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Sobre el reencuentro de la familia aérea


El proceso iniciado recientemente por la Fuerza Aérea tendiente a la reunificación de la familia aérea ha causado naturales expectativas, esperanzas e inquietudes en cuanto a sus alcances entre los exonerados de la institución. Treinta años de discriminaciones y postergaciones hacen más que explicables estas sensibilidades.



Desde marzo del presente año, el Alto Mando de la Fuerza Aérea, tomó la iniciativa de iniciar contactos con los exonerados a causa del golpe de estado del año 1973, subyaciendo en ella el sentido de reintegración de estos en los espacios institucionales que son propios de los miembros en retiro.



Este no es el primer intento de la Fach por enfrentar de una manera global la situación que afecta a sus exonerados políticos. En las postrimerías del Mando del General Fernando Matthei, se produjo un intercambio de puntos de vista entre éste, el Comandante Ernesto Galaz y el autor de este artículo. Las conciliatorias iniciativas del entonces Comandante en Jefe se vieron frustradas por su inminente retiro.



Su sucesor, el General Ramón Vega también tomó iniciativas de acercamiento. Teniendo como preocupación primordial la reivindicación económica, el general Ramón Vega conformó una comisión de trabajo que avanzara en ese sentido. Como contraparte institucional nombró al General Patricio Araya, a la sazón Director del Personal. Los exonerados convinieron en que yo asumiera la contraparte de los afectados. La decisión de empezar por los temas económicos, básicamente las pensiones, fue tomada por el General Vega en consideración a que estimaba no estaban dadas las condiciones institucionales para avanzar en la reivindicación moral de los exonerados. La solución en la que se trabajó fue la reincorporación de los afectados -a través de algún mecanismo especial- para que acumularan los años necesarios para la jubilación.



La iniciativa gubernamental de 1993 de promulgar una ley general para los exonerados políticos llevó a la Fuerza Aérea a desistir de su propia iniciativa, bajo el argumento de la segura incorporación de los exonerados de las Fuerzas Armadas en la iniciativa oficial. Lamentablemente, de una manera inexplicable, los exonerados militares quedaron expresamente excluidos de esa ley, y sólo su reforma posterior en el año 1999, luego de años de movilizaciones corrigió esa omisión.



El gesto del general Vega fue la última señal amistosa de la Fach con sus exonerados hasta ahora, con la iniciativa impulsada por el General Sarabia.



Para precisar el escenario actual, la reunificación institucional, si bien una prioridad circunstancial para el Alto Mando, está lejos de constituir un problema crucial, prioritario o estratégico para la Fach. A lo más es una situación intermitentemente incómoda para los valores de la institución, con la que esta ha convivido los últimos 30 años.



Por otra parte, un altísimo porcentaje del personal actual de la Fach no estaba en servicio en 1973, por lo que esos acontecimientos corresponden -en su visión- a una historia lejana y ajena, al igual que sus protagonistas. El tiempo, como es lógico, no hace sino acentuar esta situación, relegando paulatinamente al olvido y al desinterés los hechos, circunstancias y personajes de esa historia.



Para el Alto Mando, el caso de los exonerados se inserta en un marco más amplio de conciliación de las relaciones internas de la institución. Pues si bien el cisma de 1973 fue cataclísmico, no fueron menores las rupturas internas producidas en 1978 con la salida del General Leigh y la asunción del general Matthei y sus posteriores declaraciones; la crisis del General Rojas Vender; el caso del General Gabrielli y la reciente crisis sobre la Mesa de Diálogo y salida del general Ríos, por mencionar los hechos más públicos. Todos ellos generaron rupturas y divisiones que si bien no tuvieron la radicalidad de la del año 73, no han sido menos conflictivos en términos de las relaciones internas.



Es preciso reconocer, además, que desde el punto de vista institucional, para el Alto Mando son también parte de esa familia los oficiales procesados por violaciones a los derechos humanos, y que durante estos años han sido permanentemente asistidos por la institución en sus juicios. Ellos, probablemente -aunque estén en retiro- serán los principales opositores a cualquier gesto reivindicatorio de la Fach con sus exonerados del año 1973.



Este es el universo familiar al que se refiere la iniciativa en curso y en el cual los exonerados políticos constituyen el subconjunto más excéntrico y polémico, y el único que en rigor «está afuera» por la normativa interna vigente y por las propias barreras sicológicas de la institución.



Las prohibiciones expresas que afectan a los exonerados son un arrastre del período más confrontacional, perduraron por inercia burocrática o falta de interés para enfrentarlas y, también, por el lastre emocional antagónico remanente. Sin dudas hubo razones de voluntad política expresas para la exclusión absoluta de los exonerados por parte de los mandos comprometidos con el golpe, pero estas fueron paulatinamente desapareciendo a medida que sus impulsores iban pasando a retiro. Ello ha culminado con el reciente levantamiento de tales medidas.



Con las barreras sicológicas la cosa es diferente, aunque ellas perduran fundamentalmente en el espacio de los retirados, campo importante dentro de la institución porque constituye el refugio donde el reconocimiento y pertenencia perduran, alimentan y sostienen emocionalmente a quienes han pasado por las filas. El constituye, en última instancia, el espacio final al que todos llegan. Esto determina que para los mandos activos la opinión del mundo en retiro sea muy importante, aunque es él quien tiene en última instancia las atribuciones y la responsabilidad para adoptar decisiones en todo terreno. Y todo indica que en materia de exonerados, en su seno hay unanimidad de criterios acerca de que es un tema que debe ser abordado y resuelto ahora.



La percepción de este proceso, desde nuestra perspectiva, tiene características especiales. Está cruzada por sentimientos encontrados de amor y rencor en la pertenencia. Por una parte se ve -o anhela- a la Fuerza Aérea como un todo homogéneo, liberada de los prejuicios del pasado y de la que se espera una acogida cuasi maternal. La reunificación la entendemos entonces como la vuelta del hijo pródigo, del hijo rechazado y estigmatizado cuyas conductas le son perdonadas, y es aceptado sin reservas en el seno maternal por tanto tiempo denegado.



Por otra parte, en la reincorporación quisiéramos tener el reconocimiento del vencedor, del héroe. Recibir de nuestra institución el reconocimiento por la consecuencia constitucionalista exhibida por los exonerados durante el golpe. Que la institución señale la justeza de nuestra causa y el error de los vencedores militares del 73. Que la Fuerza Aérea les pida disculpas por los golpes, heridas y abusos infringidos en su nombre y se les abran las puertas anchas de la institución.



Esto no es una caricatura. He visto repetidas estas expresiones muchas veces. Quizás las palabras cambien pero los sentimientos y expectativas se corresponden con lo descrito. Se han forjado en una larga, fatigosa y a veces solitaria espera. Es, por una parte, el papel de víctima y por otra de vencedor, ambos sentimientos latentes en los procesos internos de cada cual. El primero se asienta en los padecimientos, dolores, privaciones -físicas y morales- que se derivaron del rigor y crueldad a la que fuimos sometidos. Por otro, la nitidez en las decisiones, la invariabilidad en los principios y la capacidad de resistir con la cabeza y espíritu en alto nos hacen sentir -muy internamente- vencedores.



En ambas actitudes el patrón común es, sin embargo, los sentimientos de la pertenencia y el reconocimiento, dos caras de la misma moneda. Su carencia nos ha mantenido en un estado de dolor y de ausencia. Para los militares, formados y moldeados fuertemente en ambos valores, con arraigo absoluto y completo en la institución, estas carencias tienen una connotación especial y única. Ello explica la búsqueda incesante, insistente, persistente de todos estos años en pos de la reivindicación, sin empates éticos y con Honor Militar.



La aproximación del 30ÅŸ aniversario del 11 de septiembre y la positiva disposición de la Ministra de Defensa y del Alto Mando de la Fuerza Aérea hacen propicia la oportunidad para que, a partir de las medidas recientemente anunciadas, se avance decididamente al cierre de una situación injusta e injustificada.



Hasta ahora sólo el Coronel Carlos Ominami ha tenido un ceremonial equiparable con la restitución de su Honor Militar. Lamentablemente ello ocurrió en su funeral. Todos deseamos que no sea ese el procedimiento ni el método que persista. Una voluntad política clara y una disposición institucional generosa pueden abrir ahora los cauces de reparación y encuentro que Chile necesita y celebra. La Fuerza Aérea señala un camino auspicioso.





* Capitán Fach (R) e ingeniero comercial de la Universidad de Chile. Condenado a muerte en el juicio » 1-73 FACH contra Bachelet y otros», su pena fue conmutada y luego de cinco años de detención fue extraditado a Inglaterra, donde hizo una Maestría en Economía en la Universidad de Sussex. Actualmente, dirige un programa de Derechos Humanos y Fuerzas Armadas en Centroamérica del Instituto Interamericano de Derechos Humanos.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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