Publicidad

La etapa que sigue en la Alianza

El sano principio de alternancia en el poder, uno de los pilares que fundamente la democracia, los continuos desaciertos del gobierno y la desintegración que hemos podido apreciar en la Concertación, presagian que el país buscará nuevas opciones y se abre así la posibilidad que el próximo gobierno sea de centroderecha.


A raíz de recientes declaraciones formuladas por connotados dirigentes de la oposición respecto a posibles candidaturas presidenciales para el 2006, es preciso formular algunas reflexiones que contribuyan a otorgar cauce a la materia.



El sano principio de alternancia en el poder, uno de los pilares que fundamente la democracia, los continuos desaciertos del gobierno y la desintegración que hemos podido apreciar en la Concertación, presagian que el país buscará nuevas opciones y se abre así la posibilidad que el próximo gobierno sea de centroderecha, aglutinada en la Alianza por Chile.



Para este objetivo, sin embargo, creo indispensable transformar este pacto político en un ente activo que reúna no solo a los partidos RN y UDI, sino también a vastos sectores de independientes, agrupaciones sociales de diversa índole e incluso a los desencantados de la Concertación, como lo señala el acuerdo político que le diera vida.



La Alianza por Chile nació en enero de 1999, a raíz de un acuerdo suscrito por las directivas y los comités de diputados y senadores de Renovación Nacional y la UDI «cuyo objetivo es construir una nueva mayoría para asumir el gobierno del país y enfrentar con éxito los futuros desafíos electorales, expandiendo los márgenes de adhesión tradicional de nuestro sector hacia los independientes y quienes se sientan representados por el centro político y que cada día están más desencantados ante la insuficiencia y ambigüedades de los gobiernos de la Concertación».



En el período siguiente a su fundación, la Alianza por Chile obtuvo importantes avances, tanto en la elección presidencial de 1999, en que obligó a la Concertación a una segunda vuelta, como en las municipales del 2000 y las parlamentarias del 2001.



Sin embargo, la falta de una institucionalidad estable la ha transformado en una fuerza electoral poderosa pero sin objetivos concretos, en la que, cuando se producen dificultades o existen distintas interpretaciones u opciones sobre las que hay desacuerdo, no hay un tercero que contribuya a la moderación y al equilibrio interno; en la que falta el catalizador que ayude a destrabar las situaciones límite, produciéndose como resultado la paralización, cuando no el conflicto abierto.



Es urgente iniciar una nueva etapa, con una Alianza por Chile renovada sobre bases más estables y objetivos de más largo aliento que una elección. Ir a la formación de una gran organización en la cual converjan no sólo los partidos políticos, sino a la que puedan también incorporarse organizaciones de base, asociaciones de intereses específicos y personas individuales, ofreciéndoles sinceramente la oportunidad de participar organizadamente en la vida cívica, a través de un referente amplio y plural, rompiendo así el monopolio que ha alejado a miles de chilenos de los partidos y de la acción política.



En suma, la institucionalización de la Alianza es la etapa que sigue y requisito irrenunciable de su subsistencia y proyección como instancia política eficaz. El éxito de esta etapa será crucial para consolidar la idea que la Alianza por Chile representa el referente político amplio, serio y participativo que el país espera le gobierne al menos durante los dos próximos períodos presidenciales.



_____________

Vea otras columnas del autor

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias