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Los capitalistas contra el capitalismo

Ahora no sólo las grandes firmas de contabilidad, las auditorias, las clasificadoras de riesgo y otras, han quedado bastante desacreditadas, sino que también muchos de los consejos de administración, los auditores internos incompetentes, así como la negligencia de unos organismos reguladores indiferentes o coludidos con el éxito del sistema, han permitido que se desvaneciera la imagen de unas normas y medidas de protección rigurosa.


En el medio latinoamericano y nacional, muchos no se explican la gravedad de lo que está ocurriendo en el corazón de la economía estadounidense, esto es, en el centro del capitalismo mundial.



Durante décadas, por no decir los últimos dos siglos, el sistema capitalista ha sido el protagonista principal en la lucha mundial por la supremacía económica. En esto ha debido enfrentar a los más diversos opositores, entre los que se distinguió el enfoque alternativo de las economías centralmente planificadas. Ahora último, ni siquiera la agresión directa del terrorismo contra el principal centro financiero del capitalismo ha conseguido disminuir su empuje y supervivencia.



Sin embargo, en los últimos meses, una impresionante oleada de corrupciones empresariales está provocando la más grande incertidumbre e interrogante del último tiempo que se extiende por muchos lugares, dentro y fuera de Estados Unidos, al punto que Kurt Eichenwald, columnista del New York Times, se preguntaba: ¿Puede sobrevivir el capitalismo a las acciones negativas de los propios capitalistas?



¿De qué se trata la situación actual?



Los escándalos ocurridos en el mundo empresarial norteamericano en los últimos meses, han tenido siempre como principales protagonistas a los altos ejecutivos que traicionan al mercado (esto es a los accionistas, a los empleados y a los consumidores) por su propio interés a corto plazo. Los casos se han multiplicado entre las empresas y bancos más grandes del mundo. Todas las historias al final se reducen a lo mismo: las empresas han mentido y han adulterado la realidad de sus balances y estados de cuentas y los inversores (los accionistas o ahorrantes), han pagado con enormes pérdidas.



Ante estos fraudes, los más fervorosos partidarios del sistema capitalista de libre mercado han querido disminuir los hechos señalando que nada nuevo ha sucedido, ya que los trucos empresariales no son cosa nueva en ningún lugar de la tierra. Sin embargo, las enormes pérdidas de capital de las empresas, más las evaporación de las platas de los ahorristas, rápidamente los han silenciado. Además, se ha debido reconocer que estos fraudes han tocado el más preciado bien del capitalismo, esto es, la credibilidad del sistema de control financiero y a la fe de los que ponen sus ahorros en los mercados de capitales, que es el motor principal que ha permitido sostenerse y desarrollarse al capitalismo de tipo norteamericano.



Para entender en toda su magnitud el valor de la credibilidad y de la fe en el mercado de capitales norteamericano, es necesario recordar que esa forma de capitalismo, tiene como una de sus características más importantes la de la inversión de las personas en acciones, por lo cual la propiedad de las empresas en Estados Unidos esta mucho más repartida que la que se observa en el medio latinoamericano. Se estima que más de un 60% de la población adulta tiene ahorros en acciones.



En el medio latinoamericano y nacional en cambio, el capital de las más grandes empresas esta normalmente concentrado en el 5% más rico de la población, los que habitualmente son simultáneamente: accionistas, empresarios y ejecutivos de las grandes empresas y por lo mismo, supervisan y dirigen directamente su propio accionar.



Algunas experiencias anteriores



Después de la gran crisis de los años 30, los millones de pequeños accionistas aprendieron duramente y con grandes pérdidas, lo que era la manipulación de los precios de las acciones, la información privilegiada y la especulación a través de los llamados fondos de inversión, que produjeron grandes fortunas para los capitalistas (los ejecutivos) pero que habían costado casi la totalidad de sus ahorros a todos los pequeños accionistas.



Como consecuencia, el gobierno de los Estados Unidos introdujo múltiples mecanismos de control, dictando expresamente las leyes del mercado de valores y creando un nuevo organismo federal, la Comisión del Mercado de Valores para vigilar la aplicación de las nuevas leyes y de los controles. La transparencia, se convirtió en el elemento fundamental del sistema.



