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Política y cultura italiana en la renovación de la política chilena


Es apasionante indagar sobre la influencia que la política italiana ha tenido en la renovación de la izquierda y, más en general, en la renovación de la política chilena, especialmente en los años de la dictadura militar, pero también antes y después de la conmoción y del efecto que produjo la caída de Allende y el golpe militar en Italia.



Sin duda hay varias vertientes de dicha influencia. Es evidente la influencia, en la DC chilena, del mundo demócratacristiano italiano, que se opuso al golpe militar y participó activamente en la solidaridad con la recuperación de la democracia chilena, de figuras históricas que van desde Sturzo, De Gasperi, a las contemporaneas como Moro, Rumor, Andreotti, Piccoli y otras.



En el filón socialista la influencia va desde Mateotti a Nenni, De Martino, Sandro Pertini, Parri, Mancini y ciertamente Bettino Craxi que mantuvo personalmente un fuerte vínculo con la causa chilena y al cuál muchos chilenos le expresamos un recuerdo reconocido.



En el filón comunista la influencia es histórica y va desde Togliatti a Longo, Berlinguer, Napoletano, Pajetta , Bufalini, Chiaromonte, D’ Alema y muchos otros dirigentes que históricamente han estado cerca de la situación chilena y han establecido vínculos con todas las fuerzas democráticas del país.



En el plano político cultural y académico yo sitúo ciertamente a Gramsci, Rosseli, Bobbio, Sartori, entre otros varios pensadores italianos que han influido con sus ideas directamente en la política chilena.



Lo primero es que la experiencia de la Unidad Popular y lo que se conoció en Europa de Allende y la vía chilena al socialismo, produjo en Italia un interés especial. La chilena era una experiencia distinta de la revolución cubana y de la fórmula del Che Guevara del uno, dos, cien Vietnam . Ella entraba en los canones de la política europea de aquellos años, dado que la izquierda llegaba al poder a través de las elecciones y en pleno respeto de la institucionalidad democrática, y era, además, la primera vez que esto ocurria sobre todo tratándose de una izquierda primordialmente marxista.



Por tanto, la muerte de Allende y la instalación de una cruenta dictadura militar no sólo impactó en Italia sino que produjo la sensación de que una vía se había agotado, que un sueño de llegar por una vía distinta se había apagado y de allí el significado de la reflexión de Enrico Berlinguer subrayando los límites de la experiencia chilena, impidiendo que se sacaran conclusiones extremistas y generalizadas y, por el contrario, manteniéndo abierta la manera cómo en Occidente se producirían los cambios a través de la democracia y de las libertades.



Como se ha dicho, las reflexiones de Enrico Berlinguer » Lezioni sul Cile» fueron muy importantes. La tesis de Berlinguer, que después sirvió para fundamentar la política del «Compromiso Histórico», en orden a que no era posible un cambio de fondo en la sociedad contemporánea sin un arco de fuerzas políticas y sociales, sin acuerdo político que garantizara una mayoría en el bloque del gobierno y, más específicamente, sin el acuerdo del mundo de la izquierda y la democracia cristiana daba cuenta, en primer lugar, de la similitud del escenario y de las fuerzas políticas predominates existentes en Italia y en Chile, y establecía la idea de que la derrota de Allende era esencialmente política mucho más que militar, en contraposición con otras líneas de reflexión que se abrieron en la izquierda chilena y en el movimento comunista de la época.



En efecto, el PC cubano y una parte de los ideólogos soviéticos sostuvieron desde el primer momento que la causa de la caída de Allende era la falta de una fuerza militar propia mucho más que un tema de aislamiento político. Esto sería cardinal para el futuro de la política chilena ya que en correspondencia con una u otra tesis se debían operar estrategias distintas.



La posición de Enrico Berlinguer influyó poderosamente en la política de otros sectores de la izquierda chilena, y en aquellos cuadros jóvenes que conformábamos parte del Comité Central de las Juventudes Comunistas que hicimos nuestra la tesis berlingueriana de la derrota política y con ello establecimos un vínculo permanente con los valores del eurocomunismo.



En este sentido, la tesis de Berlinguer del «compromiso histórico», el trabajo realizado con la lidership democratacristiana para configurar un gobierno conjunto entre las dos mayores fuerzas políticas italianas y el propio asesinato de Moro, influyeron poderosamente en los dirigentes de la izquierda chilena que vieron a Berlinguer y al comunismo italiano como un interlocutor especial y distinto al del resto del mundo comunista.



Pero también influyeron en la DC chilena porque, si en condiciones distintas, más favorables, Berlinguer y Moro se sentaban a conversar y a trazar una perspectiva común en defensa de la institucionalidad democratica italiana, ello debia ser también posible en un país que como Chile que estaba bajo una dictadura que nos oprimia a todos.



En los años posteriores las posiciones asumidas por Berlinguer en relación a Polonia, Afganistán y en general la distinción nítida, el alejamiento y el rechazo de la experiencia de los socialismos reales por parte del comunismo italiano, contribuyeron a reforzar la renovación de la izquierda chilena no comunista que tenía una relación intensa con varios de los principales líderes de la Internacional Socialista y en el propio PC donde surgió una corriente «eurocomunista» que fue la base, en los años posteriores, de la excición del PC chileno protagonizada por un gran número de intelectuales comunistas ya partir de los años 80 fuera de Chile y especialmente dentro de Chile después de los años 90.



Sin duda, el paso dado por Achille Ochetto en la Bolognina, en medio de la crisis definitiva de los socialismos reales, de transformar al PCI en un partido no comunista, de sinistra democrática, influyó en estos hechos, ya que una de las propuestas que formulamos fue acompañar al PCI en este paso y transformar al PC chileno en un partido socialdemocrata, tal como también lo había planteado Gorbachov en el último congreso del PCUS respecto del partido sovietico -lo que probablemente le costó el golpe de estado de la ortodoxia soviética y la posterior disolución de la URSS-.
En definitiva, creo que Berlinguer y la política del PCI italiano, su postura crítica y posterior rechazo a los socialismos reales, su definición democrática e institucional de un nuevo socialismo, la centralidad de los valores libertarios y democráticos, el rol de la cultura en la política, el apego a los valores humanistas y la práctica política reformista del PCI hayan influido de manera relevante en la izquierda chilean y en su renovación.



Sin embargo, esta influencia venía desde lejos en la política chilena y latinoamericana. En efecto Antonio Gramsci influyó a varias generaciones de intelectuales chilenos que gracias a él tuvieron una lectura abierta del marxismo e incorporaron nuevos temas propios del léxico gramsciano, en la esfera de la política.



Creo que el pensamiento de izquierda latinoamericano más abierto desde los primeros decenios del siglo pasado haya evocado, como bien dice el Profesor Osvaldo Fernández estudioso de Gramsci y de filosofía política, al menos en tres momentos claves de Antonio Gramsci. El primero a través de la lectura y la óptica del peruano Jose Mariategui, el segundo en los años 50 y 60 con traducción en español, en Argentina y México, de los Cuadernos de la Cárcel de Gramsci -que recuerdo que la Editorial Einaudi publicó el año 48 en Italia- y de otros escritos, hasta ahora no conocidos por la intelectualidad latinoamerica sino por referencias, y el tercero en los años 70 y 80 en que Gramsci resultó decisivo no solo en la primera renovación de la izquierda sino también en la lucha cultural contra la dictadura de Pinochet.



Es el mismo filósofo Osvaldo Fernández que relata el impacto que produjo Gramsci en la intelectualidad marxista en los años 60 : «Manejábamos un marxismo de mundos fijos y un día nos encontramos con una traducción argentina de ‘El Materialismo Histórico y la Filosofía de Benedetto Croce’. Fue una verdadera ruptura respecto al lenguaje todavía presente de Stalin y de los manuales soviéticos que circulaban en América Latina. Se trataba de una óptica diferente, otra manera de ver las cosas. No sólo de una lectura distinta, sino otra manera de aproximarse a los hechos y a los objetivos. Gramsci nos cambio internamente a cada uno de nosotros».



Gramsci llegaba en una fase especial a Chile. Era el momento de mayor impacto de la revolución cubana, la Iglesia Catolica desplegaba la Teologia de la Liberación, se vivía la era de Kruschov, Althusser y Garoudy influían fuertemente en el debate teórico, se habría ya la perspectiva en Chile de ganar un Gobierno popular encabezado por Allende. Fue justamente durante el gobierno de Allende en que se publicó la primera antología chilena de las obras de Gramsci, lo cual extendió el interés y la curiosidad por el filósofo sardo.



Durante los años de la dictadura Gramsci estuvo fuertemente presente en la política y en la academia chilena. Diversos intelectuales -entre ellos, el que más trabajó a Gramsci en un claro esfuerzo por reducir el sectarismo y el espíritu de bandera de las izquierdas y de la política chilena fue José Joaquín Brunner-, también Jorge Arrate y yo mismo, que publique «Gramsci y la Ciudad Futura» a mi regreso al país, libro que fue presentado por Clodomiro Almeyda y Giusseppe Vacca, uno de los mayores intelectaule sitalianos, estudioso de Gramsci, que viajo a Chile para este pequeño acontecimiento.



Gramsci servía para hablar de los temas culturales, de la cárcel, del fascismo, de la política, del moderno Principe, del socialismo, sin que ello apareciera tan evidente. Muchos jóvenes encontraron en sus universidades un acceso a Gramsci que nadie hubiera pensado. Conceptos como los de Guerra de Posición y Guerra de Maniobra , la Teoría de la Hegemonía, el debate sobre el Principe Moderno, su historicismo filosófico, sus escritos sobre periodismo, literatura, su vínculo con Crocce y la filosofía idealista, hicieron de Gramsci un punto de referencia de la academia y de la política chilena.



Su léxico filosófico y político -tan distante del marxismo ortodoxo- contribuyeron a fundamentar debates sobre el valor en si mismo de la democracia y de las instituciones, desalojando definitivamente cualquier actitud de instrumentalización o de doble standar tan típico de las izquierdas ideologizadas de America Latina de aquellos años, sobre la estrategia de posicionamiento y copamientos de los espacios culturales dentro de los espacios que dejaba el régimen y en los que había que conquistar, e incluso su léxico y sus definiciones forman parte del debate sobre si era o no posible que la izquierda participara en el plebiscito, o en el rechazo a las formas armadas de enfrentar a la dictadura contra la cual debía desplegarse la desobediencia civil de derrotar a Pinochet.



Creo que el mayor aporte que Gramsci nos ha dado a las izquierdas como filósofo, es la búsqueda de lo nuevo, el estudio de la realidad tal como ella es, la función de la política en la relación con la sociedad civil y con el Estado, la enorme importancia de la cultura y de los intelectuales, y -algo que en la sociedad global cobra especial importancia- la relación de la cultura y de la política con la voluntad popular y nacional, es decir con los factores de identidad. Como ser humano Gramsci nos legó su valor, su coherencia, su dulzura en la relacion con su madre, con Julia y Tatiana. Y su tremendo humanismo, que viene del dolor.



Un Gramsci, por tanto, vivo y presente en el debate de fondo de los temas de la izquierda. En este contexto quiero recordar el Seminario «Vigencia y Legado de Antonio Gramsci» que se realizó en Santiago de Chile del 25 al 31 de Mayo de 1987, patrocinado por el Istituto Gramsci de Roma, y para el cual preparamos en Italia un libro en español con contribuciones de muchos estudiosos italianos de Gramsci y que en 10 mil ejemplares se distribuyeron en Chile.

Recuerdo a Antonio Santucci, a José Ramos Regidor y al filósofo francés Gorge Labica, que llegaron al aeropuerto chileno con varios paquetes de libros ingresados con un título sobre la Hermenéutica Gramsciana y por tanto como libros de física cualitativa.



Pero Gramsci no sólo fue percibido por los demócratas y en especial por aquellos que desde la izquierda se replantearon su perspectiva política a partir de Gramsci, sino también por el Documento de Santa Fe, una especie de fundamentación de la política norteamericana hacia Chile y el continente, e incluso por Pinochet.



En efecto, en el Documento de Santa Fe el Departamento de Estado Americano alerta sobre la existencia de un filósofo italiano llamado Antonio Gramsci, que aparentemente habla de literatura y de cultura pero que justamente por su lenguaje no tradicional es uno de los comunistas de mayor peligro en el mundo. El documento decía textualmente: «el esfuerzo gramsciano para destruir la tradición democrática con la sublevación o la corrupción de las instituciones que forman y mantienen estas tradiciones es muy peligroso y debe ser combatido».



Incluso Pinochet, ya desplazado del Gobierno pero aún Comandante en Jefe del Ejército, en 1992 en una entrevista al periódico ruso Konsomolskaya Prava, aconsejando como salvar a Rusia del marxismo, señala; «el comunismo está vivo y es más peligroso que nunca ya que ahora está camuflado en nuevas e insidiosas formas. La doctrina del Comunista Italiano Antonio Gramsci es el marxismo con vestido nuevo, de lobo con piel de oveja, que penetra en la conciencia de la gente y especialmente de los intelectuales. Aqui esta el peligro».



Este era el tipo de universalismo de Antonio Gramsci en Chile durante y en los años inmediatamente posteriores a la dictadura. Junto con él quiero recordar el enorme aporte y la influencia en círculos intelectuales -menos masivos que los de Gramsci, ya que éste era además un líder político, parlamentario, jefe del comunismo italiano- del filósofo italiano Norberto Bobbio, que visitó Chile en los últimos años de la dictadura y produjo una tremenda atención en el mundo político, intelectual y juvenil.



Bobbio es conocido en Chile por su libros » Prófilo ideológico del novecento italiano», «SocietÅ• e Stato nella filosofía política moderna», «Il Futuro della Democrazia», » La Eta dei Diritti», «Destra e Sinistra» que fue ámpliamente utilizado cuando salió el año 93 para marcar al PPD como un partido progresista y ciudadano superando la acepción de partido de izquierda en un sentido más tradicional y quieto subrayar al rendir un fuerte homenaje a Bobbio que ya tiene 96 años y que se está retirado de todo contacto, el valor de la Teoría General de la Política donde Michelangelo Bovero recoge 50 años de elaboración de filosofía política del gran estudioso torinenese.



Creo que los chilenos aprendimos de Bobbio el valor del liberalismo político en tanto tal, del vínculo posible y necesario entre valores socialistas y valores liberales, la extensión de los derechos humanos e individuales a los derechos de primera, segunda, tercera y cuarta generación y la necesidad de estructurar el tejido político de la nueva sociedad teniendo en cuenta por tanto a los grupos ecologistas, al feminismo, a los grupos étnicos, a todos los que son suceptibles de luchar por estos nuevos derechos y nuevos espacios de libertad.



Bobbio marca definitivamente el debate político de las izquierdas con su libro Izquierda y Derecha y la necesidad de superar dichas categorías – manteniéndolas en la conflictualidad social siempre presente – pero abriendo el espacio a nuevas categorías : conservadores y progresistas dada la complejidad de la estructura social actual y de los cambios que las revoluciones de la informatizacion y de la imagen están produciendo, pero también del peso de los temas de derechos íntimos, de los temas valóricos y culturales y que trazan una nueva forma de demarcación que la política no puede dejar de tener en cuenta.



Progresista y Conservadores como nuevo eje de la política, lo cual implica que la política absorve otros temas que dicen relación con la existencia, con la soledad, aquellos que hasta ayer eran temas propios del psicoanálisis y que hoy son temas preponderantres de la política y que nos llegan del último Bobbio.



Creo que especial importancia tiene para la política chilena el espíritu de Bobbio de fuerte adversión al sectarismo político y al espíritu de guerra santa tan presentes en todas nuestras formaciones ideológicas. Bobbio propone una visión deliberativa de la política, una sociedad abierta y escribe las razones de la tolerancia como la verdadera ideología del siglo XXl.
Como a la vez en su libro «La sinistra nell eta del Karaoke» describe alguno de los males del progresismo que se encandila con los medios y no logra formular proyectos y nueva sociedad civil y la autoreferencialidad de la sociedad mediática que produce el mundo virtual que se confunde en la velocidad de las imágenes con la realidad.



Creo que los políticos chilenos debamos agradecer a Gramsci, a Bobbio, a Sartori y tantos otros pensadores políticos italianos el habernos enseñado a salir del cascarón del sectarismo, de las respuestas simples y unívocas, del excesivo ideologismo y de los megarelatos para posicionarnos de una visión más universal, de búsqueda, de pastoreo de las dudas, de busqueda de respuestas a los temas de una sociedad compleja.



El exilio es siempre duro sobre todo cuando te separan de tus seres queridos y esa separación dura como en mi caso 17 años. Pero el que nuestro esilio fuera en Italia y no en otro lugar es , sin duda, lo mejor que nos puede haber ocurrido, no solo por Gramsci, por Berlinguer, por Bettino, por Bobbio, por las grandes lecciones politicas que aca vivimos, sino tambien por el carnicero de La Magliana, por el vendedor de Puerta Portese, por el italiano común de la calle que nos enseñó tanto con su calor y su sencillez, por los millones de hombres y mujeres que hicieron de la causa de la recuperación de la democracia chilena una causa propia.





(*) Diputado

  • El contenido vertido en esta columna de opinión es de exclusiva responsabilidad de su autor, y no refleja necesariamente la línea editorial ni postura de El Mostrador.
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