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Gracias, Domingo, pero…

Ya se produjo un daño: misteriosamente hemos pasado de debatir acerca de los impuestos que deben pagar los más pudientes para financiar el AUGE o las empresas mineras extranjeras, a deliberar entre nosotros acerca de la privatización de empresas públicas.


Ante mis críticas, expresadas en El Mostrador.cl, por la propuesta del PPD en orden a privatizar empresas públicas, Domingo Namuncura me ha contestado. Me ha aclarado que se trata de una resolución en la que se llama a «abrir un debate participativo» del tema. Nada más. Y entre líneas me señala que los liberales existen en el PPD y que tienen todo el derecho de plantear sus ideas, aunque cree que su centroizquierda es la más representativa.



Gracias, Domingo, por la aclaración que evita un error -no hay acuerdo definitivo en el PPD acerca de las privatizaciones-, pero ya se produjo un daño: misteriosamente hemos pasado de debatir acerca de los impuestos que deben pagar los más pudientes para financiar el AUGE o las empresas mineras extranjeras, a deliberar entre nosotros acerca de la privatización de empresas públicas. Sospechoso, ¿no?



Además, todo debate supone ciertas condiciones básicas. Es cierto que toda comunidad política debe entender que sus resoluciones son provisionales, es decir, no debe haber dogmas, y sus debates deben tratar de abarcar el mayor número de actores relevantes. Por ello, que la Concertación no haya apoyado las privatizaciones bajo el régimen militar no significa que nunca las apoye. De hecho privatizó algunas sanitarias. Además, es bueno que en nuestros partidos haya liberales sociales.



No obstante, no es menos cierto que toda comunidad de diálogo debe poner el acento en los ámbitos comunes, en las estrategias cooperativas, en los intereses coincidentes en un sentido de beneficio común.



Y aquí está mi punto central a propósito del diálogo que el PPD ha abierto. Yo sé que cada vez que un dirigente de la Concertación habla de privatizaciones sufre toda clase de críticas. Mi alegato del sábado pasado, titulado Tú también, Bruto, hijo mío, es expresivo de ello. Y nos empezamos a enojar todos con todos. En el fondo, unos son acusados de traidores privatizadores y los otros de intolerantes estatistas. Es decir, pasamos de calificarnos de Bruto y César a simplemente Judas que vende a Jesús por doce monedas. Y los otros arremeten con acusaciones de cavernarios estatistas, antimodernos, autoflagelantes, buenos para el psiquiatra…



¿Por qué ocurre esto, Domingo?



Creo encontrar la razón en una característica muy profunda de nuestro ser nacional. El 59 por ciento de los jóvenes chilenos cree que la diversidad de opiniones es un obstáculo para el desarrollo nacional. Hay un miedo al conflicto muy grande en esta sociedad. Ä„Y era que no!



Creo que también hay otra razón, particular al mundo de la Concertación. Y es muy sencilla: que los que plantean abrirnos a las privatizaciones lo hacen como si nunca lo hubiésemos discutido. Y lo cierto es que lo debatimos mucho, y lo resolvimos.



¿Cuándo?, te preguntarás. Bueno, cuando los partidos que hoy integran la Concertación creamos la Corfo, con el rechazo de buena parte de la derecha. La Corfo, cuya labor nos enorgullece hasta hoy por sus frutos, como CAP, ENAP, Endesa y CTC, entre otros. Nicolás Flaño decía en 1982 que Chile sería muy diferente sin ella. Esa es la tradición política a la que pertenece la Concertación. Y renovarse no es renegar. Los cambios deben hacerse a partir de las tradiciones, o pasa lo que ocurre hoy entre nosotros.



Debatimos sobre las privatizaciones, además, cuando las promovía el régimen militar. Y seamos claros y no abusemos de la mala memoria de los chilenos. Si nos opusimos a esas privatizaciones no fue solo porque pensábamos que se podrían prestar a lo que una periodista llamó «el saqueo de Chile».



Lo hicimos porque sosteníamos en Cieplán que el tamaño del Estado de Chile a fines de la década del ’60 no era más alto que el de otros países con formas de organización de economía mixta. Y si Chile tenía un Estado más grande que otros países latinoamericanos era por «la alta importancia de las transferencias redistributivas (gasto social)». Justamente lo que están pidiendo a gritos los chilenos.



Dijimos, además, que las empresas estatales no eran más ineficientes que las privadas. Y que muchas veces era bueno y conveniente tenerlas. Y a los dogmáticos de aquel entonces les decíamos que un estudio empírico de un economista del Fondo Monetario Internacional había demostrado que cuando ciertos «factores negativos se corrigen y a ellos se suma una descentralización en la gestión de la empresa, buena calidad empresarial y claridad de los objetivos que la comunidad desea que alcance la empresa estatal, ésta puede ser al menos tan eficiente como la privada en un mismo sector, y en numerosos casos más eficientes, innovadora y capaz de crecer a tasas más rápidas que su congénere privada». Fue lo que nos demostró Corfo y sus filiales.



Todos tienen el derecho a cambiar de opinión. Solo los fanáticos no lo hacen nunca. Y es más cierto aún que cuando cambian las condiciones, deben cambiar las políticas. Pero si de eso se trata, expliquémoslo con mucha rigurosidad y humildad. No actuemos como si la venta de empresas públicas fuera una cuestión técnica o algo intrascendente para nuestra historia y coherencia ante la opinión pública.



Creo, Domingo, que solo un debate que parta de estos supuestos puede ser positivo para la Concertación y para Chile.



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El debate a tres columnas:



Una respuesta a Sergio Micco, por Domingo Namuncura



¿Tú también, hijo mío?, por Sergio Micco

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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