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Recuperar el sentido de la Unidad Popular

Una de las preguntas que recorrió el debate fue sobre la relación entre la Unidad Popular y el futuro. ¿Qué se puede rescatar todavía de esa experiencia ocurrida hace treinta años, sin duda particular, única e irrepetible?, ¿contiene sentido de futuro?


Seguramente en Chile el ruido de las cumbias que cada año invaden las fondas y la sonoridad de los acordes de la parada militar habrán desplazado el tema del treinta aniversario del golpe y las conversaciones sobre el sentido de la Unidad Popular. Pero no ocurre lo mismo en otras partes del mundo.



El 19, 20 y 21 de septiembre estuve invitado en un coloquio organizado en París por diferentes corrientes del exilio chileno con Patricio Arenas a la cabeza, donde participaron, además, José Cademartori, Gonzalo Martner, Carmen Castillo e Isabel Allende, junto a importantes intelectuales y políticos franceses como Alain Touraine, Pierre Cours-Sélies, Michel Lemoine, Claude Estier, Alain Lieptzig. El encuentro se celebró en el municipio de Saint Denis, cuyo alcalde participó con propiedad y entusiasmo en el debate.



Por una vez las cuecas (que los exiliados aún bailan con entusiasmo), las empanadas y el vino tinto fueron reemplazados por debates intensos y prolongados, aunque no siempre armoniosos ni pacíficos. En el debate de la mañana del último día el moderador debió cometer el acto inmoderado de dejar sin la palabra a la mitad de los inscritos, pues el entusiasmo verbal de la primera mitad había agotado el tiempo.



Una de las preguntas que recorrió el debate fue sobre la relación entre la Unidad Popular y el futuro. ¿Qué se puede rescatar todavía de esa experiencia ocurrida hace treinta años, sin duda particular, única e irrepetible?, ¿contiene sentido de futuro?



Poco tiempo después del golpe militar, Enrico Berlinguer escribió un importante ensayo teórico político que denominó «Lecciones sobre Chile», obra fundadora de la corriente eurocomunista. En ella Berlinguer se sitúa en la antípoda de quienes ya entonces culpaban de la derrota a la incapacidad de asumir la defensa militar al gobierno. Esa postura voluntarista que no vinculaba teóricamente los factores subjetivos, entre ellos la disposición de los militantes a arriesgar su vida por la causa, con las relaciones globales de fuerza, ya había realizado bastante daño.



Con mucha razón Berlinguer muestra que no es posible intentar un programa de transformaciones profundas de la sociedad sin conseguir movilizar grandes mayorías por los cambios. El eurocomunismo, ese último intento del marxismo intelectual de fundar una teorización nueva del socialismo, tomó como objeto de reflexión la experiencia chilena y la herencia que Allende encarnó mejor que nadie.



Allende (junto con los comunistas, aunque estos con más ambigüedades e insuficiencias teóricas) comprendió que las transformaciones solo eran posibles en democracia. Ello por una razón negativa y por otra positiva.



Allende, que no presumía de un conocimiento de los teóricos de la guerra, tuvo siempre claro que el mejor espacio de lucha para los dominados es aquel donde la pérdida no es absoluta, es decir donde funcionan (aunque solo sea de manera superficial) las reglas del «Estado de Derecho», a las que puede acudir para su protección. Allende siempre comprendió que la guerra era un espacio favorable para las clases dominantes. Ese era un motivo importante para Allende, pero no era el principal.



El principal provenía de su instinto teórico. Él no podía concebir el socialismo sin libertad para todos. Se daba cuenta, sin necesidad de leer a Rosa Luxemburgo, que la libertad política no era el derecho exclusivo de los puros y justos, de los lúcidos. Por eso no acepta, aunque careciera de formación marxista para formular sus intuiciones teóricamente, que el socialismo debe ser pluripartidario. Eso significa una cuestión decisiva: Allende concebía a la opción socialista enfrentando y revalidando siempre su legitimidad en la competencia por la mayoría.



Lo que aquí digo no es ningún intento de rehacer la historia. Basta leer lo que Allende escribió o es suficiente analizar su práctica cotidiana enfrentado a sobrepasamientos constantes del orden por parte de la ultraderecha y, al final, por la oposición. Las medidas represivas que la policía realizó a sus espaldas se cuenta con los dedos de una mano.





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