Publicidad

La generación Bicentenario

Dejemos de hacernos los lesos, este es nuestro turno, y si lo perdemos será una importante derrota.


Tres. Ya van tres gobiernos de la Concertación. Tres veces diez: ya van treinta años del Golpe Militar. Tres, nuevamente, son los años para cambiar de gobierno. Y todo parece haber sucedido y sucederá así tan pronto comoÂ… ‘a la cuenta de tres’.



Estas son algunas de las tontas fijaciones que a veces nos vienen a la cabeza a los que hoy estamos en nuestra treintena.



Es que ya a estos años podemos mirar hacia atrás y encontrar que algo de historia arrastramos. Podemos verificar, con mayor o menor angustia, si acaso nuestros sueños vienteañeros se han ido esfumando lentamente, o si acaso algunos de ellos han logrado colarse y construido parte de lo que hoy somos, o si aún habitan con nosotros algunos otros que nos seguirán acompañando un tiempo más, haciendo más soportables nuestras eventuales inconsistencias durante los próximos lustros.



¿Cómo proyectábamos el presente de nuestro país, de nosotros mismos, hace más de una década atrás? Baste escuchar «Rabo de Nube», imaginarnos cruzando a pie el Puente Pío Nono con las manos en los bolsillos protegiéndolas del frío o volver a esperar pacientemente, tarde en la noche, la micro que nos acercará a casa, para recordar rápidamente lo que éramos y pensábamos hace unos años.



Quiero detenerme en los desafíos políticos de esos jóvenes que éramos.



Muchos de aquellos que en los ochenta saltábamos y gritábamos pegados hombro con hombro ondeando nuestros distintos emblemas en las protestas y en los actos por la democracia, hoy nos volvemos a encontrar desde otras posiciones expectantes. Hemos aprendido a lidiar con grandes problemas, tener cargos de responsabilidad, nos hemos especializado en el extranjero, hemos aprendido a dialogar desde posiciones de poder con nuestros adversarios, quizá más de los que ellos han aprendido a dialogar con nosotros, hemos criticado nuestros gobiernos pero aun así los hemos apoyado, entendiendo el proyecto histórico detrás de ellos.



Nos hemos enamorado de nuestra compañera, nuestra camarada, nos hemos peleado. Hemos sabido rechazar a aquellos que fueron irresponsables ejerciendo posiciones de poder. Nos hemos enojado porque no nos han dado espacio, pero hemos aprendido también que los espacios, las más de las veces, hay que ganarlos.



Aún frecuentamos, nostálgicos, las picadas y barrios de hace décadas. Nos sentimos cómodos en aquellos lugares, anónimos y relajados, pero también nos sentimos cómodos presentando logros y proyectos frente a exigentes audiencias, no tenemos problemas en defender articuladamente nuestras ideas, de hacerlo en otros idiomas. Nos alegramos también cuando nos reencontramos con nuevas amistades que hemos ido forjando en otros lados del mundo durante estos años.



Nos visitamos entre antiguos compañeros y camaradas y nos encontramos frecuentemente en el metro, en las pegas o yendo a dejar o buscar a nuestros hijos al colegio, nos damos los números de celular y a veces nos llamamos, pero siempre nos saludamos con una sonrisa genuina, siempre hemos reconocido que estuvimos juntos esos años, nos sabemos miembros de una amplia cofradía, que ahí permanecerá siempre, un baúl generoso en recuerdos, proyectos y sueños, algunos de los cuales han podido convertirse en acciones, en obras y reconocimiento. Pero aun quedan otros muchos desafíos que nos siguen esperando.



Se dice que ahora es el turno de otros. Que un cuarto gobierno no precipita. Lamentablemente esto significaría alejarse dejando el proyecto inconcluso. Más triste aún sería alejarse por creer que ya no nos convoca ningún programa. Que ya no se tiene más que ofrecer. Y que hoy solo es posible ofrecer una mirada parcial, desde una trinchera partidaria, incapaz de converger hacia la completitud de un proyecto común.



Eso es falso. Quizá a algunos de los que han tenido posiciones de avanzada en estos años, efectivamente no los convoque la continuación de un proyecto común, ya sea por edad, por cansancio, porque han terminado perdiéndose en los laberintos del poder, o porque simplemente, los más generosos, creen que es momento de ceder la posta. Pero no nos sucede lo mismo al grupo que he identificado en los párrafos anteriores.



Creo que para los de ‘nuestra generación’ que apoyamos el retorno de la democracia, las distintas ideas políticas y sociales que defendemos no son impedimento para seguir construyendo sobre lo ya avanzado estos años. Todo lo contrario, nuestras particulares posiciones políticas las entendemos como una mirada personal que nos permite el muy valioso ejercicio de ir generando la adecuada cuota de tolerancia, de discusión, de acuerdos, de ocasionales logros y derrotas y, por lo tanto, de convivencia. Todas ellas experiencias plenamente necesarias para seguir avanzando en la construcción de este gran proyecto democrático.



Considero que «el cambio» no posee estas notables ventajas de colocar a discutir las distintas miradas que nosotros poseemos. Que no nos hagan creer que poseer diferentes matices sobre distintos temas es una desventaja. Ä„Es justamente todo lo contrario! De eso se trata la democracia, de construir un proyecto común tomando en consideración los distintos valores y posiciones de todos los integrantes de la sociedad. Y el proyecto de gobierno que inspiró a estos últimos gobiernos, puede y ha podido practicar hacia adentro y afuera estos principios.



Ahora, ¿deberemos ser nosotros los que terminemos el proyecto que comenzó hace ya un par de décadas? ¿O será solo quizá que este desafío no sea más que una ampulosa perorata defendida por los que, rondando nuestros 30 y 40, estamos viviendo el triste ajuste de los sueños hacia las más limitadas posibilidades que nos ofrece la realidad?



Dejemos de hacernos los lesos, este es nuestro turno, y si lo perdemos será una importante derrota.



Es hora de convocarnos.





(*) Economista de University of Cambridge y el CED

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias