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Parálisis del gasto

Lo importante de lo que planteo es cómo enfrentaremos los próximos tres años. Separaría desde el comienzo el tema del impacto que sentimos hoy por una coyuntura que no hemos podido mejorar, de lo que ha sido la perspectiva gruesa de lo que se ha hecho como obra.


Quiero agradecer a la comisión económica la invitación, y al mismo tiempo decirles que para mí es un momento especial poder encontrarnos de nuevo con mucha gente que veo en la sala. Quince años atrás comenzamos un ejercicio de tratar de entendernos en temas sustantivos, en una cierta visión del país y en una cierta tarea de gobierno. Y aunque al principio las distancias parecían muy grandes, al final esto fraguó en lo que a mi juicio ha sido uno de los proyectos históricos más exitosos de Chile en este siglo, y uno de los más exitosos desde el punto de vista de cualquier análisis comparativo internacional que uno puede hacer. No obstante, al leer los diarios uno encuentra dudas sistemáticas respecto de lo que somos y lo que hemos hecho.



Para mí es muy gratificante reencontrarme en esta mesa con Sergio Bitar y Carlos Ominami, junto a muchos de los que están aquí. Cada uno ha puesto una pieza de un mosaico que creo con el tiempo se considerará una gran obra histórica.



A partir de ahora tomaré tres puntos, y trataré de ir inmediatamente al hueso. En el primero, creo que sufrimos riesgo de contagio y desplazamiento de diagnóstico. Enfrentamos un cuadro macroeconómico particularmente duro, difícil de manejar, inesperado, porque durante buena parte de la década pasada nos habituamos a que los ajustes macroeconómicos eran en el margen y que la economía respondía rápidamente. Había una especie de trayectoria predecible que hacia que todo lo demás fuera llevadero, incluidos los aspectos que no se resolvían y los problemas que estaban pendientes.



Hoy la persistencia del problema del bajo crecimiento, con su principal secuela de desempleo inesperadamente alto, ha hecho que se provoque una especie de desplazamiento de sensaciones, desde acotar el tema al problema de la coyuntura macroeconómica, los instrumentos y la recuperación, hacia una duda sistemática respecto del enfoque completo de política económica, del modelo, de si hacemos o no la política de la derecha o realizamos algo distinto.



Creo que esto es muy riesgoso, porque no estamos ni siquiera en la mitad del gobierno del Presidente Ricardo Lagos. Para llegar a puerto y terminar exitosamente su período, esta administración tiene que contar con un equipo de gente no muy distinta a quienes estamos en esta mesa y en este recinto. Un equipo, por cierto, con muchos actores sociales que cree en lo que hace. Por esta razón aquí reside un problema muy fundamental.



Ahora bien, en cuanto al tema macroeconómico -sobre cuyo diagnóstico no voy a entrar en detalle- creo que estamos básicamente en un problema típico de parálisis del gasto. En el tema del gasto interno me parece que perdimos mucho tiempo haciendo un diagnóstico un tanto equivocado, al decir que lo que ocurre es que se nos deterioró el ambiente externo y, por lo tanto, debemos esperar a que Estados Unidos se recupere. O consolarnos en que no estamos tan mal porque los países de al lado están peor que nosotros.



Eso distrajo nuestra atención, hasta que en el curso del verano, con el peso de las cifras, y ahora con las cuentas nacionales nuevas, hemos visto con mayor razón que el deterioro de la demanda interna es en realidad un problema que venía acumulándose poco a poco desde por lo menos 18 meses atrás.



¿Hay, por lo tanto, un problema de demanda interna o gasto interno? ¿Qué le pasa a la gente? ¿Por qué la gente no gasta? Sobre esto se ha especulado mucho. Creo que hay un cierto shock entre las personas, sobre todo en sectores medios que creo explica la fuerte caída del ítem. Es gente que pasó desde los horizontes de crecimientos esperados, programados, de ingresos disponibles de 5, 6 ó 7 por ciento al año, a una caída de los ingresos disponibles.



Esto lo sufre parte importante de los sectores medios. La clase media, según una encuesta, bajó sus ingresos en los dos últimos años, y eso frente a una situación en la cual las familias tenían una programación de gastos bastante automática debido a ese horizonte de crecimiento indefinido y rápido.



Tasas altas



Pero este cuadro, acompañado por el tema del desempleo o la amenaza del desempleo, no es un fenómeno exclusivo de Chile. Los japoneses lo han estado viviendo en una escala mucho mayor durante toda la década de 1990. Son fenómenos difíciles de revertir, particularmente si uno tiene en el lado fiscal una regla claramente definida que reduce los grados de libertad de lo que uno puede hacer en ese flanco. Nos hemos concentrado entonces en el tema monetario, en el que hay una discusión: si la política monetaria ha sido expansiva efectivamente o no. Creo que ha sido mucho menos expansiva de lo que se dice.



