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La batalla que Bush perderá

Don Miguel de Unamuno se me viene al corazón. «Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis la fuerza. No convenceréis porque no tenéis la razón».


No hay que ser un genio para predecir que Sadam Hussein perderá la guerra. Los tiranos nacen en medio de la sangre de su pueblo y a la sangre retornan. El dictador de Irak ha arrastrado a su pueblo a una tragedia.



Lo que resulta increíble es sostener que George W. Bush también perderá la guerra. Y afirmo que ello ocurrirá más temprano que tarde. Por cierto no me refiero a una derrota militar. Consciente estoy que los datos son abrumadores a favor de Estados Unidos. Este cuenta con 276 millones de habitante. Su tasa de alfabetización es del 97%. Su extensión territorial es de 9.269.000 kilómetros. Tienen 12.070 cabezas nucleares. Su presupuesto anual es de 288 mil millones de dólares. Y tiene 1.371.500 militares. Sumemos a los británicos que tienen 60 millones de habitantes, 450 cabezas nucleares y 212.400 militares. Pobre del pueblo iraquí que tiene 24 millones de habitantes y ninguna bomba atómica.



Pero, justamente, por lo desproporcionado de las fuerzas en contienda, el gobierno norteamericano perderá la guerra. En efecto, la filosofía y la teología han señalado que para hacer una guerra ésta debe ser justa. Y esta guerra no lo es, pues no hubo agresión ilegítima por parte de Irak. Los autores de la destrucción de las Torres Gemelas fueron de Al Qaeda, no la Guardia Republicana de Irak. Los medios pacíficos para desarmar a Hussein no estaban agotados. Y los medios militares que se utilizan deben ser proporcionados al fin que se busca. Cuando sabemos que tres mil bombas de nueve toneladas cada una caen sobre Bagdad, sabemos que estamos frente a una potencial matanza. Y de niños sabemos que siempre hay algo repugnante cuando los grandes se juntan para pegarle al más débil del curso. Unicef habla de entre quinientos mil y un millón de niños muertos en diez años de bloqueo de Irak. Maldito sea el tirano que los llevó a ello. Y qué terrible del poder militar y económico norteamericano que ha hecho esto. Herodes y su matanza de los inocentes empalidece ante la tecnología de muerte norteamericana.



Bush perderá la guerra que se librará en el corazón de la Humanidad. Entre los escombros de Bagdad y quizás recién abiertas las urnas de su reelección presidencial, su derrota espiritual se elevará a los cielos.



Tengo en mi poder el libro «La Paradoja del Poder Americano», publicado el 2002. En él, Joseph Nye Jr., Decano de la Escuela de Harvard, previene del error colosal que el Imperio Americano acaba de cometer. Joseph Nye por cierto no es un talibán ni un amigo de Hussein. Es un patriota norteamericano que ama su país. Pero lo ama como los ciudadanos lo hacen, en forma autónoma, crítica, ilustrada y extensa. Nye Jr. «se pone en los zapatos de los demás».



En su libro señala que desde los tiempos del Imperio Romano que ninguna nación se alzaba tan enormemente por encima de los demás. Estados Unidos tiene un poder incontrarrestable. Pero Nye Jr., con la sutileza del intelectual, distingue el poder duro del blando. El poder duro lo dan los recursos económicos y militares. Y el poder blando tiene por fuente la seducción, la persuasión y el encanto. Nye Jr. recuerda el caso del Vaticano. Este es un pequeñísimo Estado geográfica, poblacional y militarmente hablando. Pero tiene un poder enorme, pues la voz del Papa tiene autoridad que es seguida por cientos de millones de personas. El Vaticano es mucho más poderoso hoy que cuando tenía los estados pontificios, cobraba impuestos y dirigía poderosos ejércitos.



Estados Unidos tiene por fuerza su industria cultural. Sus hábitos de consumo seducen a cientos de millones de personas. Cientos de miles de profesores universitarios que trabajan en Estados Unidos son extranjeros. Tiene el liderazgo tecnológico. Todo eso le da una influencia «blanda» pasmosa.



Pero el problema está en que el ejercicio brutal de su poder duro puede destruir su influencia moral o poder blando. Nye Jr. señala que el ejercer el poder en forma arrogante, unilateral y provinciana puede ser el peor error del Imperio norteamericano. Y ese error lo acaba de cometer. La guerra que ha dado es tan injusta como la que hizo en Vietnam. En ella Norteamérica es acusada de haber matado entre dos y tres millones de norvietnamitas. Y fue una guerra tan injusta que provocó que Estados Unidos perdiera sus jóvenes que empezaron a dudar de su patriotismo. En 1964 tres de cada cuatro norteamericanos confiaba en su gobierno. En 1970, antes de Watergate, uno de cada cuatro creía en él. La opinión pública mundial los acusó. Y en 1984 se hablaba del fin de la hegemonía norteamericana. La caída de los socialismos reales le dio una nueva oportunidad a la democracia norteamericana. Creo que la están deplorablemente desperdiciando.



Bush tiene literalmente todo el poder militar y económico del mundo para aplastar Irak. Pero, de seguir viendo cada día por televisión, tamaña prepotencia puede provocar en el alma de la Humanidad y de su propio pueblo un frío de muerte. Y será el fin del «poder blando» de Estados Unidos.



Don Miguel de Unamuno se me viene al corazón. «Venceréis pero no convenceréis. Venceréis porque tenéis la fuerza. No convenceréis porque no tenéis la razón».





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