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El látigo del castigo

Por ahora, hay que aceptar el golpe de Washington, no asustarse y esperar el momento en que el coloso recupere la cordura y redescubra la región abandonada. En ese momento Chile debe exigir explicaciones y cambios en el TLC.


Para Chile, llegó la hora de pagar la temeridad de oponerse a la invasión estadounidense a Irak en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. La factura llega a través del retraso de la firma del tratado de libre comercio con Estados Unidos, logrado a fines del año pasado tras difíciles negociaciones. Pero Chile no es único país del hemisferio que está recibiendo los embates de la Casa Blanca.



El Presidente George Bush canceló una visita de estado a Canadá programada para el 5 de mayo. La razón, según el vocero de la Casa Blanca Ari Fleischer, «es la apretada agenda» presidencial postguerra, particularmente en el ámbito de la reconstrucción de Irak. De hecho, Fleischer dijo que Bush tenía que tratar el tema con su aliado el Primer Ministro de Australia, John Howard, en su rancho de Texas.



Canadá, junto con Chile y México, buscó dentro del Consejo de Seguridad formas de prevenir la guerra. Los tres países pidieron dar el tiempo necesario a los inspectores de Naciones Unidas para hacer su trabajo: buscar presuntas armas de destrucción masiva -esas mismas que nadie ha encontrado aún- y dieron crédito a los inspectores cuando decían no haber encontrado nada y requerir más tiempo.



En un discurso pronunciado el 25 de marzo ante el Club Económico de Toronto -entidad que aglutina a los principales dirigentes empresariales de este país- el embajador de Estados Unidos, Paul Celluci, advirtió de «la decepción» de Washington con los aliados cercanos, incluyendo a Canadá, que no concordaban con la urgente necesidad de emprender acciones militares en Irak.



Para Canadá, el resultado es que se canceló la visita de estado de Bush a Ottawa y se bajaron todos los contactos a nivel de ministros. Recordemos que la relación comercial entre ambos países es de US$ 1.400 millones diarios, el intercambio comercial más alto del planeta. Además Canadá es el principal proveedor de petróleo y gas a Estados Unidos e ilumina y calefacciona sus principales ciudades.



El mensaje de Celluci -agresivo y fuera del contexto diplomático habitual- puso a Canadá a la defensiva y a todos los funcionarios del gobierno del Primer Ministro Jean Chrétien a tratar de atenuar las fricciones bilaterales.



Pero el esfuerzo no tuvo resultados, y Canadá está siendo castigado como niño que se portó mal. Nada importó que desde hace meses hubieran fragatas canadienses en el Golfo Pérsico, ayudando a imponer un férreo bloqueo a Irak y a prevenir atentados contra la flota estadounidense en la región. Tampoco importó que Canadá haya desplegado tropas en la llamada guerra contra el terrorismo en Afganistán. Menos aún los militares canadienses todavía adjuntos a los ejércitos de Estados Unidos y Gran Bretaña y que participaron en la guerra contra Irak.



Chile y México deben prepararse a recibir sanciones quizás más duras. Para empezar, Washington postergó todas las negociaciones para regularizar la situación de los mexicanos indocumentados, una importante demanda del gobierno de Vicente Fox.



Lo dicho por el Ministro de Relaciones Exteriores Colin Powell en reunión de la Canciller Soledad Alvear -indicando cuán importante es la relación bilateral- no serían más que palabras de buena crianza.



Mucho más probable es lo que informa el influyente Washington Post, cuyo editorial del 1 de mayo señala que la firma del Tratado de Libre Comercio con Chile queda aplazada hasta nuevo aviso. El editorial llamó esta actitud de la administración Bush un «acto mezquino» que daña la postura de Washington en el mundo.



El Washington Post repara en que las principales represalias del gobierno de Bush se dirige contra Francia, pero que dentro de la furia del coloso caen otros, entre ellos Chile, agregando que «el ataque contra Chile no tiene sentido» ya que por más de dos décadas nuestro país ha sido el líder regional en la implementación de políticas libremercadistas, «junto con ser un modelo de estabilidad democrática en una región convulsionada».



Luego de la invasión a Irak, el gobierno de Bush prefiere reunirse con sus aliados incondicionales. Los mandatarios de Centroamérica, por ejemplo, han estado desfilando por la Casa Blanca para ser premiados con una aceleración en las negociaciones de libre comercio con Estados Unidos.



La semana pasada el Presidente de Colombia, Álvaro Uribe, luego de apoyar a Washington en Irak, fue a Washington como invitado de honor a recibir el premio de una nueva inyección de fondos para la guerra contra las FARC y ELN.



¿Debiéramos preocuparnos por el pie en que quedó Chile luego de no apoyar a Estados Unidos en la guerra?



Honestamente, no. Analizado objetivamente, los países centroamericanos no tienen mayor peso en el hemisferio. Son esencialmente exportadores de mano de obra barata a Estados Unidos, la misma que luego envía remesas mensuales que representan en muchos casos el 50% del PIB de esos países.



Por su parte, Colombia sigue siendo un país fracasado. Duro epíteto, pero objetivamente allí hay una oligarquía que gobierna en detrimento de todos los demás estratos sociales, en el marco de una guerra que dura más de 30 años, sin mencionar otro siglo de guerras oligárquicas entre conservadores y liberales. Todo ello ha coartado el desarrollo y presencia de Colombia en la región. Es más, el narcotráfico y la expansión de la violencia hacia otras fronteras constituyen un serio problema regional. Desde mediados de los 90, la clase media educada y profesional de Colombia ha venido abandonando el país.



Chile no tiene nada que temer con el aplazamiento de la firma del TLC. La postergación aplaza la gestión de incorporar a Argentina y Brasil al Acuerdo de Libre Comercio de las Américas. Irónicamente, con el aplazamiento, Chile queda en un pie más fuerte, ya que puede exigir la apertura de ciertos capítulos que en este momento no le son favorables.



Dado que el TLC con Chile es el acuerdo prototipo para el ALCA, cualquier atraso obliga a Washington -al ver acercarse el plazo del 2005- a firmar el TLC tal como está acordado. Una política chilena hábil puede permitir el coqueteo y lograr nuevas concesiones de parte de Washington.



Tras el berrinche de Washington, nuestra cancillería puede guardarse cartas importantes para cuando la administración Bush recuerde que la relación con el hemisferio era un eje principal de su política exterior. En ese momento, hay que exigir mejores condiciones en el TLC.



Ese momento puede llegar cuando Argentina y Brasil logren, finalmente, ponerse de acuerdo para repotenciar el Mercosur, donde Chile debe jugar un papel importante. Exigir la apertura de esas economías para lograr una integración económica regional asustará a Washington a moverse, ya que Brasil y Argentina pueden optar por rechazar el ALCA.



Por ahora, hay que aceptar el golpe de Washington, no asustarse y esperar el momento en que el coloso recupere la cordura y redescubra la región abandonada. En ese momento Chile debe exigir explicaciones y cambios en el TLC.





* Jorge Garretón es periodista chileno residente en Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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