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Conservar o demoler

El alcalde Lavín está demostrando un grado de sensibilidad que no le conocíamos, hecho digno de destacarse, ya que en Chile no existe una cultura de preservación de nuestras tradiciones históricas y menos todavía cuando se trata de conservar casas de valor urbanístico.


En la esquina norponiente de la intersección de las calles Mac-Iver y Santo Domingo se emplazan el Claustro, la Iglesia y el antiguo Colegio de la Congregación del Buen Pastor, conjunto que forma una unidad arquitectónica de valor patrimonial, por lo que los 2 primeros han sido declarados Monumentos Nacionales. El terreno donde se emplaza el conjunto -obra del arquitecto francés Emilio Doyere, único en su especie que todavía existe en Santiago- fue donado por la familia de una religiosa a la mencionada Congregación a principios del siglo XIX.



Sin embargo, el pretérito colegio, de propiedad de la Universidad Mayor carece de esta protección, porque todos los actores involucrados privilegiaron en su época la expectativa de hacer un buen negocio en el terreno resultante de una subdivisión predial aprobada, livianamente, por el Minvu el 6 de septiembre de 1990. Este lugar fue sede de la Facultad de Arquitectura, Arte y Diseño de esta casa de estudios superiores y también funcionó allí la Feria del Libro Usado bajo la tutela de la misma.



Asociado a lo anterior, recordemos que las instituciones educacionales o las inmobiliarias dueñas de los inmuebles en donde ellas funcionan -y que le son arrendadas por éstas a aquellas- no pagan contribuciones de bienes raíces, lo cual es una franquicia que el Estado les otorga por la función social que desempeñan.



Volviendo sobre el asunto del suelo, la autoridad de Vivienda, siempre llana a facilitar la consecución de actividades mercantiles, autorizó por excepción a las normas del Plan Regulador Comunal de Santiago la subdivisión solicitada por el titular del inmueble, a pesar de que uno de los predios que conformaban el loteo no cumplía con el frente mínimo establecido en la regulación urbanística local. Vale decir, un funcionario público decidió motu proprio excederse en sus atribuciones para crear un inmueble segregado en la calle Santo Domingo NÅŸ 711.



Consciente de la situación actual y dado que la aludida universidad privada ha tomado la decisión de enajenar su edificación para que sea demolida y -vía una inmobiliaria- construir una torre habitacional de veintitantos pisos en su reemplazo, la municipalidad de Santiago empezó a movilizarse en resguardo del ex colegio y para ello recurrió al Consejo de Monumentos Nacionales (CMN). El municipio busca evitar el tremendo impacto urbano que generaría ese elefante en medio de la cristalería.



A la luz de lo relatado observamos que el alcalde Lavín está demostrando un grado de sensibilidad que no le conocíamos, hecho digno de destacarse, ya que en Chile no existe una cultura de preservación de nuestras tradiciones históricas y menos todavía cuando se trata de conservar casas de valor urbanístico.



Y así fue como el 25 de noviembre de 2002, el director de obras municipales de Santiago le expresa -entre otras cosas- al secretario ejecutivo del CMN que «insiste en los valores que posee la edificación como un conjunto en su totalidad, en el cual la Capilla constituye el centro de la composición por calle Mac-Iver, por tanto, cualquier alteración producto de la nueva construcción causará considerable perjuicio a este notable conjunto del siglo XIX, en el que antiguamente funcionara el Colegio Rosa de Santiago Concha».



El sector que nos preocupa tiene otros monumentos nacionales, tales como: la casa Velasco, localizada en Santo Domingo NÅŸ 689 esquina Mac-Iver; una mansión colonial del Siglo XVIII, situada en Santo Domingo NÅŸ 627; de valor patrimonial como la residencia de don Ramón Barros Luco (quién será este señor, se podrá preguntar más de algún emergente hombre de negocios), ubicada en Santo Domingo 714, lo que indica que esa pretendida y moderna torre en esta zona tradicional no tiene cabida.



Por lo anterior, el 6 de diciembre de 2002, el director de obras respectivo le solicitó formalmente al CMN la ampliación de la declaratoria de Monumento Histórico al conjunto arquitectónico completo (iglesia, claustro y antiguo colegio) para preservarlo en el tiempo como unidad monolítica.



El 28 de enero de 2003, con la firma del secretario ejecutivo del CMN, se responde favorablemente al municipio, informándosele que los miembros del propio Consejo acogieron la ampliación de la declaratoria de Monumento Histórico en los términos ya conocidos. Es más, se señala en la documentación enviada por el CMN que «tanto la Iglesia como el Colegio conforman un solo conjunto, siendo la primera el centro de composición general, constituyéndose en uno de los últimos que se conservan en este tipo de equipamiento religioso en el centro de la ciudad, que reunía la Iglesia, el Convento y el Colegio».



Esta responsable respuesta del organismo competente satisfizo plenamente al municipio de Santiago y ello fue reforzado con la comunicación enviada el 29 de enero de 2003 al mismo por la superiora provincial de la Congregación del Buen Pastor, en la cual le manifestaba que «está de acuerdo con la iniciativa del Municipio de Santiago de asignar la calidad de Monumento Histórico a todo el conjunto del edificio, vale decir, el otrora sede del colegio Rosa de Santiago Concha, hoy Facultad de Educación de la Universidad Mayor y nuestro claustro».



Todo iba bien encaminado hasta que la Universidad Mayor, en sus ansias de obtener una excelente plusvalía por su terreno, se movió estratégicamente e hizo modificar en un cien por ciento la decisión del CMN y así fue como éste se desdijo de su resolución y dejó en nada todo lo obrado.



Primó el criterio de hacer buenos negocios y para ello esta flamante universidad privada contó con la ayuda solícita de un órgano del Estado cuya misión legal es rescatar y preservar el patrimonio histórico del país. A propósito, ¿no decían que este tipo de universidades eran corporaciones sin fines de lucro?



Claro que en los tiempos que estamos viviendo se producen mutaciones en los objetivos que tiene la función pública y por ello no nos extraña el radical cambio que tuvo ese CMN. La modernidad imperante y las órdenes superiores son más fuertes y por tal motivo la ciudad de Santiago tendrá una nueva torre que romperá la escala del sector. El único que podrá revertir la situación es Sergio Bitar, ministro de Educación y superior jerárquico del débil y anodino Consejo de Monumentos Nacionales.



No sabemos si intervendrá el enérgico y carismático ministro, para que se imponga el sentido común y el respeto por el bien colectivo de la ciudad, aceptándose la mantención de la tipología reseñada, tal como lo solicita el municipio de Santiago o nuevamente el Estado (en este caso el ministerio de Educación) renuncia a sus potestades constitucionales y cae bajo la presión de particulares, cuyo objetivo es maximizar utilidades para llegar al cielo cargados de millones de dólares en sus bolsillos.



A pesar de todo, creemos que la Universidad Mayor va a reaccionar a tiempo y por ende consentirá en que la declaración de Monumento Histórico de su inmueble le va a redituar beneficios sociales que siempre son bien vistos por la comunidad.



(*) Director de la Agrupación «Defendamos la Ciudad».



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