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Día Mundial de los Docentes


Pregunte a cualquier padre cuál es el factor más importante de la educación de sus hijos y comprobará que en muchas ocasiones la respuesta será «buenos profesores». Mientras las nuevas tecnologías y asignaturas se están situando con rapidez en primer plano del proceso educativo, los alumnos sólo podrán hacer uso adecuado de ellas si cuentan con la orientación de unos buenos maestros.



Hoy, Día Mundial de los Docentes, pedimos a los padres y a todos los ciudadanos que se paren un momento a pensar en el cambio que supuso en su vida haber dado con un buen maestro, un profesor inolvidable. ¿Dónde estarían si no se hubiese cruzado en su camino, si, desmotivado, hubiese abandonado ya la docencia?



Esto es lo que está ocurriendo actualmente, con mucha frecuencia y en comunidades ricas y pobres por igual: desbandadas en masa de maestros y profesores inducidas por los recortes presupuestarios en el servicio público, las condiciones de trabajo caóticas, la jubilación inminente del personal que se va haciendo mayor, el estrés y el agotamiento y, en muchas comunidades, el elevado número de fallecimientos de docentes como consecuencia del VIH/SIDA.



El resultado es una crisis de escasez de maestros y profesores: según las estimaciones, para 2015 podrán necesitarse en todo el mundo hasta 35 millones de nuevos maestros de primaria, casi tantos como los que se encuentran actualmente en ejercicio en este nivel de enseñanza. Sin ellos, no se alcanzarán los Objetivos del Milenio con los que los países del mundo se han comprometido, especialmente el logro de una educación primaria universal y la erradicación de la extrema pobreza, meta esta última para la cual la educación es tan importante.



Esta crisis, que en gran medida ha pasado desapercibida, a menudo va acompañada de una indiferencia por parte de los ciudadanos que responde a la suposición errónea de que cualquiera que sepa algo de niños puede enseñar, y de que siempre se puede encontrar muchas personas a las que se puede formar con rapidez para desempeñar esta tarea. Pese a que dirigimos cuatro organismos de las Naciones Unidas que se ocupan de múltiples aspectos de la educación, podemos afirmar con seguridad que, sin una formación y un apoyo adecuados, no podríamos entrar en un aula y enseñar eficazmente.



Pedimos a cada comunidad que recapacite sobre las condiciones mínimas que debe reunir un buen docente. Quizá donde más sucintamente se hayan determinado estas condiciones sea en la Recomendación internacional de 1966 relativa a la situación del personal docente: «La enseñanza debería considerarse como una profesión cuyos miembros prestan un servicio público; esta profesión exige de los educadores no solamente conocimientos profundos y competencia especial, adquiridos y mantenidos mediante estudios rigurosos y continuos, sino también un sentido de las responsabilidades personales y colectivas que ellos asumen para la educación y el bienestar de los alumnos de que están encargados».



Pedimos, asimismo, a todos los interesados en la educación que se ocupan de la planificación de programas para el año lectivo, que reflexionen sobre las asignaciones adicionales de recursos y apoyo público que se necesitarían para garantizar que todos los docentes de sus comunidades, al igual que todos los maestros en ciernes, posean ese nivel mínimo de profesionalidad.



Hoy queremos dar las gracias a los maestros y profesores, a quienes la sociedad ha atribuido una de las tareas más difíciles y de mayor responsabilidad del mundo. Gracias por las expectativas que albergan con respecto a sus alumnos, que si bien acarrean a las aulas sus problemas, también llevan sus esperanzas. Sabemos, por ejemplo, que el hecho de que tengan una visión positiva de los logros escolares de las niñas contribuye de manera inestimable a fomentar la plena participación de las jóvenes en la sociedad.



Gracias por su competencia y perseverancia. Gracias por utilizar su ingenio para lograr que el aula sea un lugar seguro y acogedor para todos los niños y niñas, por respetar sus derechos, por estimular su talento, por aliviar sus temores, y por construir su sentido de la dignidad. Gracias por ir a trabajar cada día, pese a las dificultades, y en muchos casos, a la persecución física y política.



Saludamos su valor, su dedicación y determinación. Tengan la seguridad de que la actividad que ustedes ejercen es insustituible y de que merece el respeto y apoyo de todos. No nos engañemos: nuestro futuro depende de ella.





* Koďchiro Matsuura, director general de la Unesco; Juan Somavía, director general de la OIT; Mark Malloch Brown, administrador del PNUD; y Carol Bellamy, directora ejecutiva de la Unicef.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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