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La teoría sobre la realidad que no permite ver la realidad

No es para nada casual que el mundo al que aspiran y que es central en su ficción, lo bauticen como de competencia perfecta y al mundo real lo llamen de competencia imperfecta. Es decir, la perfección está en sus cabezas y la imperfección allá afuera; en los otros.


A estas alturas del experimento neoliberal chileno se sabe con certeza que, al igual que los fármacos, esta teoría económica también tiene un ‘efecto secundario’: quien la ingiere deja de ver la realidad y vive en el mundo feliz de una ficción matemática de mercados que asignan, óptimamente, recursos escasos a necesidades múltiples que compiten entre sí.



De hecho, no es para nada casual que el mundo al que aspiran y que es central en su ficción, lo bauticen como de competencia perfecta y al mundo real lo llamen de competencia imperfecta. Es decir, la perfección está en sus cabezas y la imperfección allá afuera; en los otros.



Resulta curiosa y digna de estudio la fuerza con que esta ficción opera sobre aquellos que tuvieron la mala fortuna de ser formados en su apogeo académico (apogeo que, por lo demás, se hizo forzosamente hegemónico). Hay otros que también sucumbieron a este mal y que sólo comenzaron con un inocente ‘coqueteo’ para terminar completamente entregados a la deriva cómoda de los mercados.



Pero este efecto secundario -alejarse de la realidad y sólo obsesionarse con los mercados competitivos- ‘curiosamente’ engancha con los intereses más mundanos de aquellos que son portadores del neoliberalismo. Es decir, efectivamente hay un ‘cable a tierra’: los intereses materiales de ciertos sectores.



Por otra parte, los representantes de estos intereses están haciendo siempre la operación clásica de la hegemonía: presentar sus intereses ante el mundo de manera tal que aparezcan como intereses universales, superiores y, ‘evidentemente’, de todos.



Últimamente, este viejo discurso ha aparecido en su versión negativa, es decir, no se dice ‘mis intereses son nuestros intereses’ sino que, coyunturalmente, el discurso obedece al siguiente esquema: ‘si hacen tal cosa con nuestro sector, todo el país se verá afectado’.



Al respecto, ya clásico entre los clásicos es Hernán Hochschild Alessandri. Él ha tenido la tarea de defender públicamente los intereses de su (sub)sector. Por supuesto, como ya debe ser obvio, siempre lo ha hecho diciendo que lo malo para la minería es lo malo para el país. Recientemente, es el enemigo número uno al cobro de un royalty (renta) en el sector minero.



Según Estrategia (23/05/03), Hernán Hochschild Alessandri advirtió que discusiones tributarias crean intranquilidad a todos los sectores productivos del país.



¿Es válida su posición? Para responder esta pregunta hagamos un poco de memoria.



En 1997 escribió: «Recientemente, la Sociedad Nacional de Minería efectuó una proyección de la situación de la oferta y la demanda de cobre en el mundo para los próximos años. En coincidencia con todos los más destacados especialistas del mundo entero, se concluyó que la demanda de cobre en los próximos años crecerá en forma constante por sobre la oferta a fines del presente siglo».



Por lo demás, basados en esos ‘estudios’, Sonami ha vaticinado buenos precios para el cobre desde 1997.



Enero 2000: «[…] ello se traducirá en un exceso de demanda por sobre la oferta, lo que llevará a una disminución importante en los stocks y, en consecuencia, en una mejora de los precios del metal rojo, especialmente a partir del 2001″.



Enero 2001: » […] en efecto, la recuperación de las economías asiáticas y la solidez de la economía de los países desarrollados, permitirá un crecimiento del consumo de cobre para los próximos años. Este crecimiento de la demanda por sobre la oferta conllevará un importante aumento del precio…».



Marzo de 2001, en Estrategia se lee: «Agregó [Hochschild] que las proyecciones afirman que de continuar el panorama actual, se producirá una escasez de cobre en el mercado…«.



Desde 1996 hasta hoy lo que ocurrió, incontestablemente y con enorme fuerza- fue una sobreproducción mundial del metal creada, precisamente, desde Chile. Usando una expresión popular se diría: «Hernán Hochschild Alessandri no anduvo ni por las tapas».



En 1998, refiriéndose a Hernán Hochschild Alessandri en El Mercurio se lee: «…quien incluso cerró su yacimiento minero a raíz de la crisis».



Veamos, ahora, un par de sus apreciaciones sobre la evolución del precio del cobre.



Enero del 2001: «[el] precio del cobre que oscilará en un rango entre los 90 y 95 centavos…».



Marzo de 2001 (Estrategia): «…lo que impulsará su cotización por sobre el dólar la libra en la parte final del año».



Ä„Ä„Ä„El precio promedio anual el año 2001 fue de 71,6 centavos de dólar la libra y Hernán Hochschild Alessandri vaticinó un precio sobre los 100 centavos!!!



El listado de ‘errores’ puede seguir (en general Hernán Hochschild Alessandri no ha andado «ni por las tapas»). Si bien aquí sólo queremos relevar que recientemente ha pronosticado sobre los efectos malignos de cobrar un royalty a la actividad minera y que cuando dice algo sobre el futuro de la minería nunca pronostica algo correcto, es interesante saber por qué.



Una respuesta inicial, aunque incompleta, ya la esbozamos más arriba: Hernán Hochschild Alessandri -de desacierto en desacierto- sólo habla de los intereses de la Sonami, no habla de los intereses de todo el país (es más, en rigor ni siquiera habla de los intereses del sector minero, sino que de parte del sector) y lo hace desde una teoría que a sus portadores les impide ver el mundo.



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Juan Radrigán A. es economista e investigador del Centro de Estudios sobre Transnacionalización, Economía y Sociedad (Cetes).

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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