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Inti-Illimani en el siglo XXI


Confieso que esperaba con cierta ansiedad el nuevo disco de Inti-Illimani («Lugares Comunes», Warner Music, 2002). Los cambios de integrantes desde su producción anterior habían sido, a mi juicio, los más trascendentes en la historia del conjunto.



En julio del 2001 se retiró Horacio Salinas, director musical de Inti-Illimani desde 1968, compositor y/o arreglador de la mayoría de los temas del conjunto a lo largo de 34 años y guitarrista virtuoso.



Luego, en octubre del mismo año, salió -también por decisión propia- José Seves, la voz característica del grupo desde 1971, su segundo compositor más fértil e intérprete de estatura internacional del guitarrón mexicano y el cajón peruano. Incluso se habló, en aquellos días, del posible fin de Inti-Illimani.



Este disco indica que no hubo en el grupo voluntad para el suicidio musical, de lo que me alegro profundamente.

Sin la menor inocencia, quiero recordar que los Huasos Quincheros están cumpliendo 65 años de existencia, cuando todos sus integrantes fundadores ya fallecieron. ¿Por qué la longevidad de los Quincheros ? Se me ocurre una sola respuesta: ese conjunto interpreta fielmente la visión que, de la música folklórica chilena, tiene una fracción considerable de la población del país. La existencia de los Quincheros se ha convertido en una necesidad afectiva y cultural para una parte de Chile y a eso responde la continuidad de ese conjunto.



Cabe entonces preguntarse: ¿existe una base social para la continuidad de Inti-Illimani? No me cabe duda de que la respuesta es afirmativa. Si Inti-Illimani desapareciera en algún momento, creo que su resucitación estaría garantizada.



Luego de adquirir este disco, me enfrenté a esa siempre sorprendente primera audición. Me apresuro a aclarar que, a pesar de la buena voluntad de un amigo quien por razones ignotas insiste en calificarme de «musicólogo», no lo soy; a decir verdad, nunca tuve estudios de música, de manera que mi comentario no tiene pretensiones técnicas. Dejo, con gran alivio, el comentario erudito y las sutilezas a los músicos y musicólogos.



Segunda confesión: soy un llorón musical. Cuando una canción o melodía se conecta con mi sensibilidad, el efecto en mí es lacrimógeno. Así ha sido toda mi vida. Sin embargo, esto ocurre sólo de cuando en cuando.

Habiendo aclarado este punto, puedo señalar sin tapujos que me lloré este disco casi íntegro, cosa que no me ocurría con una grabación de los Inti desde «Lejanía» (1998). Partiendo con «Sobre tu playa», con texto de Daniel Cantillana y música de Manuel Meriño -el joven nuevo guitarrista y director musical del grupo-, hasta «Caro Nino» (instrumental de Meriño y Cantillana), me sentí profundamente tocado por esta obra.



Continuidad musical



Tal vez lo más significativo para mí fue la continuidad musical. Este CD es puro y genuino Inti-Illimani, sin quiebres temáticos ni interpretativos. El conjunto sigue expresando tanto su amor y compromiso para con el folclore latinoamericano, como esa humildad que lo ha caracterizado desde su nacimiento, la humildad de quien asciende una montaña cuya cumbre no divisa, la de quien construye con una materia tan frágil que cualquier error mayor puede provocar un colapso irremediable. Siempre fue así y sigue siéndolo. La pervivencia del alma del conjunto me golpea como un hecho innegable.

Por primera vez los Inti graban un tema compuesto por Marcelo Coulon, miembro del grupo desde 1978: el «Salmo de la rosa verdadera» (con texto de Aquiles Nazoa) que resulta una
grata sopresa.



El instrumental «Q’apac chunchu», del folclore peruano puede, a mi juicio, contarse entre las mejores interpretaciones del este tipo de música andina grabadas por Inti-Illimani en toda su historia, lo que es harto decir.



Se hace notar la pericia de Juan Flores, nuevo integrante, pero viejo virtuoso de los instrumentos andinos, que en el pasado trabajara con Illapu, entre otros conjuntos, y quien recibiera el premio al «mejor intérprete de charango, quena y zampoña de la década 1987-1997», otorgado por la Sociedad Chilena del Derecho de Autor.



Una canción tradicional mexicana, «La malagueña», se presta para el lucimiento de la voz de Cristián González, otro nuevo integrante y joven intérprete de los vientos, con el experimentado Jorge Coulon en el diálogo vocal. En diversos temas se hacen notar las hábiles interpretaciones de Efrén Viera y Horacio Durán, que simbolizan, de alguna manera, lo nuevo y lo tradicional del grupo.



La canción «Vino del mar», de Patricio Manns y Manuel Meriño, me pareció el punto más alto de un disco que abre una puerta al siglo XXI. A menudo se ha señalado que no se ha puesto suficiente énfasis en las mujeres víctimas de la dictadura. Esta canción, dedicada a Marta Ugarte, dirigente izquierdista asesinada en tortura y luego lanzada al mar, viene a reparar en parte ese defecto. Un quinteto de cuerdas, con arreglo de Meriño, enriquece una interpretación emocionante.



¿Debo dolerme de que el Loro Salinas y Pepe Seves no hayan participado de esta obra ? Sin duda. A la distancia yo habría preferido que las cosas se dieran de manera distinta el 2001. Pero la vida fluye y tambien lo hace Inti-Illimani en su camino de creación y descubrimiento, de gozos y penas compartidas, de asombros y complicidades, de precariedades y fortalezas.

El hecho de que hoy los Inti sigan contando con dos miembros fundadores (Horacio Durán y Jorge Coulon) y, al mismo tiempo, tenga en sus filas al mayor número de músicos jóvenes con formación profesional sistemática en su historia, es motivo de optimismo para quienes estamos convencidos de que, si los Inti no existieran, habría que inventarlos con urgencia.



* Luis Cifuentes S. es académico de la Universidad de Chile y autor del libro «Fragmentos de un sueño: Inti-Illimani y la generación de los 60», cuya segunda edición, escrita especialmente para la web, se encuentra en www.grec.com/cancioneros/lm.exe?FR=2 y www.cancioneros.com/cancioneros/lm.exe?FR=2

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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