Publicidad

Kirchner, el Mercosur y nosotros

Si Argentina y Brasil logran ordenar al Mercosur, aunar políticas arancelarias, ordenar las políticas macroeconómicas y allanar el camino para una unión política, entonces -y con cautela- podremos empezar a conversar, entendiendo que el Mercosur es, en última instancia, nuestra plataforma natural de inserción regional y global.


Nuevos aires de integración regional corren tras la llegada de Néstor Kirchner a la presidencia argentina. En visita a Brasilia y Santiago antes de asumir, Kirchner planteó que para Argentina, el eje de una política exterior no alineada pasa por potenciar al Mercosur como un verdadero bloque regional de integración económica. Chile debe mirar con interés qué ocurre en ese nuevo panorama.



Le toca a Kirchner barrer los serios problemas económicos heredados tras los 10 años de administración de Menem. La revista británica The Economist, en su edición digital del 22 de mayo, argumentaba que el gobierno entrante tiene un futuro incierto, ya que hereda un país que en agosto deberá renegociar nuevamente su enorme deuda con el FMI.



El 2001 Argentina tocó fondo al no poder pagar vencimientos de su deuda pública por US$ 150 mil millones. Tan pronto asumió el gobierno, el presidente interino Eduardo Duhalde logró negociar créditos cortos con el FMI, adquiriendo nueva deuda por US$ 27 mil millones. Tan pronto asuma el gobierno de Kirchner, éste deberá sentarse con el FMI y demás acreedores internacionales para no caer en una nueva cesación de pagos de la deuda externa. Cabe recordar que el PIB argentino al 2000 era de US$ 285 mil millones, y que la deuda externa supera el 150% del PIB.



Para iniciar la recuperación, Kirchner debe reformar el estado argentino, en especial política tributaria y sistema bancario, y acabar con la corrupción y el clientelismo que financia a 2 millones de personas. Ese sistema ha sido parte de la realidad social argentina desde siempre, y muy particular de los gobiernos peronistas. El Mercurio dice que el 80% de esa ayuda financiera es controlada por entidades justicialistas. El gobierno del renunciado Fernando de la Rúa entregaba bonos estatales a 140 mil personas. Una realidad difícil, sobre todo para un país en que el 59% de la población ha caído de golpe en la pobreza.



Ése es el oscuro escenario que Kirchner, con su 22% de apoyo electoral, deberá sortear. Por un lado debe crear condiciones de confianza macroeconómica para tener orden fiscal, partir con un gobierno de concertación nacional, e impulsar al sector productivo para generar empleo y acabar con la grave cesantía.



Para la cientista política Graciela Römer, citada por The Economist, Kirchner ha dado señas importantes de poder adaptarse a los nuevos tiempos, buscando consensos y tratando de establecer alianzas políticas amplias. De hecho, Kirchner logró un grado importante de legitimidad al anunciar un gabinete multipartidario que abarca casi todo el abanico político argentino.



Kirchner ha manifestado la necesidad de repotenciar al Mercosur como eje central de la economía y la política exterior argentina. Tan pronto entró a la segunda ronda electoral viajó a Brasilia y Santiago, a explicar su visión de repotenciar al Mercosur como clave para el desempeño económico de los países miembros del acuerdo regional.



El presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, también fija al Mercado Común del Sur como eje central de la política económica de su país y como instrumento crucial para contrarrestar el ALCA que se anuncia para el 2005. Cuando Kirchner lo visitó en el palacio presidencial de Planalto, Lula dio su apoyo al «plan Kirchner» de repotenciar al bloque comercial.



Brasil ha mantenido el control de la economía, con tasas de interés cercanas al 20% y controlando la inflación en un 8.5%. Como resultado, según informó Anoop Singh del FMI, las exportaciones brasileñas han crecido en un 20% a 25%, pasando de un déficit de mil millones de dólares a un superávit presupuestado de unos US$ 16 mil millones. El salto se debe a dos puntos claves: la libre flotación del Real y el estricto control de la política fiscal.



Ahora, con un resuelto partidario en la Casa Rosada, todo parece indicar que se avecinan mejores tiempos para el Mercosur. Ambos mandatarios quieren una alianza más que comercial: una alianza política.



Con el término de la política de convertibilidad que gatilló la crisis en Argentina, la libre flotación de las monedas permite a los bancos centrales coordinar políticas macroeconómicas, al punto de que el Canciller brasileño Celso Amorim se atrevió a hablar de la creación de una moneda única.



Un Mercosur repotenciado y en vías de recuperación seria un paso importante para el desarrollo regional, sobre todo tras tantos años de desencuentros en la meta de crear un mercado común que satisfaga las necesidades de la región.



Lo curioso es que esto se debe en parte a que finalmente Brasil y Argentina se han dado cuenta de que no son países desarrollados. La crisis que hizo presa de ambas economías los forzó a mirar hacia el mundo y luego hacia el espejo.



Al potenciar las fuerzas productivas, se fortalecen las exportaciones. Tal como informa el Banco Central de Brasil, las exportaciones a Argentina crecieron en los últimos seis meses en US$ 2 mil millones.



Kirchner dice que la política exterior argentina será «sin alineamientos automáticos y de respeto recíproco», basada en «un proyecto de identidad nacional» que se logra con la integración con los países del Mercosur. Otro elemento importante, según Kirchner, será negociar la eliminación de las asimetrías arancelarias para «así tener políticas integradoras y capacidad de otorgar subsidios cuando sea necesario».



Lula también considera al Mercosur como instrumento de una verdadera integración regional, en el modelo de la Unión Europea. Plantea que el bloque tenga una moneda única y coordinación macroeconómica, además de ser el eje común desde el cual negociar el futuro ALCA. En otras palabras, una negociación aparte con Estados Unidos.



Con la sintonía reinante entre Brasil y Argentina para repotenciar al Mercosur como instrumento de integración económica y política regional, Kirchner dijo durante su visita a Santiago que es fundamental que se «reconstruya la voz de Latinoamérica y que tengamos una clara visión de incorporar a las naciones de América del Sur para que definitivamente esta región de la tierra tenga posibilidad de expresar su voz ante el mundo».



El Presidente Lagos también insiste en que la integración en el Mercosur debe ir más allá de las uniones aduaneras y llegar al acuerdo regional político, pero -correctamente- se ha mostrado cauto. Según Lagos, el Mercosur debe responder «a la voluntad de poder hablar por una sola voz» y también «pasa por tener políticas macroeconómicas coherentes, (Â…) pasa por tener un pequeño Maastricht entre nosotros».



Chile debe ahora esperar a ver qué ocurre en los próximos meses entre Brasil y Argentina. Hemos sido testigo de más de un intento fallido de integración regional frenado por la realidad política y económica de los socios principales; por eso Chile se desmarcó y forjó sus propios acuerdos de libre comercio con la Unión Europea y Estados Unidos. Gracias a su estabilidad económica Chile se está posicionando como plataforma de inversión regional, en lo que constituiría una nueva ventaja estratégica.



Si Argentina y Brasil logran ordenar al Mercosur, aunar políticas arancelarias, ordenar las políticas macroeconómicas y allanar el camino para una unión política, entonces -y con cautela- podremos empezar a conversar, entendiendo que el Mercosur es, en última instancia, nuestra plataforma natural de inserción regional y global.





* Jorge Garretón es periodista chileno residente en Canadá.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias