Publicidad

El panorama mundial no es oro ni reluce


¿Teoría o ideología?



Entre 1991 y 2000, una cifra sin precedentes de 21 países experimentó una caída en los índices que miden la posibilidad de las personas para tener una vida larga y saludable, acceder a la educación y disfrutar de un nivel de vida decente. Una alternativa radical es planteada por el estadounidense John Zerzan y sus discípulos.



El poeta y catedrático inglés John Moore (1957-2002) afirmaba: «Habitamos la fábrica y la fábrica nos habita. El vestuario que llevamos, los alimentos que comemos, los edificios en que vivimos, trabajamos y morimos, los libros que leemos, los medios de comunicación que consumimos, las ideas que pensamos, todo, es producción industrial. Y, sin embargo, nos rodea el caos». No son más optimistas las conclusiones del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) publicadas en el informe de Desarrollo Humano 2003. Para el 2015 no se habrá logrado reducir la pobreza, mejorar la salud, incrementar la escolaridad, combatir las epidemias, alcanzar la igualdad de género, disminuir la mortalidad infantil, mejorar la salud materna y promover la sustentabilidad ambiental.



Números para la globalización



Un total de 54 países son más pobres que hace 10 años; en otros 21 aumentó el número de personas con hambre y déficit nutricional; en 14 se incrementó el número de niños que mueren antes de los 5 años; en 12 se redujo la matrícula escolar, y en 34 la expectativa de vida disminuyó.



Según el PNUD existen los recursos, el conocimiento y la tecnología para alcanzar las metas, pero no hay voluntad política para utilizarlos. Mientras los países pobres procuran las reformas necesarias, las naciones ricas difícilmente cumplen su parte del trato; no abren sus mercados a los productos de los países en desarrollo, no dan acceso a la tecnología, no alivian sus deudas ni honran sus compromisos de ayuda.



Las poblaciones marginales en el mundo suman 1.000 millones de personas -según la ONU el 43% de la población en los países en desarrollo y el 32% de la población urbana mundial-. Si no se tom,an medidas urgentes, la cifra se duplicará dentro de 30 años. En la actualidad 1.200 millones de jóvenes menores de 25 años -la mayor generación de jóvenes registrada en la historia- toca la puerta de un mundo que no tiene lugar para ellos. Millones enfrentan perspectivas de matrimonios precoces, procreación temprana y educación incompleta; además de la mitad de las infecciones con el VIH.



Volver a escribir la historia



La mundialización de la economía y consecuente globalización de los hábitos y valores sociales no es nuevo. España en el siglo XVII, por ejemplo, fue un imperio global, y desde una óptica teórica Marx y Engels adelantaron en el XIX la emergencia del mercado mudial. Marx -dice John Zerzan- previó que el desarrollo de la tecnología implica tanto posibilidades de dominación como de liberación; sólo que, agrega, en nuestra era «en nombre del progreso, el desarrollo mundial y el imperio la tecnología esclaviza a la humanidad y destruye por todas partes la naturaleza». Esta visión se ubica en el centro de los movimientos antiglobalización.



Como Marcuse para el movimiento protestatario que culmina en mayo de 1968 en París, Zerzan despliega a los jóvenes disconformes de las economías centrales la bandera de la resistencia al proceso globalizante. Así ocurrió en Seattle, en el noroeste de EE.UU., cuando la reunión de la Organización Mundial del Comercio. A partir de ese jueves de noviembre hasta el último habitante del planeta con acceso a algún medio de comunicación supo a) que vivíamos un proceso de globalización tecnotrónica y b) que había quienes la rechazaban.



El último gurú



John Zerzan (1944) es el gran patriarca del inconformismo combativo en EE.UU., y sus libros despiertan interés en Europa; sus debates con las grandes figuras de la izquierda estadounidense -en especial Chomsky- son seguidas por millares de jóvenes e intelectuales con el mismo entusiasmo que las adolescentes reservan para sus grupos de rock favoritos. Pero no se trata de una moda. Zerzan es un intelectual atípico. Desciende de una familia católica, estudió Ciencias Políticas e Historia en las universidades de Stanford y Berkeley, fue conductor de taxi, carpintero y dirigente sindical . Recién en 1994, con la publicación de Futuro primitivo, se consolidó como ideólogo del anarco-primitivismo y extiende su influencia. No por ello dejó la pequeña ciudad universitaria del estado de Oregón, donde vive en una cooperativa de casas autogestionadas y trabaja de canguro en una guardería infantil.



Para. Zerzan la acción directa no constituye violencia, sino autodefensa. «La gente -dice- no atacaría la propiedad privada si tuviera alguna perspectiva racional de que el sistema va a cambiar para mejor. Pero no es así y está desesperada. ¿Por qué 40 millones de norteamericanos toman diariamente productos antidepresivos? (…) Lo que necesitamos es un movimiento social masivo de protesta, no tiroteos». Incidentalmente, un artículo publicado en mayo de este año en el NYT (Lullabies in a Bottle) indica el aumento de la prescripción de tranquilizantes y otros fármacos a niños y adolescentes en EE.UU.
Pese a que el stablishment de la intelectualidad contemporánea no presta demasiada atención a los trabajos de Zerzan, limitándose a señalar que pretende trazar un cuadro idílico de los inicios de la humanidad por una percepción equivocada del desarrollo industrial, algunas de sus obras, como Industrialización y domesticación, 1979;
Futuro primitivo, 1994; Los orígenes de la alienación, 1999 y Hacia el vacío: la patología de la civilización, 2002, aumentan el número de sus seguidores.



El anarco-primitivismo



La teoría zerzaniana es un ataque demoledor al concepto de civilización industrial y la práctica de las democracias contemporáneas. En La globalización y sus apologistas (2003) se lee: «división del trabajo, urbanización, conquista, posesión y diásporas han sido parte de y parcelan la condición humana desde el comienzo de la civilización, pero la globalización lleva el proceso de la domesticación de las personas a niveles inéditos. El capitalismo apunta ahora a explotar todas las manifestaciones de vida, y esto es lo que la define (…) El proyecto integrador por la dominación universal es causa de desintegración en todas partes. El desarraigo, la no participación, el sentimiento de inutilidad, en fin, no surgieron de la noche a la mañana…».



La recuperación de esa condición perdida -centrada en la libertad, la iniciativa, la participación, la búsqueda de la felicidad, la paz- sólo es posible, dice el teorizador del anarco-primitivismo, tras la caída de la civilización tecnológica del capitalismo convertido en imperio.



Que sepamos es un chileno el primero en haber escrito en castellano en apoyo a esta corriente; el profesor universitario Jesús Sepúlveda -conocido entre nosotros por su obra poética-, entregó su versión del anarquismo primitivista en el ensayo El jardín de las peculiaridades, publicado en Buenos Aires, cuya versión en inglés, prologada por Zerzan, está en prensa en Estados Unidos y probablemente se publique también en Holanda. Hasta tanto El jardín… no se edite en Chile, una versión digital de la obra puede obtenerse gratis en internet en una de las bibliotecas virtuales más grandes de Europa, www.wordtheque.com.

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
Publicidad

Tendencias