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Guía del 18 por Rancagua

Si se quedó por acá botado y sin plata, lo devolvemos. Somos gente de fiesta, pero serias, al fin y al cabo.


Me aburrieron mis amigos «capitalinos» pidiendo datos de cómo pasar el 18 en Rancagua o en la región. A todos ellos, aquí va una guía mínima de un tour por tierras huasas de verdad, por donde la tierra de vistió de rojo para crear el sentido de patriotismo, y donde usando (y abusando) de nuestro ethos cultural «del barroco latinoamericano», la fiesta es larga -con o sin feriado legal-, porque la gente harto que trabaja y se merece «las fiestas», no «un 18».



Además, por acá los huasos existen y bailamos cueca, no como en los palacios capitalinos y las fiestas criollas del barrio alto, en que se sirve la chicha hiperhervida en vasos plásticos, sólo se escuchan las cuecas adornadas en fa mayor de sofisticados estudios, no hay olor a chimba, ni a aserrín, y dicen las malas lenguas, que en Santiago hasta los curaditos no son espontáneos.



Yo no sé, lo que si sé que este mapa del 18 por estos valle y lares, es cosa de asombro y la pura verdad.



Los volantines en la carretera del Cobre



Por la Carretera del Cobre hacia el oriente tendrá una oferta nutrida de volantines pavos, peinetas, incluyendo -cual globalizados- los nuevos especimenes de plástico y sin tirantes. Claro que son más fomes que bailar con la hermana. Si quiere colorete, competencias con hilos sanos y del otro, en medio de incipientes Dédalos de Sol, en potreros con olor a yuyo, y con garzas blancas de mirones, váyase a esa carretera, póngale peso a la cola y baile en un cielo azul de verdad y con vientos diversos por horas.



El picnic en los cerros



Si es apretado y no quiere invitar a almorzar, váyase de picnic camino a Coya, o más adentro, se llena en estas fechas hacia Pangal, donde le puede saltar hasta una trucha. Está lleno de vertientes y riachuelos con aguas claras. La nueva ruta del ácido, es una opción también.



El cerro San Juan en Machalí, irrepetible



A quince minutos hacia la cordillera, se entra a este pueblo de plaza pintoresca y un cerro San Juan que fue y sigue siendo un balneario popular y familiar magnífico, donde la gente se arma su asado con todos los servicios cerca.



Es largo el cerro y un lugar en que se mezcla todo, caballos, domaduras, rodeo, volantines, comida cara, mediana y barata, juegos criollos, desde El Sapo hasta tiros al blanco, chichas variadas, unas fondas grandes, con pequeños puestos y otras dominantes con orquesta.



Después de las siete de la tarde hay que andar con cuidado para no chocar con un curadito, pero es lo de menos. Carabineros no hostiga, pero está muy presente. Para los más sanos, pueden subir hasta la cruz, mirar el valle, o pasear hasta las pozas de agua de glaciar arrancada para abajo.



Camino al cerro Cólera, pasando por Doñihue



Dicen los lugareños que el cerro El Cólera (en el límite entre Doñihue y Coltauco, a media hora hacia el suroriente de Rancagua) se enterró a mucha gente por la epidemia, que por eso incendiaron en el cerro y que los pocos arbolitos y arbustos que quedaban, los remataron las cabras y chivos de un tal Ciriaco.



La cosa es que el cerro se llena de verde, sobre todo en años lluviosos, y en un remanso, crecen las fondas en la comarca de la chicha, el chacolí, el aguardiente, los chamantos y las mujeres más bellas y coquetas para bailar la cueca, esa criolla con ganas. Camino al lugar aquel de fiesta larga y siestas engañosas, en la calle Rancagua en Doñihue, pregunté por la Viña El Boldo, le aseguro que hablándole de buena gana mi buen tío don Renán Carrasco le puede vender un Don Gilberto a buen precio y mostrarle la bodega antigua, donde no se renuevan los toneles y donde el vino es para hombres combativos y mujeres patrióticas. La etiqueta dice que tiene 13,5 grados, los estudios comparados le calculan unos quince.



Hay mucho que ver, pregunté por carreras a la chilena en Coltauco, por las picadas en cada una de las rinconadas que peinan esos valles agolpados sobre cerros cargados de boldos, litres, maitenes, peumos y quillayes.



Música en serio en Graneros y empanadas en Chancón



Miguel Gutiérrez merece el Premio Nobel a la música popular, y es por algo: los Grillitos, el Grupo Graneros, la Casa de la Cueca, las fiestas en la plaza y en el Estadio, tienen un alma grande en este hombre que cultiva, crea y recrea la danza nacional.



Lo invitan para las fiestas criollas por allá cerca de los malls y los sales, pero Gutiérrez y su gente son de Graneros, donde hay otros grupos y vale la pena averiguar la programación. Un poco antes, en San Francisco hacia la cordillera, se puede ir hacia La Punta de Codegua, donde la comunidad,la familia Astorga y compañía, suelen dar rienda suelta al canto a lo humano, aunque sean más divinos. Por allí la paya y la lira popular son pan nuestro de cada día y no adorno de fonda de plástico con promotoras en petos de alguna light.



En Rancagua de un cuantuay



Por acá se le tiene de todo. Hay desfile, fondas en la zona norte, empanadas en la Plaza y en diez picadas más, donde recomendamos un pique a Chancón, donde Madrid en El Carmen, para que gocen de un viaje a la comarca criolla y se den un paseo por La Chica, pregunten por Salvita Pérez, pídanle una lira y sean amables.



Si son fomes y quieren pura ciudad, hay que preguntar si el Clodomiro Barril va a tener en calle Gamero abierta la fiesta. Allí Dagoberto Godoy y familia (esposas e hijas), hacen un curso de cueca fast track; en quince minutos uno distingue el ocho de la media luna, el zapateo del raspillado, y más o menos se suelta para mirar a la pareja a los ojos y entender porqué tiene que atajarla, coquetearla, molestarla sin dejarla pasar, agachadito y con las piernas dobladas (después viene los achaques, los tirones y el Calorub) y al final agarrarla del brazo para que no se arranque con otro…sobre todo en estos días de fiesta.



En Rancagua y todo el Valle del Cachapoal hay una convención secreta: si se siente defraudado de haber pasado las fiestas por acá, le devolvemos todo lo que gastó. Si es más caro que en el Parque Arauco, le devolvemos la diferencia.



Si se quedó por acá botado y sin plata, lo devolvemos. Somos gente de fiesta, pero serias, al fin y al cabo. Toda devolución o reclamo, acercarse a la picá la Ciudad Perdida. El historiador Drago, del Viejo Rancagua en calle Estado, le podrá dar las instrucciones de cómo llegar.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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