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La «nueva izquierda» y la tradicional tras el triunfo de Lula

Estimamos que las experiencias que hoy día emergen en América Latina y en el mundo aún están muy lejos de responder a la certitud con la que algunos pregonan que «otro mundo es posible». Y es que la búsqueda y construcción de alternativas sociales y políticas es un problema que exige a la izquierda tradicional hoy en día ir más allá de lo que incluso está dispuesta ha permitirse.


Ya es un hecho: Luis Inácio Da Silva, Lula, será presidente de Brasil, lo que implicará un proceso de debate en todos los niveles políticos que ya ha comenzado. Esto se dará sobre todos en la izquierda latinoamericana, carente hasta ahora de triunfos morales y avances objetivos y que ve en la definición presidencial brasileña la posibilidad de recobrar el espacio perdido y romper el empantanamiento y el repliegue que desde fines de los años ’80 la tenían en el marasmo de la desmoralización, la dispersión y la incertitud.



Pero siguiendo la tradición política de la izquierda latinoamericana, es imposible no preguntarse cuánto de verdadera y efectiva reflexión ha hecho este sector sobre lo que ha sucedido en la región, específicamente con la experiencia venezolana, la emergencia de nuevos movimientos sociales a nivel mundial, y los movimientos que disputan cuotas de poder en Ecuador, México, y Brasil.



¿Cuánto nuestra vieja y golpeada izquierda tradicional latinoamericana ha aprendido de la emergencia de la llamada izquierda social, de los movimientos contra la globalización neoliberal y finalmente frente a los cambios en las condiciones locales que han determinado nuevas y significativas formas de acción colectiva? En estas líneas se quiere poner el acento en estos temas, lo que creemos hablan y determinaran la emergencia de una nueva izquierda en América Latina.



Desde hace varios años se ha dicho, quizá hasta el cansancio, que una de las causas del empantanamiento y retroceso de la izquierda no liberal reside en la carencia de alternativas sociales y políticas a la hegemonía neoliberal. Decimos hasta el cansancio, ya que sobre la base del clásico síntoma de la cultura de la izquierda, ésta se ha quedado sólo en la constataciones discursivas de los hechos y de las carencias, y es muchas veces incapaz de avanzar mas allá de ellas.



¿A qué se deberían referir dichas alternativas? Y peor aún, ¿cómo deberíamos comenzar a concretarlas? ¿Representan las experiencias del PT en Brasil, del chavismo en Venezuela, o de los nuevos movimientos sociales en Ecuador Argentina y México efectivamente una alternativa real y concreta a la sociedad neoliberal, y se convierten en horizontes utópicos para convocar y conquistar las sensibilidades dispersas y convertirse en una alternativa de poder?



Creemos que no. Es más: estimamos que las experiencias que hoy día emergen en América Latina y en el mundo aún están muy lejos de responder a la certitud con la que algunos pregonan que «otro mundo es posible». Y es que la búsqueda y construcción de alternativas sociales y políticas es un problema que exige a la izquierda tradicional hoy en día ir más allá de lo que incluso está dispuesta ha permitirse. Pasa por asumir primeramente las causas de sus sucesivas y dolorosas derrotas históricas; de sus ineficiencias cuando ha sido gobierno, y de la forma de concebirse ideológica y estratégicamente como fuerza social y política.



La izquierda no liberal en América Latina nuevamente esta a punto de ser gobierno. En algunos países ya hay avances concretos, y en otros se gestan las posibilidades y condicionantes para permitirlo. Frente a esta nueva oportunidad histórica, ¿podrá esta izquierda superar su trauma y debilidad histórica y ejercer un buen gobierno? ¿Podrá abandonar los ideologismos y su lógica de entender lo político meramente a partir de lo agitativo y propagandístico?



Creemos que no debería ser revisionista ni menos hereje plantearse esta pequeña duda.



Históricamente, la izquierda tradicional nunca se ha hecho cargo de sus debilidades. Los gobiernos progresistas que han existido en la región han terminado en ruidosos y dolorosos fracasos, siempre adjudicados a la acción del imperialismo norteamericano y a la sedición y terquedad de la derecha y de las clases dominantes de nuestros países.



Frente a esta tradición, surge una nueva izquierda social alejada de la izquierda política. ATTAC, el Movimiento de los Sin Tierra (MST) en Brasil, el Movimiento de Unidad Plurinacional Pachakutik Nuevo País (Muppnp) en Ecuador, entre otros son prueba de ello. Estas experiencias nos hablan cómo desde las luchas sociales ha sido posible saltar hacia luchas políticas. Pero estas experiencias, y en sí misma la emergencia de esta izquierda social, no tendrá viabilidad histórica si no se articula con la llamada izquierda política.



A la luz de los antecedentes históricos, es normal creer que el problema no esta en las nuevas formas de acción política que han emergido, sino en la capacidad que tenga la izquierda tradicional o no liberal de poder entender y fomentar este proceso. Ello implica, entre otros elementos, asumir un interacción entre la orgánica política y los movimientos sociales a partir de una relación de autonomía, que implica la no determinación e imposición de la primera hacia la segunda. Pero implica, a la vez, cambios mas profundos en las orgánicas políticas, ligados ya al plano discursivo e ideario político y por sobre todo a nivel de lo ideológico y de la organicidad interna.



Con la esperanza de hacer una interpretación acertada y objetiva de la experiencia del Partido de los Trabajadores y especialmente del MST en Brasil, podríamos decir que la viabilidad de un proyecto social y político que se conciba como alternativo y que efectivamente se torne en una realidad, comienza desde el momento en que éste se engendra en la base misma de la sociedad, en el supuesto de que son los sujetos sociales en movimientos, y no los partidos por si solos, los que pueden promover los cambios.



Al mismo tiempo, finalmente éste proceso no comienza -ni menos termina- con la llegada al Palacio de Gobierno, sino que aquello es la continuidad de un proceso ya en marcha y ascendente. Los gobiernos locales del PT en Brasil así lo han demostrado, es de esperar que Lula en su gobierno lo ratifique.



Nos hemos hecho estas preguntas y planteado estas intuiciones a partir de la sospecha de que nuevas experiencias que podrían cambiar el escenario hegemónico actual están emergiendo en América Latina y en el mundo. El debate un tanto asfixiado al interior de la izquierda no liberal, por la falta de avances y referentes concretos, esta siendo tensionado y exigido por acontecimientos sociales y políticos, y por el surgimiento de nuevos actores que en su conjunto configuran un escenario que difícilmente veíamos hace unos años atrás.



A la vez, la democracia liberal y el neoliberalismo muestran en la región signos de agotamiento que han hecho aumentar las incertidumbres y las tensiones sociales. En este contexto ¿cuánto ha cambiado y cuán preparada esta la izquierda para sumarse y sostener en el tiempo la idea de que otro mundo es posible?



* Candidato a Doctor en Sociología por la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales de Paris.
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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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