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La situación del Medio Oriente y la barbarie

Lo que está ocurriendo en el Medio Oriente es una demostración palpable de que debe cesar el unilateralismo actual. El equilibrio del orden mundial no puede confiársele a una nación que, como Estados Unidos, hace política internacional guiándose por presiones internas de corte nacionalista.


La imagen de los tanques de Sharon destruyendo con sistemático salvajismo las oficinas de la Autoridad Palestina son una demostración más de la barbarie que domina el mundo actual. Por ese y otros actos iguales o peores él es desde hace tiempo uno de los Osama bin Laden que siembran el terror en el mundo.



Sin embargo, Estados Unidos se muestra comprensivo y conciliador frente a esta encarnación del terrorismo de Estado, una de las peores formas del flagelo que dice combatir. Cuando quiere mostrar su enojo no lo hace votando en contra de sus crímenes en el Consejo de Seguridad, sino apenas absteniéndose.



Bush, como un padre que reconviene a un querido hijo, le hace una morisqueta con cara de enojo pero en el fondo juguetona. Al actuar así anula todo el peso de las decisiones del Consejo de Seguridad, de manera tal que Sharon se siente con derecho a pasarla por alto, a poner oídos sordos.



Sharon representa la reencarnación del fascismo en la historia de este tercer milenio. Se ha convertido en alguien para quien la defensa de los intereses nacionales no conoce límite ni ley, que pone la seguridad de Israel por encima de los derechos humanos y que objetivamente ha caído en una persecución racista.



Lo más triste de la situación de Israel no es el papel de Sharon. Nada se podía esperar de él, y se sabe que representa las tradiciones más oscuras. Lo más deplorable es el rol jugado por Simon Peres y en general por el laborismo. Sus actitudes constituyen algo más que un error político. Representan una negación que pone en jaque una tradición histórica. Han pisoteado lo que hizo grande al laborismo: la política llevada adelante por Isaac Rabin y que termino con su martirio.



Con su actitud, Peres, convertido en cómplice de una política salvaje e irresponsable que ha fomentado el terrorismo suicida de los fundamentalistas, deja al Estado de Israel sin alternativas. Sin nadie que tome, frente a la insensatez de Sharon, el camino del realismo político.



Peres se ha ensuciado las manos de tal manera que hoy no puede plantear una política autónoma. No es alguien a quien puedan apostar los que quieren superar la era de Sharon. El peor daño que ha hecho la actitud de Peres es darle legitimidad a una política que debió haber sido resistida. De esa manera, ha acarreado aguas al molino del belicismo y del racismo.



Es trágico que en un pueblo que conoció antaño tanto sufrimientos, donde viven todavía víctimas directas del Holocausto, las posiciones aberrantes de Sharon y sus cómplices sean miradas con simpatía. ¿Cómo una nación perseguida durante siglos por los pogroms y por la locura del nazismo puede aceptar que se practique en su nombre una política racista, cuyo principio es la humillación constante del pueblo palestino?



Esto no hubiera ocurrido si el laborismo hubiese permanecido fiel a su política de distensión y de búsqueda de las condiciones de una paz justa para ambos pueblos. En vez de eso, ha participado en un gobierno de «unidad nacional» sin lograr realizar ninguna política que permita distinguirlo de la locura ultraderechista de Sharon. Más bien ha actuado como aval de cuanta respuesta militar insensata se le ha ocurrido al ejecutor de Sabra y Chatila.



La lógica de éste parece consistir en apagar los incendios con bencina. Su política estimula al terrorismo fundamentalista, y sus acciones siembran la inseguridad en Israel.



Lo que está ocurriendo en el Medio Oriente es una demostración palpable de que debe cesar el unilateralismo actual. El equilibrio del orden mundial no puede confiársele a una nación que, como Estados Unidos, hace política internacional guiándose por presiones internas de corte nacionalista, por intereses económicos o por una geopolítica que solo toma en consideración los intereses propios.



¿Qué va a hacer el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas frente a la actitud de Sharon? ¿Cuándo ese Consejo va a asumir el liderazgo para la rápida formación del Estado Palestino, con fronteras reconocidas y con protección internacional de sus territorios, con garantías que impidan que los israelíes transiten por ellos como Pedro por su casa sin ser considerados agresores? Solo cuando eso ocurra se estará en condiciones, también bajo el liderazgo del Consejo de Seguridad, de desarmar a los grupos terroristas islámicos.



Pero esto no ocurrirá nunca mientras no se aplique una profunda reforma al órgano rector de Naciones Unidas en materia de decisiones sobre política internacional. Los países vencedores en la Segunda Guerra Mundial no pueden tener el estatuto de miembros permanentes con derecho a veto. Mientras esa situación se mantenga, el Consejo no será representativo de la comunidad internacional como un todo y seguirá cumpliendo un papel tan insignificante como el que tiene ahora.



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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