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El desnudo, el arte y la polémica

De mi encuentro con Spencer Tunick puedo decir que me sorprendió su entusiasmo con el proyecto, porque según dijo, de los países de Sudamérica Chile era de donde más correspondencia había recibido.


A propósito de la reacción negativa sobre la presentación del trabajo de Spencer Tunick que se realizará en Santiago, vemos una vez más iniciarse, con el peso de la contradicción entre el infortunio y lo afortunado, una polémica sobre un trabajo de arte desde la óptica del escándalo.



Infortunio por lo que exhibe, fortuna por el espacio que podría abrir para un apropiado debate. Nuestra breve historia del arte actual resulta extensa en esto.



La polémica que vuelve a demostrar la similitud de la esfera del arte con la figura que hace de esta forma geométrica Giordano Bruno, citado por Borges (Otras Inquisiciones: La Esfera de Pascal), como una maravillosa e inquietante metáfora del universo, diciendo que su centro está «en todas partes y la circunferencia en ninguna».



Se difumina por esta condición, como el arte, en la vida misma, enriqueciéndola con su pregunta por los significados convencionales y llevándola a una exploración de posibles, más allá de todo riesgo, sin el cual estaríamos condenados a lo irremediable.



Sin embargo, para introducirnos en la esfera del arte, la que se origina por su misma diseminación en la vida, y que a su vez es origen en gran medida de su sentido, es preciso situarse en ella y ser capaces de ver desde allí cada una de las obras en el contexto de su historia, para acercarnos a la comprensión de las imágenes que nos hereda como vestigio de nuestro imaginario.



Es interesante constatar lo que una obra provoca como respuesta, y preguntarse por el origen de esta reacción, porque estas polémicas general e inevitablemente no consideran los contextos de producción de la obra en su historia y contemporaneidad.



El desnudo como representación ocupa un tramo tan extenso en la historia del arte como la historia misma de la humanidad, y en los últimos años ha sido traído por la fotografía y por su presentación directa infinidad de veces, ofreciéndose a la reflexión crítica como todo trabajo de arte.



Entonces, el rechazo pareciera venir del «país de ninguna parte». Así también, esta polémica no hace sino poner en escena, una vez más, el rol develador del trabajo de arte, mostrando justamente a la misma sociedad donde se inscribe. Por lo tanto, debemos considerarla, aun desde su negatividad, como parte del trabajo que la provoca.



Debemos preguntarnos por la apertura o cierre de la circunferencia que la determina, una respuesta que sólo es posible reconocer en la experiencia cumplida que el trabajo de arte reclama de nosotros.



Conocí a Alfons Hug, el curador de la 25Åž Bienal de Sao Paulo, en noviembre del año 2001, cuando nos propuso la oportunidad inédita en la historia de la Bienal de realizar una selección para exhibirla justamente en Chile.



Por esta razón viajé especialmente a conocer los artistas seleccionados por Hug: de mi encuentro con Spencer Tunick puedo decir que me sorprendió su entusiasmo con el proyecto, porque según dijo, de los países de Sudamérica Chile era de donde más correspondencia había recibido.



Entonces, pareciera que existen otros discursos sobre esta obra. Por eso, sea bienvenida una polémica que permita su emergencia, y que se ofrece, además, como oportunidad para hablar del arte de hoy y por lo tanto de nuestro hoy día. Por esta razón agradecemos especialmente los espacios que se abren para ella.



* Director del Museo de Arte Contemporáneo.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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