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Repara tu trineo en el verano y tu carreta en el invierno

Es probable que, obligado por las circunstancias, el Presidente Lagos ya haya tomado la decisión de moderar su tendencia a la intolerancia, porque sabe que, a su regreso, tendrá que alcanzar con la oposición todos los acuerdos necesarios para cumplir, en los próximos tres años, ni más ni menos que con lo prometido a los chilenos al asumir su mandato.


Vacaciones… Ä„al fin! Tiempo para dedicárselo a la familia, descansar, cambiar de horarios, de actividad; y tiempo también para pensar, ordenar las ideas y preparar el ánimo para enfrentar, con entusiasmo y determinación, los desafíos del 2003.



Un antiguo proverbio aconseja «repara tu trineo en el verano y tu carreta en el invierno». Me parece una recomendación sabia, porque quien espera de sus vacaciones la desconexión total de la vida real y la amnesia frente a las preocupaciones, pierde la preciosa oportunidad que nos concede la serenidad del verano para poner las cosas en su lugar, en todos los planos, y especialmente en el plano político, en el caso de quienes tenemos responsabilidades públicas.



Que duda cabe, estas no serán unas vacaciones cualquiera, porque el 2002 no fue un año cualquiera; y, de capitán a paje, haríamos muy bien en dedicar algunas horas del esperado mes de febrero a meditar respecto de lo que ha pasado en el país, evaluar con honestidad cuáles han sido nuestras responsabilidades; y de qué manera vamos a asumir, a partir de marzo, las tareas que a estas alturas cada cual debiera tener bastante claras.



Partamos por el capitán. El Presidente Lagos se encuentra en medio de sus vacaciones, no obstante algunas interrupciones. Mientras recorre los cerros de Caleu, estará recordado los tremendos dolores de cabeza y las permanentes incomodidades que le han ocasionado sus propios aliados. Es probable que, obligado por las circunstancias, ya haya tomado la decisión de moderar su tendencia a la intolerancia, porque sabe que, a su regreso, tendrá que alcanzar con la oposición todos los acuerdos necesarios para cumplir, en los próximos tres años, ni más ni menos que con lo prometido a los chilenos al asumir su mandato. Como es un hombre inteligente, ha entendido que nunca es tarde para cambiar.



Los dirigentes de la Concertación tendrán que combinar la reflexión con la creatividad, admitir que su desintegración es inminente y que sólo la generación de nuevas ideas, el trabajo serio y constante y el compromiso público con la trasparencia podrían salvarlos del naufragio total. Después de todo, quedan apenas veinte meses para las elecciones municipales, la gran primaria como ellos mismos se han empeñado en llamar; y francamente, al paso que van, las cosas no están dándose como esperaban.



Desde luego, un par de sugerencias para esa autodenominada elite política, que insiste en los más alambicados análisis respecto del liderazgo de Joaquín Lavín. A todos ellos recomiendo largas siestas, que calmen los comprensibles nervios que les provoca el aumento sostenido de la popularidad del alcalde de Santiago. Y si el clima y el punto geográfico lo permiten, convendrían cortos pero intensos baños en las frías aguas del Pacífico, para abrir los ojos, despertar a la realidad y entender que los chilenos de hoy esperan de sus líderes una actitud acorde con sus necesidades y no con los requerimientos de un grupo respetable, pero muy poco representativo de intelectuales.



En cuanto a la UDI, los desafíos están claramente trazados y el país los conoce, porque los hemos comunicado oportunamente. Como estamos concientes que para cumplir con esos compromisos se necesita, además de capacidades políticas, cierto temple y disciplina, nos hemos propuesto alternar el ocio veraniego con la reflexión respecto de nuestros orígenes y de las motivaciones que tuvimos para incorporarnos y permanecer en el servicio público. Y confirmar que, hoy más que nunca, es imprescindible resistir las críticas de quienes no han comprendido que el cambio al que aspiramos para el 2006 no es exclusivo de un partido ni consiste en imponer visiones dogmáticas e inamovibles, sino en asumir lo que Pablo Longueira ha definido como «roles de entendimiento y trabajo con el movimiento social del país».



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