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La guerra de Irak: Nacimiento de una nueva era

Lo que los americanos nos quieren hacer entender es que esta nueva política guerrera, que se está imponiendo a pesar de Chile, es parte de una visión geopolítica de largo plazo y cuyo objetivo final es el control de la región y del mundo para imponer el modo de vida americano.


Con la invasión de las tropas estadounidenses a Irak, el Presidente Bush ha logrado su primer «triunfo»: destruir el multilateralismo como elemento de superación de las controversias internacionales.



El ataque armado, sin mandato expreso de las Naciones Unidas, es un episodio más en una estrategia geopolítica que busca como objetivo central posicionar a los Estados Unidos como potencia hegemónica del nuevo orden mundial. En efecto, hechos recientes tales como el rechazo del Tratado de Kyoto sobre medio ambiente o del Tribunal Penal Internacional, no son otra cosa de una estrategia deliberada de demolición de la política multilateral como sistema de relacionamiento internacional y de reforzamiento del unilateralismo.



El Presidente de Estados Unidos -y sus acompañantes británicos y españoles- han transformado a la ONU en una institución internacional dedicada a la limpieza y reconstrucción de los destrozos de ésta y las próximas guerras que vendrán.



En la nueva «Pax Americana», los países independientes y neutrales no tiene cabida alguna. Más bien son un estorbo que merecen un escarmiento. Es en este contexto que debemos analizar la política exterior de Chile y sus implicancias.



Las presiones del gobierno del presidente Bush a los países que componen el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, han sido sin recato alguno y rompiendo con las normas mínimas del protocolo. Si bien países como Francia, Alemania y Rusia, pueden soportar con espaldas más anchas la embestida norteamericana, Chile y México no tienen las mismas fortalezas.



Lo que los americanos nos quieren hacer entender es que esta nueva política guerrera, que se está imponiendo a pesar de Chile, es parte de una visión geopolítica de largo plazo y cuyo objetivo final es el control de la región y del mundo para imponer el modo de vida americano.



Es indudable que la ONU sufre su peor crisis y corre un serio riesgo de desaparecer. En todo caso, esta posibilidad y la repulsa de la opinión pública mundial tienen sin cuidado a Washington y sus aliados, sin darse cuenta estos últimos que el término del multilateralismo en las relaciones internacionales está matando, también, las esperanzas de vivir este nuevo siglo que recién comienza en paz y prosperidad.



La ONU y el Consejo de Seguridad nacieron después del término de la segunda guerra mundial, respondiendo al nuevo orden mundial que tenía como protagonistas a Estados Unidos y a la ya fenecida Unión Soviética. El período de la guerra fría sufrió las guerras de Vietnam y Corea y el episodio de Bahía Cochinos como las más emblemáticas y peligrosas para la estabilidad mundial. El peligro de una conflagración atómica detuvo a las dos superpotencias. Los vetos del Consejo de Seguridad de la ONU y el miedo lograban mantener el equilibrio.



La guerra fría se terminó, contra todo pronóstico, en forma pacífica con la caída del Muro de Berlín y el posterior desmoronamiento de los regímenes comunistas del este, lo que ha conducido a los analistas internacionales a estimar que la misma fue ganada por Estados Unidos.



Lo que tenemos, ahora, es una Rusia debilitada y un mundo con el predominio absoluto de una superpotencia. Estamos en un mundo unipolar, y con un futuro poco auspicioso desde el punto de vista de posibles confrontaciones militares.



El Consejo de Seguridad de la ONU mostró de forma dramática sus falencias, pues no pudo hacer nada para detener el ataque militar de EEUU a territorio iraquí. Un ataque unilateral sin el mandato expreso de la ONU habría sido impensable en tiempos de la guerra fría, dada la fortaleza bélica de la extinta URRSS y sus satélites.



El mundo ha cambiado y en el horizonte cercano no se ven posibilidades de una tercera conflagración mundial. A pesar de esta constatación, es indispensable tener unas Naciones Unidas con capacidad de mantener la paz en el mundo. Lograr este objetivo implicaría que países pequeños como el nuestro se unieran a naciones más grandes que no vieran con buenos ojos la hegemonía sin contrapeso de las políticas expansionistas de la actual administración estadounidense. Sin embargo, lo que Irak nos está dejando es un mundo con un nuevo «orden» internacional. La pregunta es si en éste habrá espacio para países como el nuestro, que quieren sinceramente ser parte de la construcción de un Orden Mundial que tome en cuenta las diversidades de los países que lo integran.



(*) Analista Político.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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