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El camino de la abdicación

Le quedan tres años Presidente. No siga el camino de la abdicación ante la derecha. Ese es precisamente el que llevó al Presidente De la Rúa a terminar como lo hizo. Rectifique ahora, todavía está a tiempo para pasar a la historia como Ud. desea.


El nombramiento, por parte del Presidente Lagos, del economista Vittorio Corbo como consejero y nuevo presidente del Banco Central, ratifica la orientación del gobierno en cuanto a entregar el manejo económico a representantes del pensamiento neo-liberal y, en este caso, francamente a la derecha política. Al abdicar así el control del Banco Central, uno de los dos principales centros de poder en la actual institucionalidad económica junto al Ministerio de Hacienda, el Presidente inicia en la práctica un proceso de hacer abandono del poder, a favor de este sector político. En lenguaje empresarial, se trata de un «hecho esencial».



Extrañamente, sin embargo, al mismo tiempo que en Chile sus representantes aparecen consolidando su poder, el neoliberalismo, vertiente extremista del pensamiento económico que el historiador Eric Hobsbawm denomina «anarquismo burgués» está, en el mundo, en franca retirada. En opinión del historiador referido, la era neoliberal inicia su fin a partir de la crisis asiática, en 1997. En efecto, y desde entonces, el éxito que llevó a estas dogmáticas concepciones a alcanzar insospechadas posiciones de poder en todo el mundo, les ha empezado a ser esquivo.



Desde entonces, las predicciones de los neoliberales han dejado de cumplirse y sus recetas han dejado de funcionar. Como decía Keynes, «Los postulados [neoliberales] son aplicables a un caso especial, que resulta no ser la sociedad económica en que actualmente vivimos, con el resultado que sus enseñanzas son inconducentes y desastrosas si intentamos aplicarlas en la práctica». El «caso especial» aparentemente ha dejado de verificarse, al igual que cuando otra era de auge del liberalismo extremo llegó a su fin con la crisis de 1929.



Los recientes fracasos de los postulados neoliberales y sus adalides alcanzaron su máxima expresión en nuestra vecina Argentina, donde llevaron al colapso de su sistema político. ¿Cómo no recordar, con motivo de la reciente designación del Presidente Lagos que comentamos, el momento en que el Presidente De la Rúa llamó a Domingo Cavallo -gran amigo de Corbo, lo que motivó que hace pocas semanas el actual gobierno trasandino rehusara contratar una consultoría suya propuesta por la subdirectora del FMI, Anne Krueger- a dirigir la economía Argentina?



En Chile, sin ir más lejos y como dice el economista de CEPAL, Ricardo Ffrench-Davis, «se nos cayó la equidad (peor distribución del ingreso en 1999-2002 que en 1990-98) y se nos cayó el ingreso (2,3% anual en el quinquenio 1998-2002) cómo no reflexionar autocríticamente frente a un resultado tan mediocre. Sin desesperación ni desconcierto. Sin entregar el bastón de mando a los que antes fracasaron en los dos objetivos».



La crisis del pensamiento neoliberal se manifiesta, también, en nuestro país en los perjuicios que sus enseñanzas están ocasionando, por su responsabilidad en el aumento de la inseguridad y desprotección de la población, en la dilapidación de la renta de nuestra principal riqueza básica, las evidentes y abusivas imperfecciones con que operan muchos mercados y, en la abdicación del país a la soberanía, como base de su estrategia de desarrollo nacional.



Más allá que todo eso, le cabe al pensamiento neoliberal una importante cuota de responsabilidad, en la peor forma de corrupción que afecta a la clase burguesa de nuestro país, la que se haya profundamente pervertida por el pecado original de acostumbrarse a gobernar principalmente por la fuerza, el engaño y el terror, en lugar de asentar su liderazgo como clase dirigente en base al consenso.



El neoliberalismo ha exacerbado en forma perversa las peores actitudes burguesas, fomentando la idea de que todo lo que favorece los intereses burgueses más estrechos es bueno para la economía en general y que todo lo que va a favor de los asalariados es dañino para la economía, cuando no catastrófico. Así, el neoliberalismo predica que subir las remuneraciones es malo, bajar los impuestos a las empresas es bueno; regular a las empresas es malo, regular la negociación colectiva para debilitar a los sindicatos es bueno; aumentar el gasto fiscal es malo, privatizar empresas es bueno, etc. etc.



Hoy en día, al igual que ocurrió durante los años 1930, se abre paso un creciente consenso, entre círculos cada vez más amplios e influyentes de economistas, empresarios y políticos, acerca de las serias limitaciones de esta concepción económica. Al mismo tiempo se va extendiendo el viejo sentido común de que para enfrentar situaciones como la que vivimos no basta con manejar unas pocas variables, y dejar que el mercado arregle todo, como postulan los neoliberales, sino que se requieren políticas más complejas.



En situaciones como esta resulta bueno para la economía aumentar el gasto fiscal, regular a las empresas, ampliar la protección social, subir las remuneraciones. Todas estas medidas recuperan el gasto deprimido, expanden el mercado interno, reactivan el comercio, la pyme, la gran industria y la economía en general.



Le hace bien a la economía chilena, hoy día, regular la producción de cobre para frenar la caída del precio mundial, aplicar royalties a la minería -como acaba de hacerlo Sudáfrica- para evitar que la permisividad actual que permite a cualquiera entrar a explotar nuestros ricos minerales termine por disipar la renta de los mismos. Es bueno para Chile incorporarse a construir con sus iguales en América Latina un espacio económico grande que pueda aspirar a tener alguna independencia y soberanía en el siglo XXI.



Para el Presidente Lagos, si no quiere pasar a la historia abdicando definitivamente frente a la derecha al término de su gobierno, no cabe otra alternativa que encabezar un gran proceso de rectificación, que pasa por dar otra dirección de la economía.
Como dice Ffrench-Davis: «llevamos casi cinco años en la parte baja del ciclo. No podemos salir de ahí por ‘lo que podrían decir esos mercados’, que son los financieros de corto plazo. Son muy legítimos cuando se concentran en su tarea propia, que no es la macroeconomía real ni la construcción de nuestro futuro: a ellos les pagan por hacer bien inversiones de corto plazo; Ä„no le pidamos peras al olmo!».



Como bien señala este economista, se requiere hoy un «shock reactivador» que ponga la economía nuevamente en la senda de crecimiento con equidad y al gobierno en sintonía con sus promesas electorales y las esperanzas de su pueblo.



Le quedan tres años Presidente. No siga el camino de la abdicación ante la derecha. Ese es precisamente el que llevó al Presidente De la Rúa a terminar como lo hizo. Rectifique ahora, todavía está a tiempo para pasar a la historia como Ud. desea.



(*) El autor es Director de la Escuela de Ingeniería Comercial de la Universidad ARCIS y de CENDA.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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