Publicidad

Una fotografía sin revelar

El propio Presidente de la República calificó el desnudo colectivo del domingo último como propio de un país «buena onda». No sabemos a qué buena onda se refiere, pero lo claro es que ellas le han ayudado, sin querer tal vez, a tender una cortina nudista sobre los problemas reales que siguen sin solución.


Es imposible abstraerse a la discusión que se ha generado por proyectos de diferentes personas relacionados con mostrar desnudos en la vía pública.



Más allá de si el paseo de una adolescente desnuda por calles de Santiago o la foto colectiva de tres a cuatro mil personas en las inmediaciones del Parque Forestal es arte o no, hay un asunto que debe llamarnos la atención como país y sobre el cual hay que reflexionar.



Digamos de partida que el cuerpo humano ha sido objeto de inspiración de los más grandes artistas de la humanidad, que lo han pintado, fotografiado o esculpido en la privacidad de sus atelieres. Así, lo que se presenta a la exhibición pública para ser contemplada y admirada en toda su trascendencia estética es la obra del artista… y no necesariamente los modelos.



Pero aún dejando de lado los aspectos morales -incluso legales- que se han planteado en los últimos días, hay que poner especial atención a una situación de fondo, que enciende una luz que debemos filtrar.



¿Cuál es el fondo de estas manifestaciones? Desde luego, no estoy entre quienes puedan sentirse ofendidos o escandalizados con dichas iniciativas. Mas bien estoy entre quienes tienen una justificada inquietud y un cierto grado de pena sobre cuáles son las motivaciones de estas expresiones y a qué obedecen.



Chile está siendo testigo de una creciente desvalorización y relativización de sus principios. Es justamente en este contexto en donde estos paseos al aire libre y sus desnudos mas bien «gélidos» nos plantean la interrogante de hacia dónde va nuestra sociedad.



Los medios de comunicación social han tenido con estas expresiones una noticia de primera plana, pero aún no hemos sabido de un análisis más serio y de fondo para saber responder a este tipo de destapes. Si ello es por más libertad, uno se pregunta en qué está fallando el régimen concertacionista, que se ha esmerado en poner encima de la mesa una discutible «agenda valórica libertaria».



El propio Presidente de la República calificó el desnudo colectivo del domingo último como propio de un país «buena onda». No sabemos a qué buena onda se refiere, pero lo claro es que ellas le han ayudado, sin querer tal vez, a tender una cortina nudista sobre los problemas reales que siguen sin solución, o que probablemente dejan en paños menores la escasa creatividad e iniciativa para resolverlos.



El estado de intemperancia tanto física como valórica que dan cuenta los medios sobre algunos de los concurrentes a la famosa fotografía nos indica de un cierto grado de escapismo o de exhibicionismo y de muchas trancas no disimuladas que vive una parte de la sociedad chilena que debemos situar en su exacta dimensión.



Pero todo lo anterior no debiera asombrarnos en demasía. El fotógrafo estaba en lo suyo, y cada uno de los que participaron debe tener una explicación, ya que de otro modo la gripe que se agarraron será inolvidable. Lo que importa finalmente es la reacción positiva que se produzca en los chilenos, y en especial de su juventud, ya que puede constituirse en un detonante para generar una reacción constructiva que permita enorgullecernos de tener principios y valores sólidos, sin temer a «desnudarlos», porque la corriente de lo «político y socialmente correcto» vaya hacia otro lado.



Esta es una fotografía que aún no termina de revelarse.



______________



Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias