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Al maestro, con cariño


Probablemente a nadie mejor que al maestro Castillo le calce lo dicho por Maritain, su compañero intelectual y amigo, a propósito de quienes, sin ser creyentes hacen el bien y luchan por la justicia y los derechos humanos. Decía Maritain que el hombre, aun incluso negando la existencia de Dios, se acerca a Él, lo busca y esta en contacto con el Creador cuando procura el bien.



Don Jaime ha sido para Chile y para el movimiento internacional de los Derechos Humanos, para la Democracia Cristiana mundial, pero especialmente para Chile, una persona irreemplazable, un regalo de Dios. Quienes tuvimos la fortuna de trabajar a su lado y beneficiarnos de sus enseñanzas -pero sobre todo de su ejemplo- llevaremos una impronta de por vida, procurando estar mínimamente a la altura de su testimonio de opción por los pobres y los perseguidos. La claridad conceptual mantenida en los años sesentas y setentas, en momentos de confusiones ideológicas y seducciones deformadoras del pensamiento socialcristiano original -que le significó duras críticas y clasificaciones antojadizas de algunos de sus propios camaradas de entonces- nos mostraron una solidez de principios desde la cual, no obstante, no se negó al diálogo cristiano-marxista, de gran auge en Europa y con repercusiones en Chile, ni menos aun le impidieron -más bien al contrario: fue consecuente con ello- ser defensor a ultranza de los perseguidos por sus ideas marxistas, porque los principios humanistas en los que creía le llevaban a verlos coherentemente como hermanos.



Fuera en la democracia o durante la dictadura, el hecho de mantener viva al idea de una aplicación a la política de las enseñanzas evangélicas, en las que creía como paradigma de conducta humana, hizo del maestro Castillo un referente de la juventud chilena y latinoamericana comprometida con la opción humanista cristiana por el cambio social y la construcción de una sociedad en la que la amistad cívica -que él practicara cotidianamente- tuviera plena vigencia. Pero no solo fue un ideólogo, sino también un aplicado abogado litigante en tribunales en causas de derechos humanos, y un jurista que fue capaz de construir las tesis jurídicas que permitieron perseguir y llevar a término causas emblemáticas, como el caso Letelier que termino con la condena de Contreras.



En sus últimos días dijo a su querida sobrina Trinidad : Ťno estoy preparado para morir, me queda mucho por hacer todavíaÅ¥. A pesar de la dificultad con que sobrellevaba su enfermedad, cada vez que le visitamos en su casa de La Reina le encontrábamos escribiendo, desarrollando ideas y textos para aclarar conceptos, decir una palabra orientadora, manifestar su opinión sobre tantas situaciones que le inquietaban, como el deterioro de la vida partidaria o el rumbo de la gestion de gobierno. Hasta el final hizo su aporte al tema de los Derechos Humanos, y tuvimos el privilegio de contar con uno de sus últimos escritos sobre la aplicación del humanismo cristiano a la sociedad del siglo XXI en el libro Vigencia de Maritain, presentado hace unos meses en Santiago, acto al que por su enfermedad no pudo asistir.



Fue de esas personas irreemplazables. Estará ahora dialogando con Maritain, con Pío X, con Juan XXIII, con Mounier, y a nosotros nos queda la tarea de ser capaces de seguir sus enseñanzas y orientaciones. Si lo hacemos, honraremos su memoria y haremos un servicio al partido y al país de sus amores.



* Embajador

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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