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La importancia estratégica de nuestros problemas étnicos


Uno de los temas de mayor trascendencia estratégica que enfrenta Chile es la adecuada solución de sus escasos problemas étnicos. Tratándose de un país tremendamente integrado, sólo presenta controversias menores que se debe evitar se transformen en riesgos de seguridad, porque en su momento no fueron pensados ni atendidos eficientemente. Ello es particularmente importante en el caso de Isla de Pascua, uno de los pocos que podría involucrar riesgos de soberanía y roces con grandes potencias, especialmente los Estados Unidos.



Estos temas se plantean en tiempos de paz, cuando hay tiempo para pensarlos. Sobre todo si Chile está en una etapa de giro estratégico, que involucra nuevos intereses económicos y diplomáticos, un papel más activo en el multilateralismo regional, y una necesaria modernización de toda su administración de seguridad y defensa, lo que incluye una respetable suma de dinero en armamentos.



Por ello hay que analizar la solución del conflicto que detenía la construcción de la Central Ralco, muy a fondo y de manera mesurada. Fue posible gracias a la acción de privados y agentes de Gobierno que no tenían responsabilidad directa en el tema. Por el contrario, toda la negociación se llevó acabo con el absoluto desconocimiento de los directamente responsables, lo que fue fundamental para su éxito. Por lo mismo, el Gobierno debiera revisar con cuidado la eficiencia institucional en el tema indígena y hacer los ajustes necesarios. Debe, además, sacar conclusiones sobre la estrategia y las bases conceptuales con que se está abordando el tema étnico por el país.



La acción del Ministro Huenchumilla, además de un signo positivo ante a la ineficacia de los responsables directos del tema indígena indica que en los peores escenarios hay solución positiva si se tiene voluntad política. Abre también una vía para encarar con éxito un segundo aspecto, esto es la imagen negativa que Chile tiene en el ámbito internacional en cuanto al respeto de los derechos de los pueblos indígenas. El éxito logrado por los pehuenches ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos no es casualidad. Es un indicativo de una debilidad del país que debe ser solucionada. En la historia del Sistema Interamericano, nunca se habían concedido medidas cautelares en menos de 24 horas, tal como sucedió con la última presentación de los pehuenches en julio pasado.



El acuerdo alcanzado sienta las bases para una solución amistosa ante la Comisión y es también un triunfo diplomático. O puede serlo si se aprovecha bien, lo que solo es posible si cambia el tipo de relación burocrática que mantiene la Cancillería frente a estos temas y organismos, y empieza a desarrollar acciones más sustantivas.



Este es el contexto para reflexionar sobre Isla de Pascua y las peticiones que han estado planteando diversas organizaciones isleñas. Más allá de las soluciones que en la coyuntura brinde el Ministerio del Interior, es necesario proyectar respuestas y soluciones con una visión estratégica mayor.



Isla de Pascua ocupa un lugar central en la presencia de cualquier potencia en el Pacífico Sur. Se ubica en el borde exterior de la línea de influencia proyectada por China en la zona, y es un nudo esencial del control aeroespacial y marítimo proyectado al Asia. Para Estados Unidos es un área estratégica, lo que se evidenció en su compromiso con la construcción de una pista de aterrizaje útil para transbordadores espaciales. Y Francia siempre ha mantenido un perfil de interés estratégico en la isla.



Si las demandas isleñas llevan a un escenario de mayor confrontación con el continente, no puede descartarse un cambio hacia presiones autonómicas, mucho más radicales que las actuales. Ellas, manipuladas por grupos más radicalizados o por acciones externas, podrían encontrar miradas complacientes en el exterior si se mantiene la imagen internacional de un Chile que no cumple sus compromisos o desatiende los problemas de sus minorías étnicas, dando una imagen de ingobernabilidad en el tema.



A diferencia del resto de los problemas étnicos -que dentro de su complejidad no implican riesgos de soberanía- un problema con los pascuenses, por razones geográficas y políticas, sí puede tenerlo. Llegando incluso a roces con potencias con interés en el territorio, como lo son Francia y Estados Unidos.



Existe un segundo aspecto que conviene dejar enunciado. En la modernización de la Defensa, el papel asignado a la Armada debe ser fundamental. Chile debe entender que el mar es una prolongación de su territorio, y que parte importante de su inserción estratégica internacional se hará a través del mar. Para eso necesita un concepto político administrativo sobre el mar, una presencia oceánica y una articulación de alianzas que lo hagan partícipe de las decisiones que se adopten sobre ese espacio. En primer lugar por cierto, las que involucran o afectan a su propio territorio.



Chile necesita crear una decimocuarta Región, que articule su administración marítima, incluidas sus posesiones insulares de ultramar. La Armada necesita tener fragatas y una composición de fuerza muy dotada y moderna, que facilite presencia y alianzas. Necesita, además, replantearse sus funciones en la administración del litoral, despojándose de todo lo que es superfluo. Y algo muy importante, la Armada debe convencerse que para dar este paso está de más que tenga que transformarse en constructora de fragatas. Ello es una pérdida de tiempo y esfuerzos que no tiene justificación. Por el contrario, puede llegar a ser un serio obstáculo para una modernización eficiente y al alcance de los recursos del país.



Como se puede ver, las visiones que identifican lo étnico como problemas de seguridad ciudadana relacionada con los mapuches resulta pueril. Como en todo problema, esta dimensión también existe, pero está lejos de representar lo esencial del tema para el país.





(*) Abogado, periodista, cientista político y especialista en temas de Defensa.



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