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Responsabilidad Social Empresarial en Chile


La Responsabilidad Social Empresarial (RSE) es el concepto sobre el que se construyen hoy muchos de los nuevos entendimientos que guían las relaciones laborales. Privilegia en un sentido un valor prácticamente intransable para nuestro modelo social como lo es la libre competencia de los actores económicos y, por otro, la democratización misma del sistema productivo.



Si vemos la RSE como una herramienta no de «caridad», sino de real adquisición de ciudadanía como se indica en la literatura comparada, privilegiando un sistema productivo responsable y constructor de un «tipo» de sociedad, donde se respetan ciertos valores y derechos como los socio-laborales. Desde esta perspectiva la empresa que no respeta las leyes laborales ni sociales, que no es responsable con su entorno, no está compitiendo con la lealtad que requiere un sistema global para subsistir.



La globalización comprende un conjunto de parámetros como lo son la apertura de los mercados, el no intervencionismo del Estado, la capacidad emprendedora de los sujetos y de las naciones para forjar su porvenir, etc. Pero ello no es posible sin el resguardo de los mínimos que como civilización nos damos.



Un ejemplo relevante lo vemos en la suscripción por parte de Chile de los dos tratados de libre comercio firmados por Chile con la Comunidad Económica Europea y EEUU. En ambos hay capítulos enteros dedicados al cumplimiento de la normativa laboral interna, previendo la posibilidad de que se trate de mejorar resultados económicos no respetando las cargas sociales que cada nación se impone de acuerdo al «tipo» de sociedad que quiere para sí misma. Si sostenemos nuestra productividad con esclavos u obligándolos a trabajar los domingos, sin duda tendríamos mayor capacidad competitiva.



La RSE pone cota, límite, norma al menos ética allí donde no existen normas coercitivas. Esto no debe llevarnos a las simplificaciones usuales de la caridad y la filantropía sino debe concentrarnos en un orden social complejo y necesario para el desarrollo de las naciones al menos durante los próximos cien años.



Tampoco constituye filantropía lo que se denomina en este artículo la democratización de la empresa. Todas las actuales vanguardias de la administración como lo son el change management, el know management y el participative management, o los modelos de calidad ISO, Baldrige o EFQM, todos se sustentan en enfoques participativos, donde el desarrollo de la organización se concibe desde su interior absorbiendo nuevas capacidades o competencias (learning organizations) que se gestionan sólo desde su capital humano.



El know how de toda organización siempre estará determinado por los sujetos que la administran, y los sujetos que la administran no son sólo sus directivos sino principalmente los staff administrativos, técnicos y operarios. Los capitales que se invierten sobre esas bases se gestionan, al menos en los últimos 15 años y en las compañías más productivas del mundo, con un decidido acento en el rol cogestionador de los trabajadores, de los sindicatos, de los colectivos organizados o como se les quiera denominar.



Surgen de este modo fundaciones ocupadas del bienestar de las provincias en donde está la empresa, o de las personas o etnias que las componen, surgen innumerables acciones relativas al equilibrio medioambiental, surgen sistemas de administración de beneficios donde incluso se reparten acciones (dominio de la compañía vertido en stock options) entre los empleados.



Todo como una consecuencia lógica de los grados de desarrollo de nuestra civilización en materia de respeto a la dignidad de las personas, en materia de nuevas formas de organización productiva que se miran y se prueban como sustentables para la mantención de un negocio. De este modo la legitimidad de la inversión también está dada por el derecho a ciudadanía que se ha ganado la organización en un determinado entorno local.





* Master en Gestión Estratégica de RRHH. Abogado de la Dirección del Trabajo.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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