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La memoria es futuro


El premio nacional de ciencias, Claudio Teitelboim, cuenta de su obsesión temática como científico en una notable película del cineasta Joaquín Eyzaguirre. En una escena del film, el físico Teitelboim habla de sus investigaciones para intentar comprender los hoyos negros que, en sus palabras, son la memoria del universo. Desentrañar el significado de los hoyos negros, de la memoria universal, hace posible conocer el futuro, incluso su finitud, nos dice -mirando a la cámara- el científico Teiltelboim.



Una ciencia dura como la física nos habla de una verdad que hasta ahora no es asumida como lección de país, tal es, que el conocimiento del pasado constituye condición para entender el futuro, preverlo y, por lo mismo, incidir en él. El destino de la humanidad habrá de depender, tanto de cuánto avancen en conocimiento del pasado Claudio Teitelboim y otros aventureros de la ciencia, así como de cuántas lecciones aprendamos de nuestra historia política, económica y social.



El pasado, no como refugio nostálgico, sino como suma de experiencias que construyen presente y pavimentan futuro. El pasado como memoria a ser recuperada, pero superada.



Si durante los años de la dictadura militar, la retornada del exilio, ex presa y ex torturada Michelle Bachelet, estuvo o no en un grupo colaborador del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, si en esos años Michelle, hija de Angela Jeria, igualmente apresada y torturada que su hija, asistió o no a algunas reuniones porque tenía una pareja que era vocero de tal organización, si en los ochenta, Michelle, hija del general Bachelet, muerto a manos de sus propios compañeros de armas, sabía o no en qué actividades andaba por esos años el FPMR, constituye parte de una historia que se refleja en este siglo veintiuno, momento en el que, en su calidad de Ministra de Defensa, se ha sentado con los generales en jefe de las Fuerzas Armadas a construir el país del futuro, sabiendo cada quien con qué pasado carga a cuestas. Más aún, sabiendo cada quién que hace su opción presente y tal apuesta de futuro, precisamente porque tiene el pasado que tiene.



De modo que, cualquiera sea la motivación que llevó a un grupo de personas de aquel FPMR a convertir parte del pasado (real o inventado) de la Bachelet en una noticia pública, cualquiera sea la intencionalidad que tenga la revista Qué Pasa para publicar tal información débilmente fundamentada, cualquiera sea la razón por la que la propia involucrada no desee dar explicaciones, lo que no se puede aceptar es intentar cerrar el capítulo con el argumento de que no hay que escarbar en el pasado y que el desafío ahora es mirar el futuro.



Si queremos pensar en el futuro deseable y construir las bases para hacerlo posible es impensable desconocer el pasado del que se parte. Cuestión distinta es quedarse en el pasado y obsesivamente intentar reproducirlo. Esa es pura nostalgia y condena al fracaso. Cuestión distinta es, asimismo, olvidarse del pasado, desconocerlo y creer que es posible avanzar con amnesia. También esa fórmula lleva al fracaso.



Que llegaran a acuerdos y colaboraran los dirigentes civiles de la derecha que participaron en el gobierno de Pinochet con los militares, no constituiría para nada una señal de normalización de las relaciones cívico-militares y no contribuirían en nada a la construcción de nuevas bases del entendimiento democrático del país. En cambio, que esos acuerdos y colaboración pueda hacerlos la militante socialista que, con el pasado que tiene, asume como Ministra de Defensa, que esos acuerdos y colaboración tengan como antecedente una Mesa de Diálogo que sentó a conversar y a buscar entendimientos entre quienes en un pasado muy cercano estuvieron, no sólo en bandos contrarios, sino que en los desiguales roles de víctimas y victimarios, es la más potente señal de normalización de las relaciones cívico-militares en un país que sufrió graves violaciones a los derechos humanos durante el régimen militar y la más contundente prueba de que la democracia naciente puede respirar por su cuenta y desarrollarse con sus propias fuerzas, las de la ciudadanía y no las de la violencia.



Recurrir al pasado sin empatar los pasados, recordar que en el pasado no todos fuimos tratados como iguales, ni nos comportamos de igual manera, ni tuvimos las mismas responsabilidades, ni gozamos de comparables derechos, es tal vez la única posibilidad de construir un futuro que intente superarlo y no recrearlo.



Por eso, como nos enseñan los hoyos negros que estudia Teitelboim hijo, recurramos a la memoria para aventurar futuro y, como nos alecciona su padre en el libro «Memorias de un joven del siglo veinte», entendamos que la vejez no es un asunto de edad, porque así como la nostalgia nos hace viejos, la memoria, en cambio, como a Volodia, nos rejuvenece.



*Directora Ejecutiva de la Fundación Chile 21



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  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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