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El debate de los 30 años y el futuro

Un apoyo efectivo significa disciplinar la acción parlamentaria, encauzar la relación con los otros partidos y ofrecerle al Presidente personal político competente y confiable para gobernar.


El debate sobre las consecuencias del quiebre de la democracia muestra que, aunque todavía afloran justificaciones nostálgicas, el país se encamina con paso firme a reconquistar su unidad valórica con la condena, cada vez más generalizada, de los crímenes del pasado.



El balance de lo que se ha logrado en esta década es positivo y debe unirse a lo que falta por hacer para superar la fractura que aún divide a la nación y esbozar un camino frente a los desafíos futuros.



Evolución en las opiniones de los actores hacia un equilibrio entre «errores y horrores».



A pesar de la reiteración de una serie de polémicas menores e inútiles sobre lo que se dijo o no se dijo hace 30 años atrás, este año la discusión ha sido la más sustancial que ha tenido Chile sobre su historia reciente, con un mayor acercamiento a una comprensión compartida de la gravedad y dimensión de lo ocurrido, lo que demuestra que el país está ad portas de dar un salto en su desarrollo político.



La expresión mas visible de este proceso es la aceptación mayoritaria de la propuesta sobre derechos humanos «No hay mañana sin ayer» del gobierno.



Este «clima moral» debería extenderse a acuerdos para «cerrar la transición», es decir, modernizar el sistema democrático e ingresar en un nueva etapa de normalización plena de la convivencia.



Evidentemente, esto no ha ocurrido todavía, pero segmentos de la elite política y militar tienden a superar, definitivamente, los bloqueos manifestados durante un largo período desde la recuperación de la democracia y este es un terreno nuevo para las propuestas políticas.



La superación de estos bloqueos tiene dos dimensiones destacables:



La condena del Ejército a las violaciones a los derechos humanos durante el gobierno militar y su incorporación a la doctrina internacional del «Nunca Más». Y el reconocimiento de la UDI de la necesidad de reparación a las víctimas por los crímenes cometidos.



Estos reconocimientos acentúan inevitablemente una tendencia, que deberá profundizarse en el futuro, en orden a reconocer las responsabilidades en dichos crímenes.



Las inquietudes de los organismos de derechos humanos son por cierto legítimas, pues estos procesos no son automáticos, y se unen al desarrollo de esta tendencia de mayor claridad en la apreciación de la sociedad sobre la situación de las víctimas y el rol de los victimarios.



Valorar estos pasos en su verdadera dimensión significa también evaluarlos en el contexto real de Chile, en el cual el régimen militar alcanzó en la población altos niveles de legitimidad y donde muchos de sus colaboradores están aún activos en la vida política nacional.



Es por tanto notable, que este reconocimiento se produzca por la generación de actores vivos, lo que debe ser apreciado como un avance significativo por superar las divisiones extremas del pasado.



Sin duda, hay intereses inmediatos que juegan un rol en el cambio de actitud de estos actores nacionales pero en definitiva lo que realmente cuenta es el cambio de actitud.



De esta manera, el país se aproxima a una visión ética compartida, fundamental para su reencuentro como nación, lo que solo es posible en base al reconocimiento cabal de la gravedad de los crímenes, la reparación de las víctimas, el funcionamiento pleno de la justicia y un profundo acuerdo nacional sobre el «Nunca Más».



Hay personas que piensan que el pasado de atrocidades se puede cerrar con un gesto o una medida de reparación.Este planteamiento desconoce la dinámica histórica de estos sucesos. Estos no se «cierran» en la vida de los países que han vivido experiencias traumáticas. Incluso, se replantean, de una generación a otra, iluminando nuevos aspectos de los sucesos de terror.



La explicación del pasado es la pedagogía más eficaz para evitar su repetición y las enseñanzas de otros países nos muestra que las nuevas generaciones se preguntan sobre la historia, las razones de lo ocurrido, y sobre cuáles son los pilares éticos en que se fundamenta la nación.



El fundamento de la democracia



Un problema en la situación chilena es que la recuperación de los valores básicos de la convivencia no está claramente relacionado con una explicación ética del fundamento de la nueva democracia.



Esta es una de las razones del porqué la democracia es subvalorada por las nuevas generaciones, que han visto en los necesarios consensos de una transición de un país dividido, la disipación de principios en la política.



La indiferencia de sectores del mundo juvenil con el sistema democrático se encuentra en buena parte en la falta de una identificación que fundamente el nuevo orden ante sus ojos y que los haga sentirse orgullosos de esta democracia reconquistada en un largo esfuerzo épico nacional.



Para lograr este reencantamiento es necesario reivindicar a las víctimas, por la sociedad y sus instituciones, nombrar a los luchadores por la libertad, conocer sus biografías, ortorgándoles el sitial que les corresponde dentro del panteón de los héroes nacionales.



Todo joven de Holanda conoce la historia de Ana Frank, todo joven alemán la valentía con que los hermanos Scholl desafiaron al nazismo, todo joven norteamericano algún pasaje de «I Have a Dream» de Martin Luther King, todo joven checo algún escrito de Vaclav Havel, dado que la pedagogía de los derechos humanos y civiles se enseña en las escuelas.



En Chile este es un proceso aún en desarrollo y debe culminar en una definición honesta de toda la sociedad que los crímenes son condenables y bajo ninguna consideración justificables, pues un país no puede vivir permanentemente escindido en cuestiones valóricas centrales.



Frente a las nuevas generaciones, no puede haber dos lecturas del pasado de Chile.



Chile empieza a distinguir las diferencias cualitativas entre los errores (de todos) y los horrores (condenados por todos) y el sistema democrático se muestra apto para integrar y superar de manera ordenada las divisiones del pasado.



El proyecto del futuro y los desafíos de Chile



Sin embargo, es necesario también un proyecto que reunifique las energías de la nación y las concentre hacia el futuro.Un proyecto de desarrollo que haga del reencuentro nacional y de la superación del pasado de violaciones a los derechos de las personas, un esfuerzo común de modernización económica-tecnológica y cultural-educacional frente a las oportunidades y riesgos que surjen de la inserción de Chile en el mundo global.



Un proyecto de este tipo, para que sea nacional, debe apostar a disminuir los desequilibrios actuales. Por ejemplo, entre empresarios y trabajadores, e incorporando plenamente a la mujer a las tareas más complejas y a los procesos de toma de decisiones, integrando y respetando las culturas originarias, erradicando la extrema pobreza y tolerando una mayor pluralidad valórica.



Si estos desequilibrios son asumidos por todos los sectores, el país podrá sacar realmente partido a la enorme potencialidad que le ofrecen los acuerdos internacionales suscritos.



* Doctor en Economía y Ciencias Sociales de la Universidad Libre de Berlin.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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