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El diablito Enrique Correa

La insoslayable frase que varias veces he enunciado en mi mente, nuevamente ha aflorado dentro de mi «yo» reflexivo. No es fácil estar en política siendo joven, y a la vez entenderla.


El domingo 27 de mayo, desperté temprano para seguir las elecciones presidenciales que acontecían en la hermana república de la Argentina. La importancia que revestían estas elecciones en un país que trata de levantarse de un caos político e institucional -que hoy se manifiesta en lamentables índices de pobreza- hacían valorarla como un hecho de magno interés no solo para los argentinos, sino para toda América Latina.



Dentro de Latinoamérica, parece que los ojos más interesados en seguir estas elecciones eran los nuestros, los de los chilenos. Debido esto tal vez a la presencia de la Bolocco como esposa de Carlos Menem.



Pero que sorpresa más poco grata me lleve, al constatar que «La Chechi» no era la única presencia chilena en las presidenciales trasandinas. Enrique Correa, militante socialista y otrora ministro de don «Pato» Aylwin, estaba de asesor político de -nada más ni nada menos- que de Ricardo López Murphy, el candidato de la derecha argentina.



Es así como el «compañero» Correa se transformó en uno de los pilares de la campaña de López Murphy. De hecho, su oficina de comunicación estratégica en Santiago fue la encargada de organizar la agenda de su última visita a Chile.



Recordar solo como dato de la causa, que no es de poca importancia el pasado académico del asesorado por Correa, quien pertenece a ese selecto grupo de economistas denominados «Chicago Boys», muy conocidos por todos nosotros, cosa que nos hace deducir lógicamente el por qué cuando era ministro de De la Rúa, intentó rebajar de una manera cuantiosa el presupuesto de educación en Argentina.



Uno de los proyectos del «candidato de Correa» parece ser formar una derecha en Argentina emulando a la chilena, tarea para la cual además de la asesoria de «el diablito» (como Pinochet denominara alguna vez a Correa), cuenta con el respaldo de Gonzalo Cordero, el principal asesor en temas comunicacionales de la UDI.



Lo más seguro es que el círculo de amigos personales del «Nene» Murphy en Chile, constituido entre otros por Cristián Larroulet, Juan Andrés Fontaine, Álvaro Vial, Renato Peñafiel, Jorge Selume y Joaquín Lavin, haya estado siguiendo minuto a minuto las elecciones presidenciales de Argentina. Qué pena por ellos que Murphy ni siquiera paso a segunda vuelta.



Pero no debería producirnos ningún asombro el hecho que Correa haya apoyado asesorando a un candidato ícono del neoliberalismo en Latinoamérica, comprendiendo que hablar de Correa es sinónimo de hablar de un hombre que intervino a favor de Pinochet durante la acusación constitucional en su contra, de alguien que es partidario de una plena privatización en Chile, y de un personaje que ha asesorado a los principales grupos económicos del país, por decir solo algunas cosas de este militante socialista.



Lo que no logro entender y si debería sorprendernos, es el inmenso silencio del Partido Socialista ante esto. Y es que por hechos como los acontecidos en el caso Gate o coimas, miles de voces nacieron pidiendo casi la horca para los afectados, y en casos como el de Correa, que a mi personal parecer reviste igual importancia, el silencio parece ser factor en común. La critica no es que Correa asesore o no a alguien, la critica es el por qué de esos actos criticables, no se desprende lógicamente una discusión respecto al tema.



De esto se desprende, creo, el hacer una critica contra alguien está supeditado al peso o nivel de influencias que pueda tener ese alguien dentro de un partido político.



Algunos podrán defenderlo aduciendo que esto no es un régimen leninista y que existe libertad dentro de los partidos políticos -cosa que comparto plenamente-, pero el argumento de la libertad de acción dentro de un partido político, tiene que tener barreras mínimas morales.



El tema no creo que sea plantear la expulsión del partido político, ni nada que se le parezca. Más bien, es ser capaces de manifestar un rechazo a actos como este. Ser capaces de sentar un precedente, diciendo que estas actitudes son rechazadas dentro de un partido político, y en especial dentro de un partido político que aspira a representar a la izquierda del nuevo siglo.



Es que sino, en definitiva, posiblemente mañana tengamos a un Enrique Correa, aduciendo a su derecho a la libertad, asesorando a un Lavin en las presidenciales o siendo ministro en algún gobierno de derecha, o quizás hipócritamente siendo candidato a senador por la izquierda.



(*) Ex Pdte. Parlamento Juvenil, 18 años.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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