el estudio a Eva Sánchez, joven mujer que fue condenada a 15 años de cárcel por el asesinato de su hijo de un año de edad: alcanzó a cumplir 3 años y medio de pena antes que se determinara que era completamente inocente.



Durante la entrevista , Eva Sánchez describió cómo mientras duró su privación de libertad fue objeto de los más atroces vejámenes, entre ellos el ser violada en reiteradas oportunidades al interior del recinto penitenciario. No se le permitió ir al entierro de su hijo fallecido, se le quitó la tuición de su otra hija y recibió un trato espantoso de parte de las otras reclusas, las que dentro de su particular código de justicia rechazan por sobre todas las cosas a quienes matan a sus hijos.



En este escenario, y lleno de impotencia e indignación, fue que vertí las expresiones que dieron origen al proceso en mi contra por el delito de desacato, proceso judicial por el que me encuentro arraigado, sometido a proceso, declarado reo y en libertad bajo fianza, arriesgando una condena de hasta cinco años de cárcel.



Señalé textualmente:
«Aparte de haberle negado la tutoría de su hija, tampoco la dejaron asistir al funeral de su hijo. A pesar de todo eso, también la tuvieron engrillada de manos y de pies, la violaron sexualmente en la cárcel, en forma reiterada y por la fuerza , fue sometida a todo tipo de torturas físicas y sicológicas durante los mejores años de su vida».



«Es una joven buenamoza que de los 19 años hasta los 24 años a estado presa , privada de libertad, y viviendo un infierno. Las cárceles en este país son un infierno nadie sale igual como entra».

«La justicia es inmoral , cobarde y corrupta… porque en ese caso a mí me da rabia y perdóname que alce la voz… pero creo que el no dar la cara demuestra una poca hombría., una mariconada de parte de la justicia chilena, no dar la cara y pedir las disculpas por un hecho tan doloroso para un ser humano, y el Estado de Chile se ha comportado de igual forma, porque ha actuado con una bajeza increíble, es cobarde , es injusto e inmoral, y la Corte Suprema tiene que reconocer, según lo dice la Constitución en el articulo 19 numero 7 letra i, que tiene que indemnizar patrimonial y moralmente por una condena que se ha efectuado en forma errónea e injustificada. Los señores de la Corte Suprema no respetan la Constitución de este país, porque no quieren reconocer un error que es humano, que se puede haber producido en forma involuntaria. Pero no lo quieren reconocer».



Luego de haber estado encarcelado un día, que según recuerdo ha sido el mas largo y amargo de mi vida, y durante el cual me pregunté una y mil veces ¿porqué estoy aquí? mis dichos tomaban aún mas fuerza, se hacían carne. Pensé en mi mujer y en mi hija. ¿No eran acaso ellas unas posibles Evas Sánchez?



En ese momento recordé las palabras del poeta Vicente Huidobro, quien el año 1925 escribió: «la justicia de Chile haría reír si no hiciera llorar. Nuestra justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespirable. Dura e inflexible para los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba. Nuestra justicia esta podrida y hay que barrerla en masa».



¿Será posible que casi 80 años después estemos en el mismo lugar?



Mientras pensaba esto, un gendarme me señaló que tenía una visita. Era la señora Eva Sánchez, quien con los ojos llenos de lágrimas me pidió perdón, pues se sentía culpable de que yo estuviera preso. Con un nudo en la garganta le repliqué que «si tuviera que hacer lo que hice, mil veces lo volvería a hacer».



El mundo está lleno de sucesos terribles ante los cuales resulta sencillo voltear el rostro, pero si hubiera hecho eso, al mirarme nuevamente en el espejo mi cara no habría sido la misma.



Si hubiera guardado silencio me habría encontrado en esos momentos en mi casa presenciando cómodamente una serie de injusticias, que por comunes y reiteradas ya no nos asombran y se asemejan a ficción extraída de viejas películas que no son capaces de hacernos vibrar como seres humanos.



Entonces pensé que no quiero que esto le vuelva a ocurrir a alguien, y lucharé para evitarlo. Al salir de la cárcel al día siguiente, luego que se me concedió la libertad bajo fianza, mis primeras palabras fueron: «juro que seré el último chileno encarcelado por emitir una opinión«.



Hoy llevo cinco meses de intensa lucha, por lograr que las «leyes de desacato» (artículos 263 y 264) que coartan y limitan seriamente la libertad de expresión sean completamente abolidas en mi país.



Hoy no cuento con todos mi derechos ciudadanos, mi ficha de antecedentes dice «procesado», a mi esposa e hijos les dolió verme tras las rejas, pero creo que pese a todo hoy soy mas libre que nunca.



* Panelista del programa El Termómetro.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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