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Las principales lecciones de la UP

A 30 años del golpe, la izquierda concertacionista necesita un segundo «aggiornamento», particularmente en el ámbito económico. No es la pobreza de las ideas de la tercera vía que inspiraran este esfuerzo. Las fuentes de inspiración están en la rica experiencia acumulada en la Concertación, los movimientos sociales y las interrogantes que abre la globalización.


Después de todo ¿cuáles son las principales lecciones, en el ámbito político y económico, que la izquierda concertacionista ha derivado de la experiencia de la Unidad Popular? ¿Cómo asume hoy esta izquierda tales lecciones, particularmente, en el ámbito económico?



La principal lección que saca la izquierda que concurre a conformar la Concertación, es la valorización de la democracia como sistema político capaz de resolver conflictos de intereses dentro de un Estado de derecho. Sin duda las limitaciones a que se vio enfrentada la ciudadanía después del golpe militar y los horrores que se cometieron en el campo de los derechos humanos no fueron ajenas a esta revisión sustantiva.



Se asume por tanto que la difícil ecuación donde el socialismo queda definido, genéricamente, como la «libertad + la igualdad», solo tiene sentido dentro de la democracia. Se trata, esta vez, de una adhesión al sistema democrático sin apellidos ni ambigüedades. Esto trae como corolario que los cambios que postula la izquierda solo pueden canalizarse por el ancho camino de la reforma lo cual, a su vez, significa empeñarse en la formación de mayorías en las instituciones políticas que legitiman el cambio y en las ideas que conforman el sentido común gramsciano.



Esto supone, además, la gradualidad en el cambio y la búsqueda de acuerdos políticos para conformar mayorías, lo que no se contrapone con la necesaria movilización, participación y acumulación de fuerzas para llevar adelante las reformas que apuntan a transformar la sociedad.



La segunda lección de relevancia se da en el ámbito económico, y dice relación con la revaloración que hace la izquierda del mercado competitivo como mecanismo de asignación de recursos escasos y abandono por consiguiente de la planificación centralizada y de una economía completamente estatizada.



Sin embargo, dado que el mercado competitivo es compatible con cualquier distribución del ingreso y la riqueza (y en consecuencia el mercado puede llegar a ser cruel) estos dos problemas deben resolverse, primero, fuera del mercado. Es decir, en el ámbito político donde se considere de manera colectiva el grado de cohesión social que la sociedad defina (y la mayoría legitima al interior).



Por otra parte, no todos los mercados funcionan según las reglas de la competencia, existen mercados monopólicos u oligopolios (muchos de ellos en la producción privada de bienes o servicios públicos) y para que contribuyan a una asignación eficiente de recursos y no abusen de su situación respecto al consumidor, ellos deben estar sujetos a regulación tarifaría.



El abandono de un estatismo primario que hace la izquierda concertacionista, mucho le debe a la experiencia de la UP, la que se caracterizó entre otras cosas, por un Estado productor extensivo inmanejable. A esto se agrega el fracaso de los socialismos reales en este aspecto. Sin embargo, este abandono nunca ha significado postular un Estado mínimo o neutro en la economía como lo plantea el neoliberalismo. Un sano equilibrio entre Estado y mercado es un debate permanente e insoslayable en el capitalismo.



Por último, una tercera lección, no menor, también en el ámbito económico, es la valoración que hace la izquierda de la estabilidad económica para que el proceso de transformaciones progresista se vaya consolidando.



La preocupación por la inflación, la disciplina fiscal, el desequilibrio externo acotado a la capacidad de financiamiento de largo plazo, precios claves alineados en torno a su escasez relativa dado por los fundamentos de la economía, son todas inquietudes que la izquierda hace suya, pues considera que sin interesarse en ellas el crecimiento con equidad se hace muy difícil de alcanzar.



Aquí también la experiencia de la UP dejó enseñanzas trascendentes, pues se demostró que la dinámica de los cambios estructurales (y muy radicales) no puede ir en una trayectoria distinta a la evolución de la coyuntura. Es decir, la estabilidad macro, pues tarde o temprano las dificultades en estas últimas ponen en riesgo a las primeras.



Estas tres lecciones sacadas en gran medida, pero no exclusivamente, de la experiencia de la UP constituyeron el «aggiornamiento» de una parte de la izquierda. La otra izquierda, la no concertacionista, no participa de este «aggiornamiento», ella aún no saca las consecuencias de la caída del muro de Berlín y de la experiencia de la UP, todavía predomina una visión nostálgica o enredada en la discusión si había o no una estrategia militar para defender el gobierno de Allende.



Pero la historia continúa implacable su curso. La izquierda concertacionista que tuvo el mérito de incorporar intelectual y políticamente una agenda socialdemócrata se encuentra hoy asediada, cuando no cautiva, del pensamiento neoliberal.



La izquierda concertacionista está desconcertada. Esto se debe a dos razones fundamentales. La primera es que la política socialdemócrata tradicionalmente asentada en un movimiento sindical con una fuerte capacidad de negociación con el mundo empresarial, es en Chile un factor muy débil; su debilidad arranca de tiempo de la dictadura donde el movimiento sindical fue diezmado y durante el período democrático, la consolidación de una dirigencia sindical muy por debajo de las exigencias de una economía fuertemente transformada como la chilena no ponen aún al movimiento sindical en el lugar que merece.



Para la izquierda concertacionista el movimiento sindical no ha sido un tema prioritario de su agenda, no hay porque extrañarse entonces la presencia cada vez más fuerte de la agenda empresarial en el quehacer de los gobiernos de la Concertación.



La segunda razón del desconcierto es que el proceso de globalización que vivimos pone en entredicho las políticas socialdemócratas en todas partes. En efecto el desarrollo de un capitalismo sin fronteras, apoyado básicamente en la dinámica financiera que provoca la exacerbada movilidad del capital, tiende a disminuir la efectividad de las políticas económicas o estrechar los márgenes de intervención anti cíclica.



Chile globalizado no ha sido una excepción; más aún siendo una economía pequeña pero emergente, los márgenes son más estrechos, al punto que la recuperación económica de este último período siempre ha estado depositada solo en la recuperación cíclica de la economía de los EEUU. Esto tiene una serie de consecuencias sociales y políticas que no es del caso analizar ahora.



Solo basta recordar que, siendo Chile parte del grupo de países que tiene la más mala distribución del ingreso del mundo, el tema no es menor. Pero también es justo reconocer que no existe, todavía, una política económica de impronta socialdemócrata. Es decir, que mirando desde el mundo del trabajo de cuenta de la globalización y sea alternativa a las visiones conservadoras vigentes.



Podríamos concluir que a 30 años del golpe, la izquierda concertacionista necesita un segundo «aggiornamento», particularmente en el ámbito económico. No es la pobreza de las ideas de la tercera vía que inspiraran este esfuerzo. Las fuentes de inspiración están en la rica experiencia acumulada en la Concertación, los movimientos sociales y las interrogantes que abre la globalización.





* Director de Estudios de la Dirección de Relaciones Económicas Internacionales (Direcon) la Cancillería.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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