Publicidad

Vigencia de Maritain

Las causas que originaron las reflexiones y las tesis de Maritain aún permanecen. En lo sustantivo son las mismas que afectan a la humanidad en el siglo XXI, incluso en cierto modo acentuadas después de la caída del comunismo soviético.


Recientemente se cumplieron los treinta años de la muerte de Jacques Maritain, el filósofo del Humanismo Integral. Sus ideas sobre cómo superar el materialismo y el individualismo de nuestras sociedades, en cuanto filosofías de vida que generan la miseria, la desintegración social y las guerras, son una respuesta muy actual, que ya en su época, sobre todo en la primera mitad del siglo pasado, influyeron de tal forma en las juventudes y en los líderes políticos de Europa y Latinoamérica, que dieron lugar a experiencias concretas y resultados específicos.



Las causas que originaron las reflexiones y las tesis de Maritain aún permanecen. En lo sustantivo son las mismas que afectan a la humanidad en el siglo XXI, incluso en cierto modo acentuadas después de la caída del comunismo soviético.



Muchos de nosotros leímos a Maritain en los sesenta, en momentos de mucha efervescencia política y de posicionamientos irreductibles que ponían a prueba nuestras convicciones.



En ese contexto recibíamos la influencia de acontecimientos externos tan relevantes como el Concilio Vaticano II, la invasión de Checoslovaquia, la división aparentemente definitiva de Europa, la guerra de Vietnam, los inicios del diálogo cristiano marxista -fuertemente debatido entre nosotros- y, en nuestra tierra, la gigantesca tarea emprendida por la Revolución en Libertad, a mi juicio una de las consecuencias más directas de la fidelidad al pensamiento de Maritain, que comprometió de golpe -como diría el filósofo- toda una concepción sobre el hombre y la sociedad, propuesta que despertó fuerzas dormidas en la base social y generó condiciones para la justicia social en democracia como nunca antes, junto a las reacciones de quienes querían impedir el avance, o quienes lo consideraban demasiado poco y demasiado lento.



Para todo eso, para tener un referente filosófico, conceptual, un marco de análisis que nos permitiera comprender los fenómenos políticos y sociales, y a la vez cargarnos más de razón en nuestras convicciones, a las que -como suele ser- habíamos llegado por una mezcla de intuición, razonamiento propio y la convocatoria de esos líderes magníficos que forjaron la Patria Joven, para todo ello el maestro Jaime Castillo nos presentaba a Maritain, su pensamiento profundo y a la vez simple, la arquitectura conceptual que sostenía la tesis del «ideal histórico concreto», la distinción clara respecto del capitalismo y del comunismo, y con enorme y persistente contundencia, el compromiso del cristiano con la transformación de un mundo materialista e injusto, al que no se debe acomodar ni resignar, para construir la sociedad comunitaria, una comunidad de comunidades, una ciudad de la amistad cívica, integrada, solidaria, equitativa.



Maritain siempre ha sido considerado el inspirador de la doctrina de la DC chilena, cuyo continuador por excelencia ha sido Jaime Castillo Velasco. Estuvo atento al desarrollo de este partido y de hecho el filósofo y Frei Montalva mantuvieron una estrecha amistad y una importante correspondencia, como también la tuvo con Gabriela Mistral.



El pensamiento de Maritain representa un referente doctrinario e ideológico para enfrentar las complejidades de la nueva era global, sus carencias y distorsiones, especialmente en cuanto a la necesidad de recuperar la ética en la política y en la vida social, adecuar los medios a los fines de bien común que se debe perseguir, y sentar las bases de una sociedad en la se concilien la dimensión material con la dimensión espiritual de la persona, para la vigencia simultánea de la justicia social con la libertad.



Frente a las inequidades y angustias de una construcción global marcada por el individualismo y el materialismo, debemos rescatar el mensaje de Maritain sobre el capitalismo y sus alternativas, así como sobre la necesidad del compromiso político de los cristianos con la trasformación del orden temporal y la construcción de una nueva sociedad como un «ideal histórico concreto», realizable, y no una mera utopía.



Sociedad comunitaria, ideal histórico concreto, humanismo integral, conceptos maritainianos permanentes que constituyen un referente para derivar de ellos aplicaciones concretas al Chile y el mundo del siglo XXI, y que debemos reincorporar en nuestro discurso cotidiano, porque permiten mantener claro el horizonte de nuestra acción política y no nos dejan olvidar quienes somos y a lo que debemos aspirar.



Sin embargo, Ä„qué lejanos suenan estos términos en esta época, en la que con la muerte del comunismo, y la aparición, incluso entre nosotros, de un neosocialismo liberal que se acomodó al capitalismo, parecen haber muerto todas las utopías y sepultado los idealismos políticos!



Pero debemos insistir, porque sólo en este contexto valórico las llamadas «decisiones técnicas» adquieren un sentido humanista y no se vuelven contra la persona.



¿Por qué es esto tan importante?



Porque la principal consecuencia política de la pérdida del marco de referencia doctrinario, es la aceptación de que las soluciones a los problemas concretos de las personas son sólo una materia técnica, casuística y coyuntural, y por lo tanto las tareas del Estado deben quedar sólo en manos de los técnicos.



El discurso del tecnocratismo se nutre de la complejidad de los problemas cotidianos y de la falta de adaptación del Estado a la velocidad del mundo actual. Pero sobre todo se nutre y siente avalado por el repliegue ideológico de los partidos de principios, cuando a ese discurso sólo buscan oponerle uno igual, también tecnocrático y eficientista, quedando embargados por una espiral de coyunturalismo y soluciones inmediatas, que sólo sirve para mantener el status quo.



No obstante la experiencia mundial contemporánea muestra casi sin excepción, especialmente en América Latina, que la vía tecnocrática y coyunturalista ha fracasado y añadido más sufrimiento y postergación.



Maritain fue un militante de la causa de los derechos humanos, de la paz y la cooperación internacional. Fue uno de los redactores de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, emitió programas para la resistencia francesa desde Estados Unidos (donde se encontraba haciendo clases al estallar la II Guerra), estuvo en Buenos Aires en 1936 e inspiró la creación del movimiento socialcristiano latinoamericano concretado en Montevideo en 1947. Desde su cátedra en universidades francesas, en Yale, Notre Dame, Princeton y Chicago, como desde las revistas y foros de intelectuales, y como embajador de Francia ante la Santa Sede, ante la UNESCO o invitado especial al Concilio Vaticano II, fue construyendo un paradigma para los cristianos disconformes con una sociedad desigual, agresiva, deshumanizada.



La consecuencia entre pensamiento cristiano y acción política, y entre ética de los fines y los medios, y la adopción de un ideal histórico concreto: la sociedad comunitaria, es el propósito con el que nacieron los partidos demócrata cristianos europeos y latinoamericanos, y la propia DC chilena.



* Embajador de Chile ante la Aladi.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias