Publicidad

Aduana chilena: una situación injusta


El Presidente Ricardo Lagos hizo sorpresivamente un cambio de Director Nacional de Aduanas, en una decisión que ha llevado incertidumbre al interior de la institución. Se produjo la petición de renuncia a Cristián Palma en conjunto con la de otros funcionarios de confianza que tuvieron objetivos cuestionamientos de la Contraloría, lo cual los ha dejado en tela de juicio en su actuación pública. Sin embargo, el caso de Cristián Palma es totalmente distinto, ya que su gestión estaba muy bien evaluada por los usuarios, por el personal del Servicio y por organismos internacionales como la Organización Mundial de Aduanas.



Pese a no ser un profesional aduanero, Cristián Palma tuvo la virtud de llevar adelante el cambio hacia la automatización de la Aduana, que había sufrido demoras por casi diez años. Lo hizo con un estilo participativo y con un liderazgo que le reconocen todos sus colaboradores. Se aceleró el plan informático, se incorporaron los objetivos institucionales de gestión, se realizó un intenso proceso de capacitación y promoción del personal. Se superaron problemas y conflictos con la Asociación de Funcionarios de Aduana de Chile, ANFACH, que mantuviera en su período Enrique Fanta al tratar de imponer un estilo autoritario, ajeno a la cultura de la organización. La Aduana chilena en este último período aumentó la recaudación y mejoró el control antidrogas. La institución ha caminado hacia una fiscalización selectiva e inteligente, con sistemas automatizados y un sensible ahorro en costos para todos los usuarios.



Por ello, el cambio de Director Nacional, si bien es resorte del Presidente de la República, debió tener un espacio y tiempo diferentes para que ello no se confundiese con situaciones censurables que han afectado a otras áreas del Estado. De lo contrario, se genera incertidumbre en los profesionales y técnicos aduaneros que no entienden porqué se toma una medida casi disciplinaria hacia la Aduana. Una medida, por decir lo menos injusta, inoportuna y políticamente equivocada, porque pone en tela de juicio una gestión que quizás pudiera merecer alguna crítica constructiva pero jamás una estigmatización.



Como consultor internacional, autor técnico en modernización aduanera y miembro de la comunidad aduanera, creo, sin autocomplacencias, que la Aduana chilena es un buen ejemplo de probidad y transparencia a nivel internacional y esto se reconoce en los foros internacionales y a nivel de contrapartes aduaneras de toda la región.



Aquí se cometió un despropósito. Quizás en medio de las turbulencias que subían a La Moneda pudo existir una confusión comprensible. Quizás se hayan tomado como elementos de juicio informaciones distorsionadas; quizás el hecho de que la Dirección Nacional de Aduanas sea uno de las pocas Jefaturas de Servicio que están domiciliadas en Valparaíso, le haya dificultado al Director Nacional una efectiva comunicación con el Ejecutivo. Lo cierto es que se ha vivido una situación lamentable y aun cuando se ha nombrado en el cargo a Raúl Allard, un político probo, gran educador y ex Intendente, éste deberá nuevamente entrar en un proceso de aprendizaje de la cultura organizacional del Servicio. Y esto, quiérase o no, puede generar demoras en un proceso que caminaba con profunda mística hacia los objetivos estratégicos corporativos y los estándares de calidad marcados por el gobierno.



* Especialista en gerencia internacional y relaciones internacionales, escritor, académico y consultor.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias