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La libido política


Como en la decadencia de la vieja Roma, alrededor del siglo III d.C., las legiones que combaten parecen estar cada vez menos compuestas por auténticos ciudadanos convencidos de su papel y más por personal reclutado bajo promesa de pago.



Este es un aspecto no menor del tema que apasiona a los medios y que repiten cada día relativo a la corrupción, las coimas… pues la posibilidad de recuperación ética no depende -como tontamente piensan algunos- de unas leyes más, si no más bien de la posibilidad de que el personal político disponible tenga las condiciones intelectuales y morales suficientes para salir del atolladero.



De la publicación hasta ahora no desmentida de un viaje del ex ministro Rebolledo a la X Región y la reunión sostenida con dirigentes de su partido, se dedujo y quedó más bien en claro que el tener o disponer de altos cargos en la administración podía servir y hasta ser garantía de conservación del poder interno de los mismos partidos que conforman la coalición de gobierno.



El mecanismo es más simple: todos o la mayoría de los militantes y cuadros medios de los partidos, tienen deseos de participar, a través de empleos, en el gobierno. El hecho que sean pocos los beneficiados genera algo parecido al secreto deseo que Buñuel tan bien describe en su film: «El discreto encanto de la burguesía». La promesa, en ese caso, genera una cierta libido que permite recoger apoyo y por esa misma vía ser, ante el Presidente o el resto del gobierno, no un cualquiera, sino «alguien que pesa».



Esto no es privativo de uno sino de todos los partidos y en el caso de aquel en que yo mismo milito, es tan igual como en los otros, y hasta puede ser más acentuado por tratarse del más pequeño; se ha dado hasta el caso de subordinados nombrados en el Tribunal Supremo de la colectividad, con las consecuencias imaginables.



Lo que el Presidente parece no haber comprendido, o al menos sus asesores más directos, es que son los partidos de la coalición oficial lo que conforman el tejido funcionario que permite gobernar y si la enfermedad economicista ha entrado en ellos, la recuperación o las medidas anti corrupción que se adopten corren el serio riesgo de ser ineficaces.



La condición más favorable la puso la misma Ley de Partidos Políticos impuesta por la dictadura que permite la existencia de un enorme padrón, tres o cuatro veces superior a la militancia real y que facilita la compra de votos por el o los dirigentes que quieran imponer sus candidaturas o puntos de vista en los organismos regulares de sus partidos.



En las elecciones internas de los partidos hay más «acarreo» que en las públicas y el que dispone de más medios puede tener la casi seguridad de ser elegido. Ese personal genera las directivas máximas y estas son las que proponen al Presidente el personal para ocupar los cargos de confianza. ¿Redondito o no?



Separar gobierno de coalición que lo sustenta es tan absurdo como amputarse el brazo izquierdo para no llegar nunca a ser zurdo.



El gobierno está casi a la mitad de su mandato y si quiere terminarlo bien, lo que debe hacer es darle un poco de atención a estos temas que son la base humana, la más real de todas, de la democracia que se quiere construir.



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