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21 de mayo: Día Mundial de la Diversidad Cultural


El 20 de diciembre de 2002, en el marco de la Resolución 57/249 «Cultura y Desarrollo», la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió proclamar el 21 de mayo Día Mundial de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, e invitó a todos los Estados Miembros, los órganos intergubernamentales, las organizaciones del sistema de las Naciones Unidas y las organizaciones no gubernamentales competentes a que, entre otras actividades, sensibilizaran a la opinión pública a la riqueza de la diversidad cultural y, en particular, promovieran a través de la educación y los medios de comunicación una toma de conciencia del valor de dicha diversidad.



Hoy se celebra por vez primera este Día Mundial y quisiera, con este motivo, subrayar la importancia capital de esta fecha.
La Constitución de la UNESCO asigna a nuestra Organización el deber de promover «la fecunda diversidad» de las culturas. Pero éstas se encuentran hoy amenazadas por muy diversos factores: en algunos sitios la defensa excesiva de la identidad nacional pone en peligro la cultura de las minorías; en otros, la religión sirve de coartada a quienes amenazan determinadas prácticas culturales. Y por doquier, ante una globalización galopante, las lenguas caen en desuso, se arrumban tradiciones y se marginan culturas vulnerables, cuando no se las aniquila. Grande es el riesgo de una drástica reducción de la gama de la diversidad cultural. El arco iris de nuestro planeta no puede reducirse a uno u otro de sus colores sin poner en peligro el patrimonio de las generaciones venideras y la supervivencia de la especie humana.



Esta toma de conciencia condujo a la aprobación, en 2001, de la Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural, junto con un Plan de Acción, sucinto pero esencial, en el que pide una nueva interpretación de los vínculos entre la diversidad, el diálogo y el desarrollo. Estos tres conceptos son elementos solidarios de un dispositivo que ha de permitir hacerse cargo de los recursos culturales de la humanidad y optimizarlos. Al aprobar esta declaración, los Estados Miembros de la UNESCO se comprometieron a reconocer, defender y poner de manifiesto activamente los beneficios de la diversidad cultural en el ámbito local, nacional e internacional. Me complace saber que el 21 de mayo se celebrará en muchos países. He cursado instrucciones a nuestras oficinas regionales para que apoyen y estimulen todas estas iniciativas, estableciendo formas de colaboración originales con la sociedad civil.



La UNESCO no está llamada a convertirse en la animadora cultural del mundo, ni tampoco es éste el objetivo de las Naciones Unidas. Pero nuestra Organización puede contribuir a reavivar la llama de la esperanza en los más distintos lugares del planeta. Ese es el sentido de esta celebración del 21 de mayo, que nos reúne en este momento.



La Declaración Universal sobre la Diversidad Cultural es un espléndido instrumento de diálogo y desarrollo. Ahora cada uno de nosotros debe llevar este mensaje al seno de la sociedad en que vive, para que, merced al diálogo, la pluralidad de las culturas llegue a ser una riqueza compartida. Sólo así lograremos evitar las rupturas trágicas y podremos aspirar a la sustentabilidad del desarrollo, que vendrá garantizada por la permanencia de la diversidad cultural y la perdurabilidad de un diálogo atento y constructivo.





(*) Director General de la UNESCO.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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