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Chile en la ONU y la guerra contra Irak

La presencia de Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU tendrá una prueba de fuego: La probable decisión del presidente Bush de declarar la guerra contra Irak. Ello obligará a Chile a definir una posición que interprete a la región, en un contexto donde la relación entre la lucha contra el terrorismo y el objetivo de derribar al dictador de Irak es poco clara.


El desafío de participar como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas es una buena oportunidad para Chile de equilibrar en el contexto de la globalización su fuerte inserción económica con su relativamente moderada inserción política. Es lógico que este proceso se efectúe en concordancia con su política exterior, es decir, en estrecha cooperación con la región.



Participar en la generación de la arquitectura de gobernabilidad mundial es un proceso de aprendizaje para el país y un buen ejercicio para mantener un rol activo en definiciones que le afectan.



Desde el Consejo de Seguridad, Chile puede contribuir a fortalecer una estrategia de contención y desarme frente al terrorismo y al uso de armas atómicas, químicas y bacteriológicas. De esta manera, puede ayudar a evitar la marginación de la ONU de las soluciones a estos conflictos ya sea en Irak, en Corea o en otro lugar.



Una marginación de la ONU significaría el principio del fin de las instituciones multilaterales y del derecho internacional, y un país pequeño inmerso en la globalización necesita que estas Ťinstituciones funcionenÅ¥.



Fortalecer el multilateralismo de la ŤCoalición AntiterroristaÅ¥ permite también combinar un rol activo en fortalecer la ONU y evita que el multilateralismo sea sólo un instrumento de poder, ajeno a la soluciones políticas.



Nuevo marco y nuevas alianzas



El atentado a las Torres Gemelas cambió el sistema de alianzas mundiales. Se constituyó un frente múltiple para preservar la seguridad global en torno a EEUU, más la Unión Europea, Rusia, China y la mayoría de los países, incluido Chile.



Sin embargo, esta alianza responde prioritariamente a la visión de seguridad preponderante en Washington, lo que plantea la duda sobre la permanencia de la coalición antiterrorista, pues genera opiniones distintas sobre las formas de enfrentar la seguridad colectiva.



Soluciones unilaterales y problemas globales



La raíz de estas diferencias se origina en que los conflictos provenientes de un mundo diversificado no puede ser resueltos por una visión unilateral. En el mundo interdependiente la seguridad global no es posible sin justicia global y sin cooperación de la mayoría de las naciones.



Políticas estructurales para resolver problemas globales



Sólo políticas estructurales pueden enfrentar con éxito problemas globales como el cambio climático, la pobreza, la migración, o el terrorismo.



Estas políticas estructurales deberían actuar de manera preventiva y no cuando los problemas ya han estallado, como lamentablemente ocurre.



Es por esta razón, que medidas como el control del lavado de dinero son importantes pero no suficientes. La generación de estructuras económicas capaces de sostenerse en la economía mundial, el mejoramiento de la competitividad, el desarrollo social, la justicia e igualdad de oportunidades, suelen ser más eficaces para prevenir el terrorismo y la violencia.



Privatización de los conflictos



La globalización ha traído un debilitamiento del Estado en muchas regiones del globo y una privatización de la política con el surgimiento de múltiples actores como empresas multinacionales, ONGs, opinión pública mundial, y otros. También el terrorismo actúa con estructuras supranacionales privadas.



La marginalización de vastos sectores, la pauperización de las capas medias y las consecuencias de políticas de privatización fracasadas, pueden generar desestabilización y violencia, también en América Latina.



Igualmente la falta de tolerancia cultural favorece soluciones extremas agravadas por la falta de diálogo.



Irak



En este marco, la presencia de Chile en el Consejo de Seguridad de la ONU tendrá una prueba de fuego: La probable decisión del presidente Bush de declarar la guerra contra Irak. Ello obligará a Chile a definir una posición que interprete a la región, en un contexto donde la relación entre la lucha contra el terrorismo y el objetivo de derribar al dictador de Irak es poco clara. Además, con un predominio del escepticismo ante la solución bélica por sus graves consecuencias económicas y políticas.



Naturalmente, será fundamental si la decisión de invadir Irak se efectúa con el apoyo del Consejo de Seguridad de la ONU o si es una decisión unilateral de EEUU.



También deberá esclarecerse si la resolución 1441 -de noviembre de 2002- del Consejo de Seguridad se interpreta como suficiente para iniciar acciones militares contra Saddam Hussein o si se estima que es necesaria una nueva resolución.



Aliado en la región



En cualquier caso, Chile será requerido por EEUU (la Casa Blanca necesitará su voto de aprobación y aunque Chile no dispone de poder de veto, como es el caso de los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, podría abstenerse), sino también porque EEUU ve a Chile como uno de sus aliados fundamentales en la región.