En el caso de Chile, después de la gran crisis económica y financiera de 1982, el Gobierno Militar debió también establecer múltiples medidas de regulación y reforzar los controles mediante las Superintendencias de Bancos y de Sociedades Anónimas a instancias del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, que acudieron en auxilio de la quebrada economía nacional. De lo que se trataba, era de diferenciar entre el interés público y los intereses privados, así como también de terminar con las irregularidades y el flujo de ejecutivos que se cambiaban cotidianamente entre posiciones bancarias privadas y los Ministerios de Hacienda, Economía, el Banco Central y la CORFO y viceversa.



En consecuencia, el resultado habitual de todos los periodos posteriores a este tipo de crisis financieras, son un conjunto de regulaciones y nuevas medidas de protección para resguardar a la población de los capitalistas con más poder. Sin embargo, todas las nuevas regulaciones y las medidas de protección se van diluyendo en el tiempo, y al final el sistema siempre sigue dependiendo de la confianza, en este caso, la confianza en unas personas que no son ni los propietarios de las empresas ni la gran masa de empleados o trabajadores de ellas.



De siempre, el capitalismo ha tenido como objetivo básico la obtención de utilidades. El que las obtiene sobrevive y el que no desaparece. Siempre ha sido evidente que si a los capitalistas se les deja operar con toda libertad, con mucho poder individual, sin supervisión y sin regulaciones, obviamente buscaran siempre la forma de obtener el máximo beneficio individual, de cualquier manera, aunque eso signifique engañar a los accionistas, los trabajadores, consumidores y a todos los que les sea posible.



Situación actual y perspectivas



En definitiva, ahora no sólo las grandes firmas de contabilidad, las auditorias, las clasificadoras de riesgo y otras, han quedado bastante desacreditadas, sino que también muchos de los consejos de administración, los auditores internos incompetentes, así como la negligencia de unos organismos reguladores indiferentes o coludidos con el éxito del sistema, han permitido que se desvaneciera la imagen de unas normas y medidas de protección rigurosa.



En síntesis, la crisis en la confianza de la gran masa de accionistas se está convirtiendo en un aspecto fundamental para los dirigentes políticos de Estados Unidos y del mundo desarrollado, en un instante en que todo el mundo tiene como referencia principal al modelo norteamericano, un modelo que Estados Unidos en la práctica ha insistido que sigan todos los demás.



La gran incertidumbre de fondo es entonces: ¿será posible que la mentalidad estrecha y ambiciosa de un conjunto de ejecutivos capitalistas vaya a destruir el capitalismo?, ¿será posible que esta situación vaya a provocar cientos de bancarrotas, a provocar la quiebra de bancos y a resultar en una gran recesión económica mundial?.



De manera ecuánime, no parece probable. Todo el mundo ha vuelto a entender que el daño a la confianza de los accionistas perjudica al mercado, el que a su vez perjudica a la capacidad de las empresas de reunir el capital necesario para crecer y ser rentables.



Lo más probable es que el capitalismo supere esta arremetida de los capitalistas más audaces y especuladores. Probablemente los pequeños accionistas habrán aprendido una vez más la lección, es decir, estarán menos dispuestos a aceptar fácilmente las últimas modas, más desconfiados de las cifras permanentemente exitosas y más preocupados por la transparencia y las cifras verdaderas.



Lamentablemente, la memoria financiera no dura demasiado, por lo cual esta situación durará lo que dure el recuerdo de este periodo, hasta la próxima vez que una nueva burbuja financiera produzca un mercado en expansión y se vuelvan a desatar las ansias de la riqueza fácil y el atesoramiento sin trabajo.



En todo caso, lo que esta haciendo más impactante todo este episodio, que aún durará a lo menos un par de años más, es que no se pensaba que tan sólo a 12 años del término de la guerra fría -en que se extinguió el comunismo, el más grande y perverso enemigo del capitalismo- las autoridades y poderes del Estado Norteamericano actual iban a tener que defender al capitalismo de sus propios capitalistas.



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* Ingeniero Civil de la Universidad de Chile y Doctor en Economía en la Universidad de Cornell, consultor internacional, miembro de la Comisión Económica y Social de la DC, ex director del BID.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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