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La crisis en RN

Quieren restablecer la «órdenes de partido», expresamente prohibidas por nuestro ordenamiento jurídico, y que es el regreso a las prácticas más desgraciadas de una gastada partitocracia del pasado, a través de obligar a los parlamentarios a obedecer los acuerdos de una instancia al margen de los Estatutos de RN.


A la espera de la resolución que tome el Tribunal Supremo de Renovación Nacional por la injusta acusación de supuesta deslealtad presentada por la mesa directiva del partido -la que ha sido pública y profusamente desvirtuada por los hechos y con pruebas tangibles-, al interior de nuestra colectividad se siguen produciendo acontecimientos que serán trascendentes para la vida política del país.



Renovación Nacional debe ser siempre un partido pluralista y libre, formado por hombres y mujeres que han logrado, muchas veces, encontrar la síntesis argumental de los temas justamente en la diversidad de sus integrantes, compartiendo, sin embargo, un proyecto común basado en la libertad política, la libertad económica y el enriquecimiento espiritual de nuestra sociedad.



Pero a partir de un tiempo a esta parte, esa característica de disenso racional, tan propia de RN, ha querido ser pulverizada por un sector del partido que pretende de facto y al margen de los Estatutos, imponer sus propias ideas a través de maniobras que no consideran ni tienen el apoyo mayoritario de sus parlamentarios, que son, en definitiva, quienes están mandatados por sus electores y tienen la misión de aprobar o rechazar los proyectos en el Parlamento.



Quieren restablecer la «órdenes de partido», expresamente prohibidas por nuestro ordenamiento jurídico, y que es el regreso a las prácticas más desgraciadas de una gastada partitocracia del pasado, a través de obligar a los parlamentarios a obedecer los acuerdos de una instancia al margen de los Estatutos de RN.



La situación ha sido ampliamente difundida por los medios de comunicación social, por lo que los responsables de esta situación deben asumir plenamente sus consecuencias, en una realidad que no le hace bien a nadie. La mesa directiva del partido, y específicamente su presidente, han emitido juicios y opiniones que, en vez de ayudar a la consolidación interna, lo único que han logrado es descalificar, debilitando las relaciones con el otro partido de la Alianza por Chile hasta el punto que se han suspendido las reuniones de análisis y coordinación entre ambos.



El panorama podría aparecer como desolador, pero no es así. De esta crisis, profunda por cierto, saldrá finalmente una Alianza por Chile fortalecida. No tengo dudas que una vez que se decanten las posiciones y se reencuentren los caminos de la normalidad, los antiguos o los nuevos que puedan emerger, surgirá una Alianza por Chile más potente, que albergará en su seno a partidos, movimientos, sectores sociales organizados e independientes, ansiosos de terminar con la ineficiencia y el despilfarro de los gobiernos de la Concertación y de acceder a La Moneda con Joaquín Lavín el 2006, para hacer realidad los sueños de progreso, igualdad de oportunidades y desarrollo en Chile para todos.



Hay que tener confianza que la situación por la que atraviesa nuestro sector es solo un decantamiento de las posiciones de cada uno de sus integrantes, para saber realmente quién es quién, y construir luego una opción para millones de chilenos que hará posible la alternancia en el poder, desplazando a la Concertación y asumiendo el gobierno al menos por los próximos dos o tres períodos presidenciales.



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