Por otro lado, está el tema de la efectividad del proceso de traspaso de tasas. Creo que es efectivo lo que ha dicho el presidente del Banco Central en cuanto a que el 85 por ciento de los clientes de los bancos no ha visto rebajas en las tasas. Se puede decir, «bueno, pero no importa mucho, porque el 90 por ciento de los créditos, que son los de las empresas grandes, sí ha sido beneficiado por las rebajas de tasa«.



Luego, desde el punto de vista de la política monetaria y su impacto, la proporción que no se ha visto beneficiada por dicha tasa es un porcentaje pequeño. Lo que pasa es que involucra a un gran número de actores: todos los consumidores y casi todos los pequeños empresarios. El pequeño empresario perdió liquidez o capital de trabajo con el alza de las tasas de interés, y los consumidores están endeudados.



El otro día se conoció una cifra de la Cámara de Comercio según la cual una persona con ingresos de 450 mil pesos ve comprometido su flujo de pago entre 12 y 24 meses, y por lo tanto, no tiene la capacidad de gasto.



¿Cuál es el problema? Que nos hemos comprometido con una política fiscal con reglas claras y una política monetaria que no produce resultados en el tiempo que pensábamos que los iba a producir. Eso provoca desconcierto, desazón y descontento.



¿Cómo se sale de este cuadro? Bueno, yo no voy a decir cosas muy novedosas. Pienso que todavía hay un margen de reducción de tasas. La tasa real en Chile hoy está alrededor del 3 por ciento. Tenemos una inflación de 1 ó 1.5 por ciento. Hemos tenido inflación cero en cuatro meses. La tasa real en EEUU es de 0 por ciento. Hay un margen de baja de tasas. Creo que hay que hacer bastante en términos de qué reglas ponemos para que el sector financiero no solo preste a sus clientes grandes, sin riesgo o con riesgo mutuo, y establezca como un objetivo de su política prestarle a clientes más riesgosos.



¿Qué hacemos? No tenemos un aparato institucional que resuelva ese problema alternativo a los bancos. Creo que hay un margen y que la Superintendencia de Bancos no ha hecho lo que debía para revisar los sistemas de provisiones, y para tener un mecanismo de incentivo económico destinado a que los bancos se aventuren un poco más hacia servir a sus clientes que tienen un riesgo promedio un poco más altos con respecto al que a ellos les gusta prestar.



Aquí hay un problema serio. Y pienso, francamente, que hemos llegado tarde. Nos hemos demorado mucho. Este es un tema que a Sergio Bitar le he oído hablar con el Ministro de Hacienda, con el Superintendente no sé cuántas veces, y todavía no vemos cuáles son las nuevas normas de provisiones que, por ejemplo, van a permitir que la banca preste por segmento.



Bueno, ese es un tema. Después está el de la política fiscal. En esto coincido con lo que decía Sergio Bitar: tenemos que lograr un equilibrio sutil y difícil en no negarnos a usar la política fiscal más activamente, porque creo que seria insensato hacerlo. Si uno ve lo que se está haciendo día a día en EEUU y cómo salió de una recesión en tres meses, uno se encuentra con una mezcla de política monetaria extremadamente agresiva (11 bajas de tasas en un año) y una política fiscal expansiva.



Debemos al menos analizar ese tema. No podemos lanzarlo por la borda sin antes tener un análisis muy cuidadoso del compromiso de la regla que ha establecido el gobierno. Eso tiene un valor simbólico y un valor real en términos de riesgo país. También tiene un valor para la autonomía del Banco Central.



Este tema lo he conversado con el ministro de Hacienda, y mi impresión es que hay un talón de Aquiles en la política económica: la estimación del crecimiento potencial. Hacienda determina una baja del techo de crecimiento que para mí no tiene una explicación desde el punto de vista estructural. Hacienda dice que el crecimiento potencial de la economía es de 4.9 por ciento, y yo creo que están más cerca de 6 por ciento. Lo que hemos acordado es que se va a formar una comisión de expertos, de gente impecable desde el punto de vista técnico, para que realmente examine cómo se está determinando la tasa de crecimiento, proponiendo maneras y alternativas que den tranquilidad sobre este tema.



El crecimiento de la economía es un punto importante. No veo por qué esta economía, que hasta el año antepasado tuvo una tasa de inversión muy alta y que tiene su sector productivo intacto, que tiene bajo riesgo-país y que puede endeudarse externamente a un costo bastante bajo, vio bajar su techo de crecimiento repentinamente de 7 por ciento a 4.9 por ciento.



Esta es una discusión legítima, y si nos convencemos entre nosotros y convencemos al mercado que en realidad hay una subestimación de la tasa de crecimiento potencial, creo que podremos mantener las reglas y tener un margen adicional de expansión del gasto público o de reducción de impuestos. Ese es un elemento que hay que considerar en la discusión.



