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Mirar el futuro


Si la pretensión es dejar el pasado en un plano anecdótico, sin extraer lecciones de futuro, los chilenos nos estaremos, una vez más, equivocando. Porque el hecho de reconocer los errores no significa aceptar como situación consumada, el modelo imperante, ni el binominalismo electoral, ni la regresiva distribución del ingreso. Es necesario plantear una visión de largo plazo en donde los chilenos tengamos cabida, sin exclusiones, con tolerancia, con una mejoría continua de las condiciones que hacen a la calidad de vida, tales como la seguridad ciudadana, el medio ambiente y la educación, entre otras.



Entre los «nunca más» que no se escucharon, extraño el asumir el compromiso de que nunca, bajo ninguna circunstancia, un chileno se coluda con intereses extranjeros para atentar en contra de la institucionalidad nacional. Creo que verbalizar este compromiso es muy necesario para reivindicar los espacios de soberanía del Estado, para plantearse frente a la comunidad internacional con esa premisa asumida por la clase política y económica. De no ser así, penderá siempre la amenaza de que minorías que vean afectados sus intereses por el proceso democrático de toma de decisiones, puedan recurrir a la intervención extranjera. Un tema clave para mirar al futuro, como país pequeño, altamente integrado a la comunidad internacional.



Cuando se cierran etapas y se convoca a un proyecto de país, es necesario que los actores sociales y la clase política vuelvan a vertebrar canales de comunicación, para hacer realidad la participación ciudadana, la descentralización, el control de los actos públicos, el fortalecimiento de los espacios locales con mayor rigurosidad técnica y máxima transparencia.



En definitiva, pensar a futuro significa construir nuevos paradigmas de sociedad, nuevas utopías. Y sobre eso es necesario abrir el debate, para que fluyan de nuevo las ideas, resurjan compromisos, se adhieran a una nueva etapa cívica los auto marginados y se produzca un remezón en las conciencias, para erradicar las raíces de autoritarismo, centralismo, intolerancia y soberbia que se mantienen y se pavonean en la realidad nacional.



Del mismo modo, retomando una clase media participativa, que deje de ser meramente consumidora pasiva de las recetas imperantes, se podrá ir corrigiendo con mesura, pero con profundidad, las inequidades y las situaciones absurdas que se arrastran en beneficio de los poderes fácticos que mandan en la economía. Una clase media movilizada, transversal a los antiguos ideologismos, contestataria y activa en función de sus intereses, es necesaria para que la democracia representativa se profundice y pase a ser participativa. Se necesita recuperar el estado de movilización social para defensa de los intereses del pueblo, que son simples, concretos, que se traducen en dejar de ser víctimas de la prepotencia o del abuso. Quitarle las calles a la delincuencia, al lumpen, para llevar planteamientos serios de sociedad, sin caer ni en populismos ni facilismos.



Cuesta mucho presentar una propuesta que no caiga en simplificaciones, en etiquetas. Por ejemplo, plantearse frente a la globalización de manera asertiva, no como antisistémico, sino como contestatario propositivo, presentando medidas que podrían mejorar la participación de los sectores medios, sugiriendo un rol más responsable del Estado, un mayor control ciudadano de los actos públicos, un cambio en las tecnocracias que crean argot y comienzan a hablar desde sus cúpulas y sus burbujas, sin intención de que el público les entienda, creyéndose ellas mismas el cuento de la especialidad, sin aceptar el filtro de la crítica periodística o del cuestionamiento público, usando el autoritarismo como forma de imponer opiniones.



Pienso que la catarsis realizada en ocasión de los 30 años del golpe de Estado, debe servir para mover nuevamente a los chilenos, desde la apatía y el desencanto, a la participación responsable. Hay cansancio de la manipulación, de las políticas de hechos consumados. Hay que abrir las puertas para que entre aire fresco. Los desafíos concretos de cambio aparecen en la sociedad a borbotones y las políticas parecen más bien reactivas, se apagan incendios, pero no se logra articular una movilización social porque los canales de comunicación no están debidamente articulados.



Mirar a futuro sin asumir el hecho de que más de dos millones de compatriotas, entre los que se han abstenido de inscribirse en los registros electorales y los que viviendo fuera del país no han recuperado sus derechos ciudadanos, es un esfuerzo trunco, endeble. Refleja el temor de los actuales bloques políticos por abrir las compuertas. Apuestan a sus cálculos para repartirse el pastel, sin agrandar el universo electoral ni cambiar el sistema binominal. Así, la convocatoria a mirar el futuro, a superar el pasado y crear nuevos sueños, me suena a letra muerta. Creo que en el Chile de hoy se mantienen los tres tercios, con uno de ellos marginado, sin haber sido incluido aún para mirar el futuro.





(*) Consultor internacional, escritor y columnista



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