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Longueira y Lagos

La Concertación, el gobierno, e incluso el sistema parlamentario, atraviesan por una seria y dolorosa crisis, de la que todos hemos aprendido algo; pero de las crisis no sólo se obtienen lecciones, también nos imponen la obligación impostergable de avanzar en aquellos temas, que no se enfrentaron oportunamente, y que son esenciales para una democracia moderna.


En el medio de la peor crisis del gobierno de la Concertación, Pablo Longueira ha sostenido una audiencia con el Presidente Lagos, para proponerle una agenda de trabajo en torno a la modernización del Estado, la administración pública y la transparencia.



Ciertamente, la escena no encaja dentro de la lógica político-partidista a la que estamos acostumbrados, y de acuerdo a la cual se esperaría de los líderes del principal partido de la oposición un duro mensaje comunicacional, para rentabilizar, electoralmente, las circunstancias que afectan a sus adversarios.



Claro que podría ser más fácil y tentador para la UDI sentarse de brazos cruzados a ver como caen las figuras más emblemáticas de la Concertación. Las cosas no podrían estar peor: la Justicia ha sometido a proceso a un ex ministro y subsecretario; y en un fallo histórico se ha desaforado a cinco de sus parlamentarios como presuntos autores de delitos de corrupción, dejando a la Cámara de Diputados en una situación muy frágil para la aprobación de los proyectos del Presidente Lagos.



Sin embargo, desde sus orígenes la UDI se ha definido como un actor político responsable. Los verdaderos líderes no se dejan arrastrar por la contingencia para obtener dividendos egoístas; la meta de los auténticos líderes no se agota en si mismos, sino en el bien común y, de acuerdo a esos objetivos, enfrentan los conflictos proactivamente y proyectando las soluciones en el largo plazo y no en las sumas y restas de la siguiente elección.



Pablo Longueira lo ha señalado en incontables oportunidades: «para nosotros siempre ha estado primero el país»; y probablemente su reunión, y el compromiso sellado con Lagos, haya sido la más irrefutable prueba de que su frase favorita no es un simple slogan, sino el sello de la UDI, representado, fielmente, en la gestión de su presidente.



Nuestro partido ha entendido que los riesgos de la situación actual son, en lo inmediato, un deterioro de la imagen internacional de Chile, con consecuencias particularmente preocupantes en materia económica, justo cuando acabamos de celebrar acuerdos con las principales economías del mundo. Luego, que dada la sensación de orfandad de líderes políticos que puede generarse entre la ciudadanía, de la noche a la mañana se iluminen figuras salvadoras de la moral y la ética, con aspiraciones electorales que, de concretarse, podrían sumir a nuestro país en la oscura realidad del populismo que vive una parte de Latinoamérica.



No podemos permitir que el conflicto se agrave, de manera que nos hemos puesto de acuerdo con el gobierno, para empezar a trabajar desde ya en la elaboración y materialización de iniciativas que le devuelvan al país la credibilidad interna y la imagen de probidad que tenía antes de que estallaran los casos coimas, sobresueldos y GATE. Y, por sobre todo, que garanticen las condiciones de gobernabilidad necesarias para mantener la estabilidad política y, en consecuencia, aspirar a las metas de desarrollo social y económico propuestas para los próximos años.



Mientras los Tribunales están trabajando para conocer la verdad de los hechos y castigar a sus responsables, las autoridades políticas tenemos la obligación de responder a la ciudadanía. La Concertación, el gobierno, e incluso el sistema parlamentario, atraviesan por una seria y dolorosa crisis, de la que todos hemos aprendido algo; pero de las crisis no sólo se obtienen lecciones, también nos imponen la obligación impostergable de avanzar en aquellos temas, que no se enfrentaron oportunamente, y que son esenciales para una democracia moderna.



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