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Compromiso Chile-UE pasa a etapa de acción común

Haber terminado nuestra negociación de asociación bajo la presidencia española fue una decisión especialmente correcta, pues es evidente que en el próximo semestre el objetivo de la Unión será armonizar su negociación con los países candidatos.


Nuestro acuerdo con la Unión Europea se tomó en el momento preciso. Esa es una de las conclusiones a la que podemos llegar si apreciamos las últimas decisiones de este bloque. Otra es, por cierto, que debemos prepararnos para un trabajo conjunto en el ámbito político, considerando nuestra calidad de asociado.



Cabe tener presente que al concluir recientemente en Sevilla el último Consejo Europeo de la Presidencia española se destacaron en la agenda tres temas especialmente relevantes: la coordinación en la lucha antiterrorista, el consenso de una política común de inmigración y la ampliación de la Unión Europea, que en un futuro próximo pretende incorporar a algunos países de Europa del Este y mediterráneos como miembros plenos.



Estos mismos temas constituirán un desafío para la presidencia danesa, que comenzó el 1 de julio, y un aspecto que requerirá una especial agudeza política. Así, la coordinación de la lucha antiterrorista deberá ser enmarcada dentro de un sistema jurídico, en algunos casos modificando y perfeccionando instrumentos legales dentro de un sistema democrático.



La UE también tendrá que conciliar una política común en materias de inmigración que fomente la inmigración legal y combata a las mafias que hacen del trafico de seres humanos un crimen condenable no sólo para quienes lo practican, sino extensivo a quienes lo permiten.



Pero es en el terreno de la ampliación donde la Unión Europea deberá demostrar toda su capacidad negociadora para poder superar los obstáculos que presenta cada uno de los diez países aspirantes a la asociación. Hay problemas políticos, de orden jurídico y desde luego de tipo económico: lo extenso de esta negociación nos indica lo difícil que es cumplir los estándares políticos y económicos exigidos por la Unión.



Cuando el comisario Chris Patten expresó en mayo pasado que Chile era un país que cumplía con toda la normativa de Maastricht y que de no mediar el Atlántico indudablemente Chile sería un país de la Unión, no era un halago o una expresión de buena crianza. Lo del comisario Patten fue más bien el reconocimiento a un país que ha logrado desarrollar un sistema jurídico, un orden económico y reformas políticas que lo ponen en la dimensión que los europeos llaman «buen gobierno».



Haber terminado nuestra negociación de asociación bajo la presidencia española fue una decisión especialmente correcta, pues es evidente que en el próximo semestre el objetivo de la Unión será armonizar su negociación con los países candidatos.



En el futuro próximo, nuestra relación con la Unión Europea pasará a la etapa de la acción común. Deberemos trabajar en concordar una política para presentarla en la Cumbre de Desarrollo Sostenible en Johannesburg, coincidir en reforzar los instrumentos para la prevención de conflictos e incluir en el dialogo político la lucha contra el terrorismo.



Nuestra agenda de trabajo en el futuro estará fuertemente marcada por el compromiso que significa el acuerdo de asociación con la Unión Europea, no solo conciliando posiciones políticas en foros multilaterales o en cumbres internacionales, sino incorporándonos a la dimensión política de un mundo globalizado para hacer de ésta un instrumento al servicio de la equidad social, la justicia y los derechos humanos.



* Ministra de Relaciones Exteriores.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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