Publicidad

Capicúa

Por cierto que la Concertación, incluido Eyzaguirre, deberían pensar por qué después de 12 años de democracia se ha llegado a esto.


Es sorprendente el escándalo que provocó la frase del Ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre, cuando dijo en Icare que «los políticos son atroces, pero peores son los dictadores». No sé si quiso ser simplemente chistoso, o más bien fue la expresión de un tipo picado ante tanta queja, reprobación y hasta ataques de algunos empresarios contra el gobierno.



Lo notable es que Eyzaguirre fue atacado por empresarios y políticos. Capicúa. Estos últimos porque se sienten ofendidos al ser calificados como atroces. ¿Los primeros porque estiman que los dictadores -y ya sabemos que estamos hablando de Pinochet- no son peores que los políticos?



El ministro, queriéndolo o no, puso sobre la mesa ese dato que causa temor: que para la mitad de los chilenos la llegada al poder de un gobierno no democrático no les preocupa mientras no afecte sus intereses particulares, que de tan particulares son simplemente los económicos. Es cierto que en vastos círculos de la derecha, atados por su participación en la dictadura, se sigue considerando que en determinadas circunstancias un gobierno como ése no está mal, y puede incluso llegar a ser necesario.



La expresión más pura de ese pensamiento es la que señala que «si se repitieran las condiciones» volverían a respaldar a un golpe militar, o más simplemente, siguen considerando legítima y aplauden la dictadura militar, haciendo una mueca en público por el «tema» de las violaciones a los derechos humanos mientras algunos de ellos avalan sin más las barbaridades e incluso se felicitan por ellas.



No resulta cómodo vivir en un país bajo esa amenaza. Es desalentador saber que la mitad de la gente que circula por la calle -y apostar a que seguramente más de la mitad de los verdaderamente poderosos- no guarda ningún compromiso por la democracia y las libertades. Constatar que después de tanto abuso, atrocidad, tortura y muerte esa experiencia no construyó un dique infranqueable a la posibilidad de repetirla, es simplemente desmoralizante.



Por cierto que la Concertación, incluido Eyzaguirre, deberían pensar por qué después de 12 años de democracia se ha llegado a esto. Y deberían reflexionar sobre el tipo de transición en que se embarcaron, la que en lo sustancial renunció a establecer las diferencias entre los que colaboraron con la dictadura y quienes la combatieron, estableciendo, una equivalencia o igualdad inmoral. ¿Es que se sienten cómodos, les es útil y rentable esa situación?



Desde esa perspectiva -si esa fuera la perspectiva del Ministro de Hacienda- deberíamos concordar en que los políticos, o buena parte de ellos, son atroces. ¿Pero sólo desde esa perspectiva? Seguramente no.



El otro día, en conversación de sobremesa, sacábamos cálculos sobre esos parlamentarios atornillados a sus sillones. Algunos van a completar 20 años de senadores: se quejan ante sus amigos y hablan del sacrificio que están haciendo. Gimotean por lo que ganan y vocean los millones que dicen se están perdiendo por estar en el «servicio público».



Me refiero a sujetos que lanzados al mercado laboral, sin pitutos y sin dádivas de los aparatos políticos, se las verían negras. A estas alturas, eso se llama desvergüenza.



______________

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias