Publicidad

El SIES, la democracia y el centralismo santiaguino

El espectáculo que se da es simplemente lamentable. Uno esperaría otra actitud de los rectores de nuestras casas de estudios superiores. La democracia consiste en que tras la deliberación viene la resolución, y cuando ella es adoptada debe ser respetada. Lo contrario es la anarquía.


Siendo profesor de la Universidad de Chile y ejerciendo la libertad que la Casa de Bello profesa, quiero manifestar mi dolor por la actitud adoptada por su rector a propósito del SIES. Junto al rector de la Universidad de Santiago, acaba de anunciar que no respetará el acuerdo adoptado por el Consejo de Rectores en julio de este año. Se utilizará la PAA para postular el 2003 a la principal casa de estudios del país.



Me produce extrañeza esta resolución, pues todos los que hemos dado la PAA sabemos que se trata de un examen con evidentes deficiencias. Basta indicar que evalúa aptitudes y conocimientos que poco y nada tienen que ver con la enseñanza recibida. Y tan malo como eso, claramente es parte de un sistema que discrimina a los jóvenes provenientes de colegios municipales o subvencionados por el Estado.



Sabemos que solo un diez por ciento de los jóvenes del quintil más bajo entran a la universidad, contra un 65 por ciento del quintil más alto. Finalmente, la PAA es una prueba aprobada en 1967, y creo que es bastante evidente que el mundo y la educación han cambiado en este largo lapso. Por lo anterior, creo que el peso de la prueba recae sobre el que alega que lo bueno es mantener lo antiguo. Si queremos incorporarnos a un nuevo mundo, es obvio que debemos innovar y ser creativos.



Sé que los tres puntos planteados anteriormente son discutibles. De hecho, no soy ningún experto en el tema. Pero como ciudadano informado que soy, creo que tengo el derecho y el deber de opinar. Entiendo que el propio rector de la Universidad de Chile fue tan lejos en la crítica contra la PAA que pidió su reforma en 2000, y señaló que la haría en forma unilateral. Y en enero de 2001 concurrió al acuerdo unánime del Consejo de Rectores en orden a cambiar la PAA.



Más allá del fondo del debate, creo que la actitud de los rectores Zúñiga y Riveros causa tres daños enormes que ellos debieron sopesar.



El primero de ellos es el fuerte golpe dado a la única instancia que quedaba para dar un poco de orden y armonía a un sistema educacional francamente caótico. El explosivo crecimiento de la educación superior, que ya alcanza a 470 mil jóvenes -un 30 por ciento de los jóvenes entre 18 y 24 años- debe ser orientado, cuando no regulado, de mejor manera.



Todos sabemos que el explosivo crecimiento de algunas carreras no tiene sentido. Todos compartimos que es malo un sistema de educación superior en que la proporción entre carreras técnicas y profesionales es de uno a cinco en contra de las primeras. Todos nos quejamos que la falta de calidad, pluralismo, investigación y generación de ciencia y tecnología es francamente lamentable en la mayoría de las universidades privadas no tradicionales.



Y justo el organismo no estatal que reúne a las mejores universidades de Chile es quebrado en los hechos por dos rectores que una y otra vez han reclamado en contra de las situaciones indicadas. Y las posibilidades de autorregulación y orientación concertada del sistema de educación superior se alejan. Si todo se deja al libre arbitrio de cada casa de estudios, en salvaje competencia por imponer sus intereses y propuestas, ¿por qué no derechamente privatizar las universidades públicas, muchas de las cuales están al borde de la quiebra?



En segundo lugar, el espectáculo que se da es simplemente lamentable. Uno esperaría otra actitud de los rectores de nuestras casas de estudios superiores. La democracia consiste en que tras la deliberación viene la resolución, y cuando ella es adoptada debe ser respetada. Lo contrario es la anarquía. Y justamente los enemigos de la democracia la han criticado como el gobierno de los habladores que no toman decisiones y que hacen imposible toda autoridad.



En este caso, el Consejo había resuelto. Buena o malamente, pero resuelto estaba el cambio de sistema por 22 de 25 rectores. La democracia, al renunciar al uso indiscriminado de la fuerza física, se transforma en el más débil de los regímenes políticos cuando la autoridad basada en la persuasión, la legalidad y en la votación no es respetada.



En tercer lugar, no me deja de entristecer el hecho que esto se produce justamente cuando la cabeza del Consejo de Rectores es ocupada por una universidad de regiones. ¿Hubiera pasado esto si la Universidad de Chile u otra universidad de Santiago hubiera estado dirigiendo el Consejo de Rectores? Aquí hay francamente un unilateralismo y un centralismo negro, muy negro.



Espero que en la sesión de agosto del Consejo de Rectores vuelva a reinar el acuerdo. Eso es lo que uno esperaría de los líderes de la educación superior chilena. Si no, que don Juvenal Hernández y don Enrique Molina nos lo perdonen.



_______________

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias