Publicidad

La orquesta del Titanic


En las grandes producciones cinematográficas que recogen la tragedia del Titanic, el célebre trasatlántico inglés que se hundió a comienzos del siglo pasado, siempre hay una parte del film dedicada en cierto modo a destacar la locura de la situación.



Después de chocar contra el iceberg y comenzar a hundirse -hecho increíble para sus pasajeros debido a que sus cualidades proclamadas eran mayores que la seguridad de las acciones de Wall Street hoy en dia- la oficialidad del enorme barco comenzó a dar órdenes contradictorias que hicieron la tragedia mayor de lo que pudo haber sido.



La idea del hundimiento no tenía espacio en la mente del capitán y los oficiales, y eso hizo que muchos de los botes salvavidas no fueran bajados a tiempo y se hundieran junto con la enorme mole que hoy yace en las profundidades marinas. Solo un puñado de sobrevivientes pudo contar todo esto, y más de la mitad de los pasajeros murieron por la tozudez de quienes tenían la responsabilidad.



Fue una leyenda que a poco andar dio paso a obras de teatro, libros, biografías, y finalmente al entonces incipiente arte del celuloide también se le ocurrió intervenir. Todos, jóvenes y menos jóvenes, sufrimos frente a la pantalla que nos mostraba el destino fatal de esos pasajeros de lujo que navegaban en un mar de placeres y seguridades.



La última versión cinematográfica es la que tiene por protagonista principal al apolíneo Leonardo di Caprio, quien entró al estrellato precisamente por este film. Pero la metáfora más aguda para demostrar la contradicción entre la realidad y los oficiales que debían sortear la emergencia y el peligro es la orquesta del barco, a la que se ordena seguir interpretando la música para evitar la preocupación de los pasajeros. Se descartaba de plano la simple idea del pánico que después siguió. Y la mayor parte de esa orquesta murió.



Pues bien, eso es lo que parece sucederle al aporreado y vetusto Partido Radical. Contrario sensu de cuanto ha hecho el gobierno y los demás partidos de la coalición salpicados por el escándalo de la denuncia de coimas, sus actuales dirigentes elegidos en la misma lista del acusado señor Tombolini, han resuelto que «aquí no pasa nada» y ellos mismos se han transformado en la orquesta que sigue interpretando los dulces ritmos de la normalidad institucional.



Que se trate de una vieja nave que ha surcado todos los mares de la política nacional, desde la república parlamentaria, pasando por las dictaduras, hasta nuestros días, parece importarles poco. Han decretado mentalmente que la nave es a prueba de icebergs, balas, pullas o repudios ciudadanos que son mas que evidentes.



Me contaron que en el partido de tenis que enfrentó hace poco a los dos campeones nacionales, cuando una pelota se perdió en las graderías varios espectadores gritaron «Ä„ya poh Tombolini, devuélvela!». La frase es casi la continuación de las agresiones verbales de las que fue víctima el afectado en las calles de Santiago.



El tribunal interno de ese mismo partido dio una contribución propia y suspendió de su militancia a un diputado cuestionado casi unánimente por el país entero, pero para equilibrar las cosas hizo lo mismo con una dirigente sindical de la misma tienda que había aportado acusaciones contra el acusado presidente, lo que nos induce a creer que también Pilatos estuvo en la fundación de esa vieja colectividad.



Sin darse cuenta, han violado todas las leyes que protegen el fuero sindical, y su acción puede ser perseguida por las autoridades encargadas de velar sobre la materia. Varios de ellos ocupan cargos de jerarquía en la administración pública, y por esa vía ponen en riesgo la transparencia de las medidas que anuncia el Presidente para salir de esta enojosa situación. ¿Serán capaces de hundir al viejo barco radical mientras siguen sonando estas melodías de réquiem?



______________

Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias