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Sindicalización, condiciones de trabajo y situación laboral de las mujeres


Que en Chile se violan los derechos laborales y que existen abusos patronales es parte de una opinión extendida que tienen los trabajadores, así como lo es su escasa confianza en la capacidad de los sindicatos para abordar eficazmente esos problemas. Estos datos que arroja una reciente encuesta realizada por la Fundación Chile 21 no hacen sino confirmar una apreciación que está instalada en la percepción ciudadana y que, sin duda, llama a inquietud.



Las prácticas laborales abusivas y la ausencia de organizaciones sindicales representativas y fuertes capaces de equilibrar la balanza en las desiguales relaciones entre empleadores y empleados es el peor escenario, no sólo para los trabajadores, sino para el desempeño del país, pues afecta confianzas y calidad del trabajo.



La escasa confianza se expresa en un bajo nivel de sindicalización y ello, como círculo vicioso, debilita al sindicalismo. De más está decir que el bajo nivel de afiliación sindical, si bien refleja una apreciación de que no son los sindicatos un instrumento útil a los intereses actuales de los trabajadores, es el resultado de prologadas prácticas antisindicales en las empresas, como también lo muestra la mencionada encuesta realizada en 10 grandes ciudades del país, el fin de semana inmediatamente posterior al paro nacional convocado por la CUT.



Actitudes como temor a los despidos y represalias patronales son denunciadas por los trabajadores como explicación que fundamenta, todavía hoy en pleno siglo veintiuno, las razones para no afiliarse a los sindicatos. Trabajadores que, en su gran mayoría, hace suya -en el estudio de opinión- la afirmación de que los empresarios actúan al filo de la legalidad tratando de evitar que en sus empresas se formen sindicatos.



Por contraste, estos mismos trabajadores señalan en una alta proporción que, de ser violados sus derechos laborales, ellos denunciarían esta situación ante la Dirección del Trabajo, mostrando, así, cómo ha crecido la confianza en la institucionalidad laboral durante estos años de gobiernos de la Concertación.



De modo que, por el momento y frente a la debilidad del movimiento sindical, el gran contrapeso ante los abusos e incumplimientos de la normativa laboral pasa a ser, en la percepción de los trabajadores, el estado a través de sus instrumentos de fiscalización. Gran desafío por delante, para todos, empresarios y trabajadores, es recuperar una cultura de derechos laborales que permita que sean cada vez menos las instituciones fiscalizadoras y cada vez más las propias organizaciones laborales las responsables de asegurar las mejores, más respetuosas y sanas relaciones laborales al interior de todos los establecimientos.



Ello implica un reciclaje de parte de sindicatos que deben adecuarse a las demandas reales de los trabajadores, aquellas que nacen de las prácticas laborales concretas a las que se ven y verán enfrentados y, de parte de los empresarios, entender que, finalmente, evadir al legislación tiene un costo moral y económico que, finalmente, todos terminamos pagando. Lamentable es escuchar, a partir de las opiniones que anónimamente entregan 618 trabajadores hombres y mujeres entrevistados telefónicamente, que son prácticas habituales en diversos lugares de trabajo la extensión de las jornadas laborales y la sobre carga de trabajo sin pagos extras o con bajos salarios, los malos tratos, la prepotencia y amenazas de despido, la falta de contratos y los incumplimiento de las obligaciones previsionales.



Estas malas condiciones laborales e incumplimientos legales se dan en una sociedad que comienza a adquirir mayor conciencia de sus derechos y en que el reclamo tiende a aumentar, cuestión que se expresa en un aumento de denuncias y en la necesidad de mejorar y agilizar la justicia laboral, no sólo para resolver más oportuna y adecuadamente las demandas, sino para que con medidas ejemplificadoras se apoye la creación de una mayor cultura de respeto a los derechos laborales.



Pero no sólo están presentes estas dimensiones en el mundo laboral de hoy, sino la notoria evolución que ha tenido la participación de las mujeres. Al crecimiento progresivo que ha experimentado la inserción de las mujeres en el trabajo le acompaña una valoración socialmente positiva, evaluación que se extiende, asimismo, a su desempeño con una opinión mayoritaria que comparte la idea de que las mujeres son más responsables y ordenadas en sus trabajos.



Yo no prima el mito de que la mujer sale a trabajar porque se siente obligada y que si de ella dependiera estaría en su casa cuidando a los hijos, sino que se comparte la opinión de que la mujer ve el trabajo como un espacio de desarrollo personal y un medio para adquirir autonomía económica. Sin embargo, y como el propio estudio lo reafirma, a un alto costo: para hacer las mismas labores que realiza un varón suele obtener peores remuneraciones y, además, dejar sin atención a sus hijos o renunciar a la maternidad.



Frente a estas evidencias, que según sostiene la gran mayoría de los entrevistados son parte de un clima de discriminación y no de razones objetivas que ameriten que las mujeres gane menos que los varones, se deben realizar importantes cambios.



A igual trabajo igual remuneración, cualquiera sea el sexo del trabajador involucrado e, igualmente, cualquiera sea el género de quien ejerce un trabajo, la maternidad debe ser un tema de todos, de hombres y mujeres, de padres y madres. Por lo mismo, la existencia de una mayor cobertura de salas cunas y jardines infantiles es una necesidad de país que debe ser discutida, como lo es también una flexibilidad en las jornadas laborales que permita compatibilizar trabajo y familia.



Mientras continúen, como lo demuestra este estudio y tantos otros que se han realizado estos años, los abusos patronales, las violaciones a la legislación laboral vigente, es decir, la precarización del trabajo, más difícil será poner en discusión la flexibilidad laboral en su propio mérito y será vista, por las actuales indefensiones que viven los trabajadores, más una amenaza que un beneficio.



Ante estas realidades, aparecen desafíos impostergables que nacen de la necesidad de construir un diálogo entre empresarios y trabajadores basado en un mayor equilibrio de fuerzas, y ello supone el compromiso de luchar contra la precarización del trabajo, terminar con las prácticas antisindicales y apoyar todas la medidas que sean necesarias para mejorar las condiciones productivas y laborales, incluidas las referidas a la flexibilidad laboral que tengan como objetivos, no sólo adecuarse a las exigencias productivas y mejorar la calidad del trabajo, sino también la calidad de vida y las relaciones interpersonales fuera de las empresas, en la vida cotidiana de personas y familias.



*Directora Ejecutiva de la Fundación Chile 21

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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