Un experimento inédito



Menciono rápidamente dos temas adicionales. Uno ya lo cubrió muy bien Sergio Bitar, así que lo voy a exponer al final. El otro tema, además de esta dificultad para empujar la economía y generar empleos, es sentir que estamos en medio de un experimento inédito en Chile y prácticamente en el mundo, cuyas consecuencias recién empezamos a visualizar.



Un efecto muy «insegurizador» sobre nuestra gente, sobre las personas. El experimento consiste en que fuimos tomando la decisión en el tiempo de entregar a la gestión privada servicios básicos esenciales para la población, y como era una experiencia inédita, hemos ensayado distintas maneras de tratar de conciliar la defensa del consumidor en el sentido de tener un servicio disponible de calidad, una buena cobertura con una tarifa razonable, y por otro lado darle incentivo a la empresa privada que se metió en este negocio para que haga la tarea que el Estado no habría podido hacer por su limitaciones presupuestarias.



Este plan fue el que nos permitió invertir más rápidamente en descontaminación de agua, en teléfonos disponibles, en electrificación rural y otros avances.



Creo que ese experimento, que ha estado en marcha, hoy está cuestionado por una razón muy simple: somos parlamentarios, y cualquier parlamentario que va a su zona el fin de semana llega convertido en una persona que ha tenido que absorber las presiones de gente que legítimamente reclama porque su cuenta de agua aún está en un porcentaje que no le parecen razonable.



Y no es un problema una localidad, sino un problema general. Es un tema que da para largo y lo vamos a discutir en el Senado, pero quisiera decir que tenemos este desafío. Hemos sido muy vacilantes, hemos vacilado entre aflojar a la presión de empresas que nos paralizan o simplemente no hemos tenido capacidad de estipular una repuesta adecuada.



También tenemos problemas de fiscalización de abusos.



En resumen, creo que tenemos que perfeccionar. Me parece que en el fondo de un tratamiento visible entre los sectores principales, una solución sería la creación de una especie de tribunal económico formado por un grupo de personas altamente profesionales y absolutamente independientes, que tuvieran autonomía, trabajaran full time, y bien pagados, el que se convirtiera en la instancia a la cual se podrá recurrir en cualquiera de los tres sectores cruciales: telecomunicaciones, energía y sanitarias.



Si uno piensa cómo en una economía global vamos a tener un juicio de 7 u 8 años de la CTC contra el Estado, ¿qué va a pasar con los programas de inversión, o con la capacidad de respuesta de las empresas de telecomunicaciones frente a sus competidores en los mercados internacionales? Es decir, los ritmos aquí no tienen nada que ver con las exigencias.



Probablemente deberíamos eliminar el tener siempre dos estudios que de alguna manera siempre terminan promediándose, lo que obliga a elevar artificialmente la estimación de costos, por un lado, y a bajar artificialmente, por otro. Deberíamos hacer una licitación para contratar el mejor estudio, con la mejor consultora a nivel internacional que se pueda conseguir. Después de hacerlo, los reclamos deberían presentarse ante este tribunal.



Por último, el otro día se planteó en torno al tema de la tributación que debería haber una instancia similar a la que existe en el caso del Banco Central, cuyo presidente tiene que ir cada tres meses a la Comisión de Hacienda del Senado a explicar lo que se está haciendo y los resultados que tiene. En tributación debiera haber una instancia similar: cada tres meses la autoridad máxima reguladora, como jefe del servicio respectivo, debiera ir al Senado a explicar lo que ha hecho, por qué lo ha hecho, los reclamos que ha efectuado y si el sistema funciona o no adecuadamente.



En los temas de estrategia de desarrollo coincido absolutamente con lo que decía Sergio Bitar. Creo que hemos tenido una tremenda división ideológica. Tenemos dos experiencias buenas, pero que son con referencias casi monótonas en la dirección de lo que debiéramos hacer como proyecto de país. Una es la Fundación Chile y otra es Corfo.



La Corfo está haciendo un esfuerzo muy interesante en el tema de las nuevas tecnologías, un esfuerzo bien pensado pero absolutamente limitado en posibilidad de cumplir su misión: ampliar la base de desarrollo más allá de la explotación de los recursos naturales.



Lo importante de lo que planteo es cómo enfrentaremos los próximos tres años. Separaría desde el comienzo el tema del impacto que sentimos hoy por una coyuntura que no hemos podido mejorar, de lo que ha sido la perspectiva gruesa de lo que se ha hecho como obra. Quiero sostener aquí que el crecimiento con equidad, o cualquier otro nombre que se le ponga, es una hipótesis absolutamente válida, vigente, que ha tenido resultados en muchos sentidos espectaculares. Nuestro desafío en este momento es cómo renovar este proyecto para una nueva etapa, y en esa tarea las dudas sistemáticas respecto a la validez de lo que hemos hecho no nos ayudan en absoluto, generan confusión, debilitan al gobierno y nos hacen perder electorado.



Veo casi quince años después casi a los mismos que estábamos quince años atrás. Siento que tenemos una enorme responsabilidad para generar las ideas y la voluntad de construir esa nueva etapa.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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