Las razones no son un secreto: el buen desempeño de su gobierno y por ser el país más estable y confiable del continente.



El gobierno de George W. Bush necesita a Chile como un buen ejemplo que legitime ante el Congreso norteamericano y ante la opinión pública su política de libre comercio con el continente, cuya expresión más nítida ha sido la firma del TLC con Chile. Este es un precedente para llegar a un acuerdo comercial con todo el continente en el marco del ALCA el 2005.



Chile tiene la oportunidad de estrechar sus vínculos con sus vecinos y superar cualquier desconfianza que se pudiese haber generado con la firma del TLC, si logra interpretar el interés general de la región. Ello implica una acción diplomática de estrecha cooperación con los países de su entorno, en primer lugar con el Mercosur.



Rol de mediador



En este contexto de mayor sobre exposición, el país aumentará también su capacidad de mediar entre la región y EEUU. Esto es válido especialmente frente a la crisis de Argentina (y eventualmente de Venezuela), y puede permitir sensibilizar a EEUU para que adopte un rol mas flexible, por ejemplo, para consolidar el reciente acuerdo entre el gobierno argentino y el Fondo Monetario Internacional.



También puede ayudar a evitar una polarización norte/sur en el continente a raíz de los variados temas que tensan la relación entre la superpotencia y los países de América Latina.



Cooperación sin subordinación



Sin embargo, Chile debe evitar cuidadosamente aparecer subordinado a la política norteamericana y dejar en claro que la integración económica reciente, no implica subordinación política, sino una oportunidad de cercanía y diálogo constructivo.



Un acuerdo histórico



Intensificar las relaciones entre Chile y su principal socio comercial, que es a la vez la primera potencia política, económica, tecnológica y militar de la historia, es una empresa de contenido estratégico, mas allá de los riesgos de la compleja relación actual que los aliados de EEUU, como Chile, puedan sostener con la administración Bush.



Esta relación puede ser clave para el país en momentos de crisis en la región, de alzas desmedidas del precio del petróleo resultado de una guerra en Irak, de interrupciones en el comercio mundial por actos terroristas, u otros imprevistos.



Aprender de otros contextos



En este cuadro -y a pesar de las diferencias evidentes-, Chile puede aprender de la situación de los gobiernos europeos en su relación con EEUU. La ventaja para Chile, es que no está en su agenda el envío de tropas, ni necesita caer en una competencia con otros países por la cercanía con la superpotencia.



Desinterés relativo en la región



Por otro lado, el poco interés del gobierno de Bush por América Latina es ostensible y se ha expresado con claridad en su prioridad casi exclusiva en la lucha contra el Ťeje del malÅ¥ y en su desinterés por la situación de Argentina.



Además, se ha producido un distanciamiento con México. Una de las manifestaciones de este hecho es el retiro de México del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) reflotado con el visto bueno de EEUU como instrumento de seguridad continental.



Este tratado se ha presentado como una especie de OTAN regional, que establece que un ataque contra uno de sus miembros debe ser entendido como un ataque contra todos.



Estrecho campo de maniobra



El gobierno de EEUU, encabezado por George W. Bush, ha entrado en una fase muy compleja de su política exterior pues está dispuesta a prescindir del ordenamiento internacional y del rol de Naciones Unidas para llevar adelante su política de seguridad bajo el esquema de la guerra preventiva, la ŤAmerican PreponderanceÅ¥ y la orientación prioritaria en la movilización de su electorado.



Por otro lado, Chile se ha sumado al esfuerzo para que la ONU tenga el papel que le corresponde en la seguridad global y en unir la lucha contra el terrorismo a las resoluciones de Naciones Unidas.



A pesar de todo, la relación entre EEUU y sus aliados sigue siendo clave para la legitimidad de esta política.



Es aquí donde Chile empieza a jugar un rol en la región, que no debe ser subestimado.
Esto es un desafío muy complejo, pero positivo, pues no lo excluye del nuevo sistema de alianzas, uno de los mayores riesgos para un país que depende de los circuitos internacionales.



EEUU está dispuesto a presionar a sus aliados europeos, del mundo árabe moderado y de otras regiones, bajo la compleja premisa de Ťestán conmigo o contra míÅ¥, incluso al precio de tensionar varios gobiernos cercanos a EEUU en diferentes regiones del globo.



Estos riesgos son una realidad, y no pueden ser enfrentados con fórmulas genéricas sino con políticas bien afiatadas. En este estrecho desfiladero se mueve actualmente la política exterior de Chile.



* Doctor en Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Libre de Berlin.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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