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Silencios del mensaje

Más que aquello que dijo, el análisis del mensaje presidencial es ineludiblemente más extenso respecto de lo que no dijo.


De acuerdo al artículo 24 de nuestra Constitución, el Presidente de la República debe, al menos una vez al año, dar cuenta al país del estado administrativo y político de la nación.



¿Cumplió el Presidente Lagos con esa disposición constitucional, en su discurso del 21 de mayo? Sólo parcialmente, porque dio cuenta de los avances del país, pero de acuerdo a una estrategia comunicacional basada, literalmente, en la omisión y en el pasado, restándole credibilidad a su mensaje.



Remontándose al año 1997, el Presidente optó por incluir en su balance tareas iniciadas en administraciones anteriores e insistió, particularmente, en aquellas ejecutadas por los Ministerios de Educación y Obras Públicas. A ratos el discurso se parecía más a un resumen de los gobiernos concertacionistas y no, como es de esperar en una cuenta anual, de lo acontecido en los últimos doce meses.



Más aún, y reiterando la pauta oficialista de las últimas semanas, el Presidente se refirió latamente a los exitosos índices del censo 2002, cuyos resultados responden, como han concluido todos los analistas, a las políticas sociales y económicas aplicadas en Chile desde hace más de 20 años y no exclusivamente al esfuerzo de las administraciones políticas de la Concertación.



Pero, sin duda, lo que sorprendió del Mensaje Presidencial, fue la franca omisión de las preocupaciones más graves y urgentes del país, y respecto de las cuales esperábamos, a lo menos, alguna definición más concreta. Prácticamente no hubo anuncios, sólo algunos comentarios alusivos al empleo, la salud, la educación y la pobreza, materias que concentran hoy más del 50% de la atención ciudadana y son coincidentes, por lo demás, con las promesas electorales de la Concertación.



Empleo. Entre marzo de 2000 y marzo de 2003, el país ha experimentado una pérdida real de 102.870 puestos de trabajo. No obstante tratarse del problema más urgente del país, el discurso presidencial se limitó a reiterar la existencia de los ya conocidos programas de empleo de emergencia, que además de no resolver el tema de fondo, según se nos notificó ayer, seguirán siendo administrados por ONGs y no por los municipios.



Educación. Silencio absoluto respecto de una figura inexplicable: la relación inversamente proporcional entre los recursos adicionales asignados a la reforma educacional, que alcanza el billón de pesos anuales, y la calidad de la educación. Los índices de las pruebas Simce y otras, continúan cayendo progresivamente; sin embargo, en la hora y media de discurso a la nación, no hubo asomo de autocrítica, ni una explicación, ni un solo anuncio de políticas orientadas a mejorar esos resultados. Y estamos hablando de «educación», el factor más determinante para la superación de la pobreza y la igualdad de oportunidades, claves para cualquier país que aspira a ser desarrollado.



Salud. En cuanto al eje más relevante del programa de gobierno del Presidente Lagos, y alrededor del cual se ha tejido un verdadero mito político-social y se continúan generando expectativas, sobre todo entre los más pobres, apenas los agradecimientos de rigor a la Cámara de Diputados, por el despacho de los proyectos de la Reforma a la Salud, enviados el 2002. Y una débil mención al Plan Auge, repitiéndonos que entrará en vigencia el 2004. Se omitió, sin embargo, el punto más relevante y aún sin resolver: de qué manera se financiará esa Reforma.



Delincuencia. Ni media palabra frente al «boom» del robo con violencia, o al aumento del 13% anual de la delincuencia desde 1997; o a la justificada sensación de temor que crece entre los chilenos. Y como aparentemente lo que no se dice no existe, la ciudadanía tendrá que continuar tomando las medidas que pueda para protegerse, porque en virtud de la cuenta anual que ha hecho el gobierno, la seguridad ciudadana no es una de sus prioridades.



Plano político. Aunque desde un muy particular punto de vista, y si hacemos la vista gorda de lo que pareció más una justificación que una explicación de la fórmula ilegal destinada al pago sobresueldos, el mensaje enfrentó con bastante franqueza el plano político.



Se validaron los acuerdos alcanzados con la oposición en enero pasado, y que han ido materializándose desde el Parlamento, como un camino para resolver los desafíos políticos y administrativos del país. Convengamos que el mensaje habría carecido de sustancia alguna si no hubiera abordado ese tema; y la referencia del Presidente genera expectativas respecto de cuál es la fórmula más adecuada y expedita para enfrentar los 38 proyectos pendientes de la Agenda de Modernización y Transparencia, fundamentalmente aquellos de la Agenda Pro-crecimiento, a los que esperamos el gobierno conceda tanta energía y preocupación como a los ya despachados.



Concertación. Como todo discurso político, el del 21 de mayo contiene algunas claves implícitas, la más destacable es el llamado a la unidad de la Concertación en torno a «su» gobierno, para cumplir con las tareas a las que se han comprometido con la ciudadanía. Veamos si el aire de entusiasmo y la lealtad expresada por sus huestes ayer en el Congreso Pleno, trasciende el mes de mayo.



Concluyendo, más que aquello que dijo, el análisis del mensaje presidencial es ineludiblemente más extenso respecto de lo que no dijo.



Escriba al correo personal del diputado Patricio Melero



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